Nacional

Hallan rastros de sociedades democráticas en Mesoamérica

El Diario de Juárez

2018-03-24

El candidato para un cargo político estaba en medio de la plaza, desnudo, aguantando los golpes y las patadas. La multitud rugía a su alrededor, pulsando como un corazón latente. Gente por la que una vez él arriesgo su vida en una guerra tras otra ahora le lanzaba golpes e insultos de todas direcciones. El candidato respiró profundo. Entrenado como guerrero, sabía que debía guardar la calma para llegar a la próxima fase de su candidatura.
Esta dura experiencia, documentada por un sacerdote español en el siglo XVI, fue apenas el comienzo de un largo proceso para conformar al gobierno de la ciudad mesoamericana de Tlaxcallan, construida alrededor de 1250 D.C. en las colinas aledañas de la ciudad moderna de Tlaxcala, México. Después de terminada esta prueba, el candidato entraba a un templo a una orilla de la plaza y se quedaba ahí por hasta dos años, mientras que los sacerdotes lo instruían en la moral tlaxcalteca y el código legal. Ahí pasaría hambres, era golpeado con látigos espinosos cuando se quedaba dormido, y se le exigía cortarse para dar en ofrenda su sangre en rituales muy elaborados. Pero cuando salía del templo, sería algo más que un guerrero: Sería un miembro del senado tlaxcalteca, uno de los 100 hombres que tomaban las decisiones militares y económicas más importantes de la ciudad.
“Me gustaría ver a los políticos modernos hacer eso, sólo para demostrar que pueden gobernar”, dice el arqueólogo Lane Fargher, parado bajo la sombra de una de las plazas elevadas tlaxcaltecas recién restauradas. Fargher ha estado al frente de varias inspecciones y excavaciones aquí desde el 2007, estudiando el plan urbano y la cultura material de un tipo de sociedad que muchos arqueólogos nunca pensaron encontrar en Mesoamérica: una república. “Hace veinte o 25 años, nadie hubiera aceptado que la ciudad estaba organizada de dicha manera”, dijo Fargher, quien trabaja en el instituto de investigación Cinvestav en Mérida, México.
Ahora, gracias en parte al trabajo conducido por el mentor de Fargher, Richard Blanton, un antropólogo de la Universidad de Purdue en West Lafayette, Indiana, Tlaxcallan es una de varias sociedades pre-modernas de alrededor del mundo que los arqueólogos creen que estaban organizadas de manera colectiva, donde sus líderes compartían el poder y los plebeyos tenían una voz en el gobierno que presidía sobre sus vidas.
Estas sociedades no eran necesariamente democracias totales en las que los ciudadanos emitían sus votos, pero eran radicalmente distintas a la mayoría de aquellas primeras sociedades autocráticas en las que el poder era hereditario –o así se asumía. Siguiendo las ideas originalmente teóricas de Blanton, los arqueólogos ahora dicen que estas “sociedades colectivas” dejaron rastros evidentes en su cultura material, tales como la repetitiva arquitectura, el énfasis en los espacios públicos en lugar de palacios, la dependencia de la producción local en lugar de los exóticos productos obtenidos por medio del comercio, y brechas menos acentuadas de riqueza entre las élites y la plebe.
“Blanton y sus colegas abrieron una nueva manera de examinar nuestra información”, dice Rita Wright, una arqueóloga de la Universidad de Nueva York quien estudia la civilización del Valle del Indo, de 5 mil años de antigüedad, en lo que hoy es India y Pakistán, la cual también muestra señales de un gobierno colectivo. “Un completamente nuevo academismo ha surgido del estudio de esas complejas sociedades”.
“Creo que es un parteaguas”, según concuerda Michael E. Smith, un arqueólogo de la Universidad Estatal de Arizona (ASU) en Tempe. “Yo lo llamo el trabajo más importante en la arqueología de la organización política en los últimos 20 años”. Él y otros están trabajando para extender las ideas de Blanton e introducirlas a un método comprobable, con la esperanza de poder identificar aquellos estados colectivos por medio de los objetos que dejaron como legado. (Con información de Science)

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