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Es zar antidrogas de EU alcohólico en recuperación

Alan Schwarz / New York Times News Service

2015-04-25

Baltimore— Seis personas en recuperación por abuso de sustancias se encontraban en un centro de tratamiento en el corazón de la ciudad, compartiendo sus historias. Al llegar el turno de Michael, habló sobre la droga que solía utilizar, el alcohol, y recordó la noche de hacía años en que condujo en estado de ebriedad en la carretera de peaje de Massachusetts, provocando un accidente y siendo arrestado antes de perder la conciencia.
Luego, Michael sacó una fotografía del hermano de un amigo que hacía poco había muerto por mezclar analgésicos controlados con alcohol. Habló sobre su dolor y la fuerte relación que tiene con la lucha de quien se encuentra en recuperación por abuso de sustancias.
“Ustedes son mi gente”, dijo, dejando caer una lágrima.
La catarsis es común en los centros de tratamiento, pero Michael no es el asistente común: se trata de Michael Botticelli, director de la Oficina Nacional para las Políticas del Control de Drogas de la Casa Blanca; informalmente conocido como el zar antidrogas. Botticelli es la primera persona en recuperación por abuso de sustancias en ejercer el cargo.
Su historia, lejos del lastre que alguna vez pudo haber representado, es considerada evidencia de que el gobierno está optando por abordar el tema del abuso de drogas desde la recuperación y no por medio de arrestos.
“El resto de los zares de las drogas tuvieron antecedentes militares, políticos o policiacos”, comentó Tom McLellan, fundador del Instituto de Investigación de Tratamiento en Filadelfia y experto en abuso de sustancias. “No tengo nada en contra de ellos, pero es momento de tener una nueva perspectiva, y eso es lo que Michael nos da. Es el ejemplo vivo de lo que debería ser un resultado esperado del tratamiento: la recuperación”.
La agencia de Botticelli, creada durante las iniciativas de la guerra contra las drogas del gobierno de Reagan, planea y controla el presupuesto para políticas nacionales sobre drogas. Asimismo, asiste al Departamento de Estado y a la Agencia Antidrogas para negociar con los gobiernos de países desde los que la droga es exportada –tales como México, India y China–, y trabaja con funcionarios nacionales de salud y el orden público en estrategias para frenar el suministro y abuso de drogas, desde heroína hasta opioides recetados (como la morfina).
El abuso de heroína y las muertes relacionadas en Estados Unidos han aumentado de manera drástica en años recientes, particularmente en la clase media y en comunidades rurales. Cerca de 23 mil estadounidenses murieron por sobredosis de analgésicos y tranquilizantes controlados en 2013 –casi el doble del total de la década anterior, de acuerdo con el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas. Otros datos federales muestran que, en 2013, 1.8 millones de personas de 12 años o mayores recibieron tratamiento en alguna institución por abuso de alcohol u otras drogas.
Botticelli lo vivió en carne propia: en 1988, tras ser arrestado por cargos de provocar un accidente al conducir en estado de ebriedad por la carretera de peaje de Massachsetts, la mañana siguiente despertó esposado a la cama de un hospital. Pasó cuatro meses en un programa de tratamiento contra el abuso de alcohol por orden de un tribunal, y pronto dejó su trabajo como administrador en la Universidad de Brandeis para trabajar en un centro de tratamiento contra el abuso de sustancias.
Botticelli, de 57 años, se ha mantenido abstemio por 26 años, fumando únicamente de manera ocasional por la ansiedad.
Botticelli comentó acoger las funciones más tradicionales de su oficina, como combatir el flujo de heroína a través de la frontera del país con México. Sin embargo, algunos de sus objetivos primarios no se centran en reducir el abuso de sustancias, sino que buscan acceder a su realidad.
Busca que los agentes de Policía de todo el país sean capacitados en el uso de la naloxona, un espray nasal o inyección capaz de resucitar casi de manera instantánea a quienes sufren de sobredosis por opioides, además de mejor educación para quienes recetan analgésicos y otros medicamentos a fin de que puedan reconocer los signos de abuso o adicción, y la distribución de jeringas nuevas para los usuarios de drogas intravenosas a fin de frenar la propagación de enfermedades infecciosas como el VIH y la hepatitis C.
“Encerrar a las personas por infracciones menores relacionadas con drogas, especialmente a personas con problemas de abuso de sustancias, no es la respuesta”, dijo Botticelli. “Es cruel y costoso. Y no da más seguridad a la gente”.

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