Alison Smale / New York Times News Service
2015-04-21
Luneburgo, Alemania— Siete décadas después de la liberación de Auschwitz, un ex guardia de las SS de 93 años que laboró en el campo de concentración nazi ingresó a un tribunal alemán ayer para responder a los cargos de complicidad en el asesinato de 300 mil judíos en su mayor parte húngaros durante dos meses en el verano de 1944.
Con sobrevivientes del Holocausto presentes en la austera sala de justicia, Oskar Groening leyó un aterrador pero asombrosamente claro relato sobre su vida, centrándose en los otoños de 1942 y 1944, en los que trabajó para las SS en Auschwitz-Birkenau.
Luego de una hora, Groening, viudo con domicilio en esta pequeña ciudad del norte de Alemania, volteó hacia donde estaba el juez y dijo: “Queda fuera de toda duda que soy cómplice moral. Esta culpa moral que reconozco aquí, ante las víctimas, con arrepentimiento y humildad”.
“En lo que respecta a la ley”, dijo al juez Franz Kompisch, “ustedes decidirán”.
Groening dijo ser responsable de obtener el dinero que pertenecía a los prisioneros, tal como lo han señalado fiscales estatales, pero que también presenció atrocidades.
Lo anterior incluyó una noche de diciembre de 1942, cuando fue hecho salir bruscamente de su cama para que ayudara a capturar a unos prisioneros que habían huido. En el proceso, declaró al tribunal, vio a prisioneros ser conducidos a un edificio, y a un superior de las SS verter gas de una lata por una abertura. Los gritos de los prisioneros que se encontraban dentro “cada vez fueron más fuertes y desesperados, y luego de unos momentos bajaron de intensidad para luego detenerse por completo”, dijo Groening.
“Ésa fue la única vez que presencié un acto como ése”, señaló, dejando en claro que no participó en el hecho.
Mientras leía su relato con la ayuda ocasional de sus dos abogados, Groening recordó fuertes noches de juerga con otros guardias, y otros detalles de poca importancia sobre su vida junto a las SS, hasta cuando se le asignó partir para Auschwitz.
El trabajo se le ofreció, según indicó, como “un deber que exigirá más de usted que el frente”, pero que era vital “para conseguir la Solución Final” a la eliminación de los judíos.
En noviembre de 1942, recordó, un bebé que lloraba fue encontrado entre la basura tras ser dejado por prisioneros. Era evidente que el bebé había sido abandonado por su madre prisionera con la esperanza de no ser enviada a las cámaras de gas. Un compañero de las SS, molesto por el llanto, golpeó al pequeño hasta que murió, de acuerdo con Groening, quien agregó que se quejó del hecho con un superior pero que no se tomó medida alguna.
Su caso revive fuertes preguntas sobre la culpa individual por las atrocidades de los nazis y hace hincapié en el fracaso del sistema de justicia alemán para procesar a quienes trabajaron en el campamento, donde alrededor de 1.1 millones de prisioneros fueron asesinados. Cerca de 6,500 miembros de las SS trabajaban en el campo; sólo 49 de ellos han sido hallados culpables de crímenes de guerra.
El caso también ilustra la manera en que han cambiado las percepciones sobre el Holocausto y los nazis en las últimas décadas. En 1945 Luneburgo, entonces en el sector británico de la Ocupación aliada de Alemania, fue sede de uno de los primeros juicios contra ex guardias de Auschwitz-Birkenau. Once de los 32 enjuiciados fueron ejecutados en diciembre de ese año.
No obstante, las retribuciones rápidamente abrieron paso a la necesidad de reconstruir Alemania. Los crímenes cometidos en Auschwitz se situaron al centro de cuatro grandes juicios en Frankfurt en la década de 1960. Luego, durante décadas, poco ocurrió mientras fiscales alemanes insistían en que era necesario contar con evidencia que vinculara a los acusados de crímenes de guerra de manera directa con las atrocidades del Holocausto.
El proceso de Groening fue posible únicamente tras el juicio de John Demjanjuk, ucraniano que emigró a Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial. En 2011 fue sentenciado en Munich a cinco años de cárcel por su participación en el asesinato de 28 mil judíos en el campamento Sobibor en la Polonia ocupada por los nazis. Demjanjuk murió en 2012 antes de que su apelación pudiera ser escuchada.
Durante décadas antes de ese fallo, fiscales de Alemania se habían negado a culpar a cualquier persona de complicidad en el Holocausto.
Uno de los pioneros para el cambio en el pensamiento legal alemán fue Thomas Walther, abogado que en 2006 empezó a trabajar para la oficina central de Alemania encargada de dar seguimiento a crímenes de guerra nazi, con sede en Luisburgo.
Él trabajó en el caso de Demjanjuk y se le considera una figura central para el posterior juicio y sentencia de Demjanjuk, ex operario de la industria automotriz en Ohio.
En Luneburgo, Walther representa a 31 de los 53 demandantes, algunos de los cuales llegaron a esta pequeña ciudad en el norte de Alemania en días recientes, listos para comparecer como testigos una vez que se dé lectura a los cargos formales contra Groening.
Groening dio dos largas entrevistas –a la BBC y a la revista Der Spiegel– en las que dejó en claro comprender la naturaleza asesina de Auschwitz-Birkenaum pero insistió en no ser culpable ni responsable.
“La culpa siempre está relacionada con los actos”, declaró a Der Spiegel en una entrevista publicada en mayo de 2005. “Y como considero que me convertí en una parte culpable pero no activa, también creo que soy inocente”.