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No se quiere morir sin volver a ver a su hijo

Antonio Flores Schroeder
El Diario de Juárez

2018-07-25

María Dolores no se quiere morir sin volver a ver a su hijo. Hace 18 años, Hilario Abraham Sañudo salió de su casa localizada en la comunidad de Estación Naranja, Sinaloa, a San Luis Potosí.
En ese entonces ella tenía 59 años y él 26. Iba con el sueño de conseguir trabajo, al menos eso fue lo que dijo. Llevaba algunos documentos como el acta de nacimiento y el certificado de preparatoria. Por eso le creyeron.
Eso sucedió en el verano del 2000. Tres meses después de su partida, el hombre se comunicó al teléfono de una vecina para que informara a su familia que ‘ya había llegado’.
Esa fue la última vez que supieron de él hasta que hace 3 años se enteraron que se encontraba a 680 kilómetros de su tierra, justo en Ciudad Juárez.
Hilario Abraham es el uno de los siete hijos de doña María. Su hermana, Emiliana dice que son cinco mujeres y dos varones.
La historia de este sinaloense forma parte de las 35 mil personas en México de las que no se sabe dónde están, de acuerdo al Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas (RNPED).
Su mamá y su hija se enteraron que se encontraba en esta frontera, por una publicación y la noticia los estremeció. En noviembre de 2013, en medio de la guerra que libraban grupos del crimen organizado, se enteraron que en septiembre Hilario Abraham había sido detenido en posesión de droga.
Fue demasiado tarde. A través de del Desarrollo Integral de la Familia (DIF) de Sinaloa, lograron informarse que Hilario había sido liberado tras permanecer 36 horas detenido.
Desde entonces, asegura su hermana, han hecho casi todo lo posible para encontrarlo.
“Cuando nos dimos cuenta que había sido arrestado, ya habían pasado dos meses y supimos que alguien pagó una fianza, lo agarraron con seis cigarros de marihuana”, relata Emiliana a través de una llamada telefónica.
Se le oye un poco triste. Una y otra vez insiste en que su mamá quiere verlo, que ya tiene 77 años y que no puede morirse sin saber qué ocurrió con él.
La familia se ha apoyado en las autoridades locales para intentar saber de su paradero. Saben que no está en el Cereso ni en el Cefereso y eso les ha dado una esperanza para encontrarlo con vida.

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