Stephen Castle / New York Times News Service
2015-05-04
Londres— Cuando el Partido por la Independencia del Reino Unido recibió un donativo de 1 millón de libras (cerca de 1.5 millones de dólares) hace unas semanas, parecía un fuerte impulso rumbo a las elecciones generales británicas del jueves.
Pero el partido populista antiinmigrante enfrenta un problema inusual: gastar los recursos.
En un país donde los spots electorales por televisión están prohibidos, los espectaculares están reservados mucho tiempo antes del día de las elecciones, y otras leyes estrictas restringen el gasto electoral, aquel problema inusual complica al partido y es improbable que utilice todos los recursos antes de que los británicos acudan a las urnas.
En Gran Bretaña no es inusual efectuar campañas cortas y relativamente baratas. Pero pocas naciones combinan la fascinación entusiasta por la política al estilo americano –el actual gobierno conservador y el de oposición, el Partido Laborista, contrataron ambos a altos consejeros del presidente Barack Obama en este ciclo electoral– con reglas tan cerradas para el financiamiento de campañas que más parecen corresponderse con las contiendas por concejos locales en Estados Unidos.
Hillary Rodham Clinton apunta a recaudar al menos mil millones de dólares para su campaña presidencial. Obama y su oponente en 2012, Mitt Romney, tuvieron un gasto combinado de 2 mil millones de dólares. La campaña de Obama destinó 25 mil dólares a arreglos florales meses antes de que se efectuaran las elecciones generales; en 2008, su campaña desembolsó al menos 140 mil dólares a empresas que producen banderas norteamericanas.
En contraste, en Gran Bretaña cada partido está limitado a un gasto de 29.5 millones de dólares en el año previo a la elección. La última vez en 2010, los conservadores emplearon de hecho cerca de 25 millones de dólares, y el Laborista menos de la mitad que eso. Los candidatos presidenciales de Estados Unidos gastaron casi la misma cantidad para recaudar fondos en 2012 –cerca de 37 millones, de acuerdo con el Centro de Política Responsiva– como los dos principales partidos británicos gastaron en todas sus campañas de 2010.
En un reflejo de los estrictos límites de gastos de campañas así como el sistema parlamentario en el que el resultado de una elección nacional se determina en 650 distritos, mucho de las campañas en Gran Bretaña sigue siendo local, con candidatos recorriendo las calles, tocando puertas, repartiendo volantes y enviado correos. Incluso estas actividades tienen que ser registradas en una minuta y presentadas ante las autoridades electorales. Los límites de gastos también aplican para las organizaciones como caridades o sindicatos que desean hacer proselitismo anticipándose a las elecciones.
Justin Fisher, decano de ciencias políticas en la Brunel University London, señaló que el sistema norteamericano era visto como “el peor de todos”, enfocado en “recaudar dinero y no en difundir las plataformas”.
Una diferencia crucial con Estados Unidos radica en la prohibición británica de anunciarse en la televisión y radio comercial.
En vez de ello, a los partidos se les otorgan programas que son exhibidos tanto en televisión comercial y por la reguladora British Broadcasting Corp. También están empezando a gastar considerables sumas en publicidad digital en su intento por acercarse a los votantes en Internet y las redes sociales.
Regulaciones complejas también rigen el gasto de candidatos de partidos locales durante cinco meses antes de las elecciones. Hay un límite de cerca de 60 mil dólares, además de un monto calculado de acuerdo a la cantidad de votantes en cada región y de si viven en áreas rurales y urbanas.