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Vacaciones escolares, el dilema de madres solteras

Verónica Domínguez
El Diario de Juárez

2018-07-14

Elena trabaja seis días a la semana, cuatro de ellos entre las once horas y las seis de la tarde. Durante ese tiempo y debido a que están de vacaciones, sus tres hijos se quedan solos en la casa, ubicada en la zona norponiente de la ciudad.
Sin contar con alguien que los cuide, la madre de familia dice pasar el tiempo en su trabajo desesperada mientras a ellos –de 7, 10 y 15 años– trata de ocuparlos en labores domésticas y, constantemente, en juegos de mesa y videos en sus teléfonos.
“No los puedo sacar ni al parque de la esquina, porque se les antoja a los niños un elote, unas papitas y no tengo para comprarles. O comemos o salimos”, dice la mujer de 33 años, empleada como mesera en un restaurante de la zona Pronaf.
Los hijos de Elena –cuyo nombre ha sido modificado por seguridad de su familia– forman parte de los 300 mil niños que pertenecen al sistema de educación básica y que ahora gozan de su período vacacional.
Para los hijos de Elena, este tiempo transcurre en tres habitaciones en las que ella los resguarda del peligro. Dejarlos salir, dice la madre, le provoca nerviosismo.
Cuando tiene que ir a trabajar en fin de semana por la noche, la preocupación todavía es mayor. Prácticamente su hija de 15 años es quien se queda al cuidado de su hermanitos.
La dinámica de la familia es simple. Los niños tienen asignadas actividades de limpieza para después tomar un descanso.
Entre risas y abrazos con mamá, Carlos, el pequeño del hogar, aún no comprende la ausencia de la madre ni que con el dinero que gana Elena no alcanza para mucho.
Mientras Sofía, de 10 años, se divierte pintándose las uñas, Mireya, la mayor, se entretiene con el celular y observa lo que hacen sus hermanos.
Ojerosa y cansada por ocho horas de trabajo nocturno, la madre se levanta apurada para iniciar su día normal.
Además de los desvelos que le provoca pensar en cubrir los gastos de agua, luz, gas, alimentación, pago de renta y colegiaturas, tiene que preocuparse por una demanda que interpuso por la manutención de sus hijos.
El padre de los niños pocas veces los visita y, de él, dice Elena, no tiene apoyo moral ni económico.
La única diversión que tienen es la alberca de un vecino que, en ocasiones, los invita. Salir a cualquier lugar, explica Elena, le generaría gastos de transporte y antojos que no puede cubrir ya que su salario es el mínimo y las propinas no siempre son buenas. 

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