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Relata periodista juarense su arresto por parte de la Patrulla Fronteriza

El Diario de Juárez

2018-06-27

La periodista juarense Hérika Martínez Prado fue detenida el pasado 18 de junio por la Patrulla Fronteriza, mientras tomaba imágenes a través de la malla fronteriza, del centro de detención temporal para menores migrantes ubicado en Tornillo, Texas, frente al Valle de Juárez.

A continuación, ofrecemos a nuestros lectores su narrativa de los hechos:

"Confieso que es complicado escribir esto, porque me siento agotada mentalmente al revivirlo todo y porque no estoy acostumbrada a ser yo parte de la historia que escribo, pero estoy segura que podrá servir para que otros compañeros periodistas no pasen por lo mismo durante sus coberturas en la frontera entre México y Estados Unidos.
Yo soy periodista en Ciudad Juárez desde 2005. Durante casi 11 años trabajé para el periódico Norte de Ciudad Juárez. En 2015 gané el Premio Nacional de Periodismo en México y actualmente colaboro para Agence France-Presse (AFP) como fotoperiodista, en redacción y en video, y colaboro como reportera en el periódico El Heraldo de México.
Estudio el quinto trimestre de  la maestría en Periodismo Político en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, en un convenio de ésta con la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ). Y desde el año 2000 cuento con una visa de turista para ingresar legalmente a Estados Unidos.
Mi trabajo se ha especializado en la cobertura del dolor en la frontera, principalmente de temas de migración, inseguridad y género, siempre de lado mexicano.

