Agencia Reforma
2017-09-08
Ciudad de México— La distancia del epicentro, la profundidad y la placa tectónica donde se originó el sismo del jueves salvó a la Ciudad de México de una catástrofe como la de hace 32 años.
Gerardo Suárez, investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM, explicó que el sismo de magnitud 8.1 del 19 de septiembre de 1985 se originó a 400 kilómetros de la capital, en las costas de Michoacán. En contraste, el temblor del día 7, de magnitud 8.2, tuvo su epicentro a 700 kilómetros.
“Las ondas sísmicas llegaron más atenuadas, menos fuertes. Por eso duró menos y tuvo una deformación menor del suelo, lo que causó menos daños a la Ciudad”, dijo.
Ningún sismo, explicó Suárez, es intrínsecamente oscilatorio o trepidatorio; quienes están más cerca del epicentro, lo sienten trepidatorio, como reportaron en Chiapas y Oaxaca, estados con los mayores daños.
Debido a que la Ciudad se construyó sobre terreno lacustre, agregó, los sismos distantes suelen sentirse más largos y oscilatorios.
Suárez indicó que en la costa del Pacífico mexicano se junta la placa de Cocos, que está en el mar, con la placa de Norteamérica, que está bajo el territorio mexicano.
“Los grandes temblores, como el de 1985, ocurren en esa zona de contacto. Este temblor es diferente porque ocurrió en el interior de la placa de Cocos, que se está metiendo por debajo del continente”, detalló.
Esto implica que el temblor se originó a una mayor profundidad, a 58 kilómetros, según el Servicio Sismológico Nacional. Aun así, es el más fuerte registrado desde que se cuenta con instrumentos de medición.