Nacional

Robo arqueológico se dispara en el país

El Universal

2016-05-15

Ciudad de México— Joel Santos es un arqueólogo curtido que olfatea los pasos de contrabandistas arqueológicos, quienes suelen dejar escenas desaseadas en sus saqueos: tierra revuelta y amontonada, pedazos de cerámica, tapas de las llamadas tumbas de tiro [entierros] en desacomodo, leña quemada que usan para alumbrar en el interior, huesos de personajes antiguos. A veces con daños irreparables.
Sinaloa mantiene bóvedas subterráneas que llevan ocultas cientos de años. Por dentro se asemejan a un sauna con olor a humedad en una penumbra total. Permanecen piezas de antepasados prehispánicos de jerarquía importante. Algunas están intactas, otras son resguardadas bajo estudio y unas más terminan en manos de asaltantes. Capítulos de la historia saqueados. Intercambiados por dinero para terminar en colecciones privadas o extranjeras. Los responsables se camuflan por las noches con palas y picos sin conocimiento del significado de su historia.
“Es muy caluroso por dentro. Se sofoca uno. Si estás en un subterráneo con poco espacio vas a sudar”, cuenta el arqueólogo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), adscrito a Sinaloa, en referencia a las tumbas, cuyos tamaños varían de los dos a los 15 metros.
“Me di cuenta que se estaba generando un tipo de red, posiblemente con tráfico de piezas en el sur del estado”, puntualiza Santos. En el mapa del robo, comenta el especialista, occidente es la región más afectada, aunque según reportes obtenidos por El Universal, vía la Ley de Transparencia, en los últimos casi 10 años se aseguraron mil 282 piezas arqueológicas en la República Mexicana.
En el desglose no se incluyen estados del occidente (salvo Jalisco), considerados “puntos rojos” por los arqueólogos consultados. En ese reporte, la Ciudad de México registra la mayor tasa de aseguramientos, pero no determina el lugar de origen de las piezas, entre las que destacan figurillas antropomorfas y zoomorfas.
De los datos proporcionados por la Procuraduría General de la República (PGR) se desprende que de 2013 a 2015 hubo un aumento de 985% en el robo de piezas arqueológicas, pasando de siete a 76.

Tecnosaqueadores

A mediados del siglo pasado se produjo una fiebre de tráfico ilícito de bienes arqueológicos. Lo hacían desde amateurs hasta contrabandistas especializados contratados por “un círculo de coleccionistas que se conocen entre sí”, explica Joel Santos. En ese periodo el patrimonio mexicano fue “muy afectado”. Aunque en la actualidad existen otros factores que lo dañan, como nuevas construcciones o el vandalismo de pobladores por ignorancia, este nicho criminal cobra fuerza, sobre todo con el avance de la tecnología.
“Es un problema grave de mucho tiempo, a veces se exacerba por el deterioro del patrimonio. Hay saqueadores de todo: casuales, de tipo hormiga, que saben las zonas y empiezan a picotear, hasta llegar a gente especializada en estar buscando piezas en lugares en los que presumen que hay evidencia prehispánica. Con la tecnología de ahora están buscando tesoros incluso con drones. Lo más grave es que no hay denuncias”, lamenta Blanca Paredes Gudiño, perito en materia arqueológica.
Si bien es cierto que la tecnología es una herramienta de uso criminal, también comienza a beneficiar al estudio del patrimonio histórico y arqueológico. Por ejemplo, Joel Santos puso en marcha –en 2015– a Bitachi I, un dron nombrado así en la lengua yoreme, que significa avispón, con el cual se pudo observar lo nunca antes visto e interpretarlo de forma diferente.

CDMX, a la cabeza

La llegada de los españoles a Tenochtitlán marcó una era de saqueos. Se desconoce cuántas piezas u objetos, pero su permanencia tras vitrinas en territorio europeo es una evidencia. “El gran problema que ha tenido nuestro país desde la Conquista es el saqueo de piezas arqueológicas”, dice el profesor Santos.
El ojo fue puesto por cazadores de tesoros en la década de 1960 por “la estética de las piezas”, que procedían en su mayoría de tumbas de tiro, conocidas como “cavidades subterráneas hechas por las mismas culturas que permitieron conservar enteras las piezas arqueológicas. Hay una costumbre funeraria en toda esa región de enterrar a sus difuntos con los objetos”. Por eso, comenta, se volvió muy valorado y eso produjo que robaran muchas zonas.
De acuerdo con los 15 años de experiencia de Joel Santos, algunos de los estados que han enfrentado este problema —y que no aparecen en el registro de aseguramientos de la PGR— son Michoacán, Guanajuato, Colima, Jalisco y Zacatecas, así como algunos puntos de Durango y Sinaloa. “En Nayarit es donde me parece que se llevó una gran cantidad de saqueo, tiene que ver con esa especialización”, dice.

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