El Diario de Juárez
2018-05-30
En 2006, Andrés Manuel López Obrador perdió por muy poco su primera contienda presidencial. Rehusándose a admitir su derrota, se declaró el presidente legítimo de México. Anteriormente, en un discurso había arremetido contra las instituciones del gobierno mexicano, publica hoy The Wall Street Journal.
“Aunque a mis contrincantes no les guste, que se vayan al diablo con sus instituciones”, gritó el canoso político a la entusiasmada multitud.
Ahora el nacionalista de 64 años se encuentra a semanas de las elecciones en las cuales contiende por tercera ocasión por la Presidencia. Los sondeos lo colocan como el candidato a la cabeza, con indicios de una victoria aplastante. Dicha posibilidad ha dividido al país, aterrorizando a muchos de los principales empresarios de México y emocionando a numerosos mexicanos promedio que están hartos de la corrupción de la política regular, el lento crecimiento y la violencia por las nubes.
De tomar López Obrador posesión como presidente —esta vez de verdad— no está complemente claro cuál hombre se presente. Muchos temen que se trate del apasionado activista social con veta autoritaria que divide al país en dos, lo que denomina “la mafia del poder” y “las personas buenas y honradas”. Otros tienen la esperanza de que sea el López Obrador que cuando fue Jefe de Gobierno de la Ciudad de México probó ser un administrador práctico, uniendo esfuerzos con el magnate de las telecomunicaciones Carlos Slim a fin de reconstruir zonas habitacionales muy pobres.
Para Estados Unidos se halla en juego casi tanto como para México. Durante los últimos 25 años, México se ha convertido en un estrecho aliado político y un crucial socio económico. La relación se ha mantenido inclusive durante los recientes desacuerdos en torno a la inmigración y el Tratado de Libre Comercio provocados por la belicosa postura de la administración Trump.
Tal vez todo eso cambie si López Obrador se convierte en presidente.
“López Obrador estará pensando primero en México”, dijo Andrew Selee, autor de Fronteras que Desaparecen, un libro sobre la relación entre México y Estados Unidos. “A diferencia de los gobiernos mexicanos recientes, los cuales consideraban a Estados Unidos un gran factor para el futuro económico de México, él no le ve a Estados Unidos ningún papel mayor en la economía mexicana en los próximos años”.
Durante la campaña, López Obrador ha manifestado que trataría al presidente Trump con “cautela y respeto”. Los dos hombres comparten bastante: ambos tienen un don para la mercadotecnia y como nacionalistas económicos con instinto para dar vuelcos a las convenciones políticas. López Obrador ha coincidido con el presidente estadounidense en que con el nuevo TLC deben aumentarse los salarios de los trabajadores mexicanos.
López Obrador además ha prometido que si Trump continúa menospreciando a México él responderá igual —prometiendo incluso embarcarse por Twitter en una guerrilla con el mandatario de Estados Unidos—. En lo que fueron sus comentarios más fuertes respecto al presidente estadounidense, el año pasado López Obrador dijo en un discurso en Los Ángeles que la retórica antiinmigrante de Trump era racista, xenofóbica y “neofascista”.
Antes de buscar la Presidencia, López Obrador se caracterizó por organizar movilizaciones masivas y por sus confrontaciones.
Ahora, promete la “Cuarta Transformación” de México, la cual, según asegura, pondrá fin a la “prolongada noche oscura del neoliberalismo” –en referencia a los decenios desde que México privatizó la mayoría de las compañías estatales. López Obrador considera su llegada al poder la culminación de la épica historia mexicana de lucha contra las élites del poder que han mantenido a millones de personas en la pobreza.
“Vivimos en una república falsa”, dice a menudo durante sus mítines alrededor del país.
A pesar de su aparente austeridad personal, muchos temen que López Obrador quiera retomar la economía dirigida por el Estado que el PRI adoptó durante el Siglo XX, cuando el Gobierno dio a poderosos grupos de interés el control de sectores claves de la economía. López Obrador ha prometido cancelar la reciente reforma educativa mexicana, con la cual se intentó poner orden en el poderoso sindicato magisterial estableciendo exámenes basados en los méritos.
Los inversionistas extranjeros están nerviosos por los planes que López Obrador tiene de reconsiderar la apertura mexicana a la inversión privada en la industria petrolera. También les preocupan sus amenazas de cancelar el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, actualmente en construcción.
Dicho discurso a muchos mexicanos les recuerda al presidente Luis Echeverría, quien gobernó México en los años 70. Echeverría combinó políticas para sustituir las importaciones, gasto gubernamental muy elevado y retórica socialista. La historia terminó mal: la inflación se fue por las nubles y el peso se devaluó por primera vez en 22 años.
López Obrador se ha referido a menudo a sí mismo en términos religiosos, incluyendo metáforas bíblicas en sus discursos. Con frecuencia se dice perseguido, sin evitar mencionar públicamente a los presuntos conspiradores.
El político también ha dicho confiar poco en los nacientes grupos mexicanos de activismo sin fines de lucro que muchas veces encabezan la lucha contra la corrupción gubernamental y la falta de transparencia.
El historiador mexicano Enrique Krauze, quien alguna vez escribió que López Obrador era un “mesías tropical”, dijo en entrevista: “no sé si el Congreso, la Suprema Corte y las instituciones independientes de México como el Banco Central y los medios puedan resistir el poder personal de López Obrador”.
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