Nacional

Iban de puerta en puerta… y desaparecieron

Associated Press

2013-08-17

Distrito Federal— Una mañana soleada de invierno en 1984, dos jóvenes parejas estadounidenses vistiendo su mejor ropa de domingo iban de puerta en puerta en Guadalajara dando a conocer su fe como testigos de Jehová. Pocas horas después desaparecieron.
El mes siguiente, un periodista estadounidense salió con un amigo al final de un año sabático que se había tomado para escribir una novela de misterio. Los dos hombres también desaparecieron.
A los 10 días, Enrique "Kiki" Camarena, agente antidrogas estadounidense, también fue secuestrado, torturado y asesinado por el cártel de las drogas más poderoso de México, lo que provocó uno de los peores episodios de tensión entre Estados Unidos y México en décadas recientes. Mientras agentes de la DEA buscaban a los asesinos de Camarena, algunos testigos les dijeron que el cártel había confundido a los otros seis estadounidenses con agentes encubiertos y los había matado, al igual que a Camarena.
Rafael Caro Quintero, líder del cártel, fue liberado de prisión este mes, 12 años antes de cumplir su sentencia, luego de que un tribunal revocó su sentencia por tres de los asesinatos.
Para Estados Unidos y México, la liberación, que ocurrió sin información previa y antes del amanecer, ha desatado un gran esfuerzo por devolverlo a prisión. Para los familiares de los seis estadounidenses asesinados antes que Camarena, la decisión ha revivido amargos recuerdos de la brutalidad que en su momento fue el catalizador de la era moderna del narcotráfico en México.
“Nunca imaginé que esto sucediera, que Caro Quintero estuviera en liberad a los 60 años”, dijo Eve, viuda del periodista John Clay Walker y que ahora vive en Atlanta. “Probablemente no ha habido un día en los últimos 30 años que no haya echado de menos a mi esposo y que no haya deseado que estuviera aquí para ver crecer a las niñas”.
“Fue duro criarlas sola, pero tenía el consuelo de saber que el responsable estaba en prisión y de que seguiría ahí”.
El asesinato sistemático de siete estadounidenses en tres meses se destaca en el largo y sangriento historial del esfuerzo respaldado por Estados Unidos para aplastar el narcotráfico en México. Asesinar a agentes federales de Estados Unidos sigue siendo tabú para la mayoría del crimen organizado en México, al igual que la victimización deliberada de estadounidenses sin vínculos con la guerra contra el narcotráfico.
Walker tenía 37 años cuando, de acuerdo con testigos, él y su amigo Alberto Radelat, un dentista de Fort Worth, Texas, entraron a “The Lobster”, una lujosa marisquería de Guadalajara donde Caro y su grupo celebraban una fiesta privada. Otros han dicho que Walker y Radelat fueron secuestrados en la calle por hombres del capo mientras el cártel buscaba ansiosamente a los agentes de la DEA responsables de una agresiva ofensiva contra grandes operaciones de cultivo y tráfico de marihuana.
Los cuerpos torturados de Walker y Radelat fueron encontrados poco más de cinco meses después en un parque en las afueras de Guadalajara. Eve, la esposa de Walker, ayudó a identificar los cadáveres. Sus hijas, Keely y Lannie, cursaban la escuela primaria en Minneapolis.
Bajo la fuerte presión de Estados Unidos, Caro Quintero fue arrestado junto con los otros dos jefes del cártel de Guadalajara. Fue sentenciado a 40 años de prisión por los asesinatos de Camarena, Walker y Radelat, entre otros delitos. Sin embargo, el 7 de agosto, un tribunal falló que Caro Quintero debió ser juzgado en un tribunal estatal, no en uno federal, y anuló la sentencia.
“Es como echarle sal a una herida”, dijo Keely Walker sobre la liberación de Caro Quintero. “Yo pensé que todo se había acabado, que estaría en prisión”.
Walker fue un infante de la Marina estadounidense herido dos veces en Vietnam por minas terrestres que luego trabajó como periodista antes de trasladarse con su familia a México para escribir su libro. Walker y su esposa se hicieron amigos de Radelat, un dentista que planeaba tomar clases en Guadalajara.
Benjamín Mascarenas se convirtió en testigo de Jehová y conoció a su esposa Pat en una actividad de la iglesia. Trabajaron como mozos de limpieza en Reno, Nevada, antes de mudarse a Guadalajara, donde cuidaban la casa a un conocido acaudalado. Dennis y Rose Carlson se mudaron de Redding, California, para apoyar un esfuerzo evangelizador de su Iglesia en México.
Los cuerpos de las dos parejas nunca fueron hallados.
Dos oficiales de la policía estatal dijeron que habían ayudado a secuestrar y matarlas por órdenes de Caro Quintero y del capo Ernesto Fonseca Carrillo, de acuerdo con el agente Héctor Berrellez, quien dirigió la operación con sede en Los Angeles que fue tras quienes participaron en el asesinato de Camarena.
Los testigos de Jehová tocaron sin saber a la puerta de Fonseca mientras evangelizaban el 2 de diciembre de 1984, dijo Berrellez. Creyendo que eran agentes encubiertos, los capos hicieron que sus hombres los mataran, agregó.
Dennis Carlson era “otro buen tipo” dedicado a predicar su fe, recordó su hermano Stanley, de 58 años. “No buscamos ningún tipo de reivindicación o venganza ... creemos que hay un mejor mundo que espera a la gente de fe”. (Associated Press)

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