Nacional

Periodistas mexicanos huyen para salvar su vida; existen pocos refugios

El Diario de Juárez

2018-02-05

Durante las noches en vela en un centro de detenciones inmigratorias en la frontera texana, Emilio Gutiérrez Soto ha tenido mucho tiempo para pensar. Temblando en un ligero colchón con sábanas delgadas, a sus 54 años Gutiérrez se encuentra dándole vueltas a la misma pregunta: ¿valió la pena?
¿Valió la pena escribir esos artículos criticando a las fuerzas militares mexicanas? ¿Valió la pena tener que huir de México tras recibir amenazas de muerte?
A muchos kilómetros de distancia, en una metrópoli mexicana, Julio Omar Gómez no se encuentra encerrado tras rejas, pero bien podría estarlo.
Desde la primavera, Gómez, de 37 años, ha estado viviendo bajo protección del Estado en un reducido apartamento anónimo muy lejos de su hogar. Por lo general sólo sale para acudir a las citas con su sicólogo, quien lo atiende por su ansiedad y su estrés postraumático.
También Gómez se pregunta si el periodismo valió la pena. ¿Valió los tres ataques contra su vida exponer la corrupción gubernamental en el estado de Baja California Sur? ¿Valió la pena tener que esconder a sus hijos?
De acuerdo con una publicación de Los Áneles Times, el año pasado, en México aparecieron muertos reporteros y fotógrafos a un ritmo de aproximadamente uno al mes, convirtiéndolo en el país más peligroso del mundo después de Siria para los periodistas. Se trataba de algunos de los investigadores más intrépidos y críticos más incisivos, abatidos cuando andaban de compas, cuando descansaban en una hamaca, cuando llevaban a sus hijos a la escuela. En enero, el columnista de opinión Carlos Domínguez, de 77 años, hacía alto en un semáforo acompañado de sus nietos cuando tres hombres lo apuñalaron 21 veces.
Es menos conocido el hecho de los más de 20 periodistas quienes, como Gutiérrez y Gómez, han dejado sus trabajos, sus domicilios y sus familias a efecto de salvar sus vidas.
No existen buenas opciones para los periodistas mexicanos que huyen.
De los cerca de 15 que en años recientes han escapado a otros países, la mayoría han buscado refugio en Estados Unidos, de acuerdo con defensores de la libertad de prensa.   
Aunque durante el gobierno de Obama unos cuantos obtuvieron asilo, con el presidente Trump la norma ha sido el rechazo o la detención prolongada. Ello ocurre a pesar de que el gobierno estadounidense ha hecho del combate a la violencia contra los periodistas una de sus prioridades en México, financiando programas de libertad de prensa y capacitando a aproximadamente tres mil trabajadores de los medios en varios temas, incluyendo seguridad, en años recientes.
En noviembre a Gutiérrez se le denegó el asilo tras casi 10 años en Estados Unidos. Estaba a punto de ser deportado cuando el Consejo de Apelaciones Inmigratorias accedió en diciembre a reconsiderar su caso. Gutiérrez está seguro de que si lo mandan a su país lo matarán.
“Quieren entregarme al mismo gobierno que me quiere muerto”, dijo en entrevista en el interior del extenso centro inmigratorio de El Paso. “Yo nada más quiero un lugar donde encontrar la paz”.
El futuro también es incierto para los periodistas que se ocultan en México.  

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