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Transformar México, es la promesa

Associated Press

2018-12-01

Ciudad de México– El presidente entrante de México, Andrés Manuel López Obrador, es sociable, franco y espontáneo, aunque tal vez demasiado para los mercados financieros, que se han tambaleado antes de su toma de posesión el sábado.
López Obrador es el primer presidente desde la Revolución Mexicana que ganó popularidad como líder activista, y ve su llegada al poder como la “cuarta transformación” del país, luego de la independencia mexicana de España, las reformas liberales que acabaron con el dominio de la Iglesia en 1850 y la revolución (1910-1917).
Sus llamados a una cruzada contra la corrupción y su preocupación por la gente de a pie suelen asumir proporciones de misión moral, con un celo que se traslada a sus proyectos más personales, como un costoso ferrocarril rural, que desconciertan o alarman a los críticos.
Entonces, ¿a quién escuchará? Está bastante claro que escucha a los mercados financieros, al menos cuando hacen ruido ante la posibilidad de tener un presidente que en el pasado criticó a una “mafia de poder” en la que incluyó a importantes figuras del mundo empresarial.
Una agencia de calificación redujo la perspectiva de México a “negativa” y el peso y las bolsas cayeron en las últimas semanas luego de las señales contradictorias del equipo de López Obrador, que forzaron al próximo mandatario a ofrecer un mensaje conciliador.
“Se va a dar mucha confianza a los inversionistas. Los que inviertan en empresas, acciones, en el mercado financiero van a tener aseguradas esas inversiones y van a obtener buenos rendimientos porque va a haber un auténtico estado de derecho”, explicó en un mensaje grabado cuatro días antes de asumir la presidencia.
AMLO, como se le conoce popularmente, se jacta de escuchar a la gente y sometió sus proyectos estrella a una serie de “referéndums” no oficiales que ganó con un apoyo abrumador, aunque la participación fue de apenas un 1% del electorado. “Siempre vamos a estar buscando mayor legitimidad, respaldo ciudadano”, manifestó.
El próximo presidente mexicano califica a sus críticos en el país de “fifí” –una palabra coloquial mexicana para describir algo elitista o frívolo– y dice que tienen que pasar más tiempo con los pobres y la gente de los pueblos pequeños.
AMLO, que lideró las protestas contra la contaminación por hidrocarburos en su estado natal, el pantanoso Tabasco, se muestra amistoso aunque algo obstinado y con una suerte de carisma. Ciertamente, ningún otro político en la historia del país ha estrechado tantas manos ni recorrido más pequeñas y polvorientas ciudades industriales que él durante más de 12 años de campaña por la presidencia.
Ese estilo cercano se hace eco de la autocracia popular de su héroe de la década de 1930, Lázaro Cárdenas, quien nacionalizó la industria petrolera como dirigente casi todopoderoso. Pero muchos están preocupados por el respeto de López Obrador hacia la oposición o los controles establecidos en las últimas décadas para limitar el poder presidencial.
“Creo está reconstruyendo el presidencialismo de hace 30 o 40 años”, dijo José Antonio Crespo, analista político del Centro de Investigación y Docencia Económicas de México, añadiendo que lo combina con su estilo personal “desordenado, ambiguo, contradictorio y caprichoso”.
Por otra parte, muchos de los que contribuyeron a su aplastante victoria electoral el pasado 1 de julio esperan su toma de posesión con la enorme esperanza de que aparte del poder a los tecnócratas orientados al mercado y cree empleos y mejores salarios.
Francisco Javier Martínez Cárdenas, un vendedor callejero de 59 años que utiliza muletas y padece presión arterial alta, esperaba en línea para votar en uno de los “referéndums” de López Obrador la semana pasada. “Es algo innovador”, señaló. “Nunca nos consultaban. Antes, cuando los gobiernos decidieron algo, uno se enteraba tal vez meses, años después, en los periódicos”.
Gustavo de la Vega, un diseñador industrial de 30 años que también participó en la consulta, pero en contra de algunos de los proyectos, apuntó que “tengo mucha esperanza (...) pero él no tiene un cheque en blanco”.
Uno de los asuntos en la boleta era el proyecto de AMLO para un “tren maya” que uniría centros turísticos de como Cancún y Tulum con la ciudad colonial de Mérida, las ruinas de la selva de Palenque y Calakmul, en la península del Yucatán. Se anunció la fecha de inicio de la obra, valorada en 7 mil 500 millones de dólares, pese a que no hay una declaración de impacto ambiental, ni un estudio serio de sostenibilidad económica ni se consultó con comunidades indígenas como requiere la ley. López Obrador rechazó a los expertos que lideraron una campaña contra el plan, acusándolos de no estar en contacto con la población.
“Miren lo que no saben los abajo firmantes”, escribió AMLO. “Lo digo con respeto y reconozco que la mayoría son personas muy inteligentes, pero aunque parezca increíble, les falta baño de pueblo”.
El dirigente ha adoptado un enfoque similar con los principales problemas del país.
Por ejemplo, quiere construir una costosa refinería nueva para devolver a México, que ahora importa gran parte de su gasolina, a sus días de gloria de la década de 1970, aunque muchos analistas dice que esto solo sumará problemas a la endeudada petrolera estatal.
Además, ha sido poco claro en las medidas que adoptará para hacer frente a los cárteles del narcotráfico, secuestradores y extorsionadores que incrementaron la tasa de homicidios en México a niveles históricos. Pero ese proyecto también carece de detalles. “No tiene estrategias de acción, no dice cómo se van a hacer las cosas”, dijo Raúl Benítez, experto en seguridad y profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Hasta el momento, sin embargo, López Obrador ha sorprendido con su manejo de la política internacional pese a no tener apenas experiencia en ese campo, y se enfrentó a Trump y a su a veces amenazador lenguaje hacia México.

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