El lunes 18 de junio, Christian Torres, quien colabora como fotoperiodista para agencias de noticas AP y Xinhua y yo fuimos detenidos durante 16 horas por la Patrulla Fronteriza, cuando tomábamos imágenes a través de la malla fronteriza, del centro de detención temporal para menores migrantes ubicado en Tornillo, Texas, frente al Valle de Juárez.
Todas mis historias son tomadas desde lado mexicano, ya que yo trabajo para la oficina de México de la AFP, y ellos cuentan con periodistas en Estados Unidos.
La historia de los menores migrantes que eran separados de sus padres al momento de cruzar la frontera obviamente me conmovió. Y ese día, más que por el tema del momento, me llevó hasta malla fronteriza  el interés por comprobar que realmente estaba ocurriendo eso, que tenían a los menores solos, bajo carpas, lejos de sus padres.
Durante los últimos dos años he retratado muchas veces el muro y la malla fronteriza que se encuentran en las zonas de Anapra, en Ciudad Juárez, México, frontera con Sunland Park, Nuevo México, así como  en el ejido de Jerónimo, municipio de Juárez, en la frontera con Santa Teresa, Nuevo México.
En ambos casos el muro o la malla dividen ambos países y siempre pensé que en la zona de Tornillo, Texas y el Valle de Juárez era igual.
Por eso, después de aplicar el protocolo de seguridad que realizo siempre voy a un lugar de alto riesgo, ambos nos acercamos a tomar imágenes del albergue a través de la malla fronteriza, desde el mismo punto donde muchos otros compañeros lo han hecho antes y después que nosotros.
Desde el año 2000 yo  cuento con documentos para ingresar legalmente a Estados Unidos como turista. En 2010 renové la visa y se me otorgó  la B1/B2 Visa Corder Crossing Card, la cual tiene vigencia hasta el 11 de noviembre de 2020. Chirstian también tiene documentos para ingresar de manera legal a Estados Unidos, pero nuestra intención nunca fue cruzar, ni para trabajar allá, ni para pedir asilo político. Ambos llegamos fácilmente hasta la malla fronteriza.
Yo no sabía que lo que parece un sembradío, con árboles es en realidad parte del Río Bravo o Río Grande, el cual me dijeron los agentes que no tiene una gota de agua porque hace meses cerraron las compuertas para que no llegue el agua al Valle de Juárez.
Nosotros no conocíamos esa zona fronteriza, y en ese punto en ningún punto se especifica en dónde empieza Estados Unidos, por lo que el desconocimiento nos llevó hasta ahí, la malla fronteriza que nosotros pensamos dividía ambos países.
Cuando tomábamos a través de la malla fronteriza a los menores primero formados afuera de las carpas del albergue y después jugando futbol, de pronto llegó una Patrulla Fronteriza, lo que nos sorprendió a ambos.
Debido a la seguridad de que estábamos en México nunca intentamos huir, por le contrario, yo tomé tres fotos de la unidad que se acercó a mi compañero. Y me acerqué para ver porqué estaba una Patrulla Fronteriza en México, nunca intenté huir o correr.
Aunque nos identificamos como periodistas desde el primer momento, la Patrulla Fronteriza nos trasladó a tres estaciones diferentes. En la primera estación nos entrevistaron unos supervisores, nos tomaron fotografías, momento que confieso fue muy difícil para mí. Después nos hicieron firmar que autorizábamos que pudieran hacer una copia de todo el material que habíamos tomado en las cámaras y en los teléfonos celulares, incluidas fotografías, llamadas y mensajes.
Nos hicieron esperar horas en lo que un fiscal revisaba todo nuestro material. Un agente nos confesó que nunca había pasado algo similar con periodistas, pero sí con policías mexicanos, a quienes trasladaron con todo y sus armas después de haber pisado suelo estadounidense sin saberlo.
Aunque el trato de los primeros agentes, latinoamericanos, fue amable y siempre trataron de tranquilizarnos y explicarnos que estaban actuando conforme  a su protocolo pero que todo estaría bien, fuimos trasladados a una celda.
Mientras éramos interrogados pude observar a un sinnúmero de familias, principalmente centroamericanas, que llegaban a la central de la Patrulla Fronteriza custodiadas por agentes.
Durante todo el tiempo observé a las mujeres migrantes que llegaban con sus hijos, en algunos casos con sus esposos, también había hombres y adolescentes solos. Todos llegaban y esperaban sentados en el suelo su turno para ser interrogados y trasladados a una celda. Sólo vi a dos hombres que llegaron esposados por un agente estadounidense.
Un agente que parecía de orígenes mexicanos escuchaba emocionado las canciones de Los Tigres del Norte y creo que eso relajaba un poco el ambiente de los migrantes, mientras los interrogaba de manera sonriente.
Algunos niños se veían cansados, quizá después de días de transitar desde su país hasta ahí. Y otros se mostraban completamente ajenos a lo que ocurría y le sonreían a los agentes a través de los cristales.
A las 10:30 de la noche nos dejaron hacer una llamada y yo le hablé a un compañero fotoperiodista para que se comunicara con mi familia, con la AFP, donde hasta entonces no sabían nada de mi, y con las autoridades del Valle de Juárez, donde dejé mi carro.
Hasta entonces nos dijeron que el fiscal había decidido que sólo sería una sanción administrativa, con una recomendación de cancelación de visa, pero que todo estaba bien.
Un agente nos dijo que debido a esa recomendación podían cancelar mi visa al día siguiente, en una semana, un mes o nunca. Y nos recomendaron buscar a un abogado al regresar a México.
Nos dijeron que en ese momento no podían dejarnos regresar a México porque es un país muy peligroso, porque ya era de noche y porque yo soy mujer y corría muchos riesgos, lo que teníamos que esperar hasta el amanecer.
A través de los espejos yo veía mujeres asomándose con sus hijos en brazos, niños dormidos  en la misma celda que sus mamás y hombres envueltos en plásticos térmicos de color plateado.
Aunque nos tranquilizaron un poco, nosotros teníamos miedo, estábamos llenos de incertidumbre, pedimos que nos dejaran en la celda de entrevistas donde nos habían tenido hasta entonces, y donde se leían mensajes tallados en la pared como “Bebo” y “Chikitin 14”, escrito por migrantes que habían estado ahí. Pero nos dijeron que no podíamos estar juntos por ser hombre y mujer.
Nos pusimos más nerviosos cuando vimos que uno de los hombres dentro de las celdas no dejaba de temblar y veíamos cómo sus plásticos no dejaban de moverse por el aire.
Finalmente nos trasladaron a una celda a cada uno, donde estuvimos solos, siempre vigilados por una cámara de seguridad.
Yo estuve en una pequeña celda con grandes ventanas de vidrio, en la cual había una pequeña división y después estaba una taza de baño y un lavabo con aspecto de bebedero, pero me sentía intimidada al saber que estaba siendo vigilada.
En mi celda había una pequeña banca de madera, de aproximadamente un metro de largo, en la cual me dormí a ratos, siempre esperando el momento de salir, preocupada por mi familia e imaginando la desesperación de las familias de migrantes que estaban en las otras celdas.
Me dieron un plástico térmico plateado, pero aproximadamente a las 11 de la noche llegó una agente para revisarme, me dijo que ya sabía lo que había pasado, que todo iba a estar bien y me llevó otra cobija para que recostara la cabeza.. También me preguntó nuevamente si ya había cenado.
A Christian le insistió que cenara, porque no había querido, y le llevó un pequeño burrito de frijoles en una bolsa, un jugo y una galleta en barra; lo mismo que me habían dado a mi unas dos horas antes.
Frente a mi celda había un reloj, por lo que estar al pendiente de la hora me hizo más larga la noche. Aunque dormía en ratos, la posición incómoda en la pequeña banca, el frío en los pies, el frio de la pared y los nervios de estar en una celda y en otro país me despertaban, esperando que dieran las 7 de la mañana, porque nos dijeron que a esa hora nos dejarían ir. Me sentía vigilada.
Hasta entonces el miedo y los nervios se habían apoderado de nosotros, pero el trato de los agentes había sido amable. Pero a las 5:30 hubo cambio de turno, a esa entraron nuevos agentes y me quitaron la cobija que me había llevado la agente.
Una hora después, un agente nos sacó de la celda, y junto a otro agente otros me hicieron firmar las hojas de la detención, uno de ellos hablándonos siempre con voz muy alta y molesto. Me dijo que no podía quedar así, que éramos un mal ejemplo para la gente.
Mientras yo firmaba los documentos, mi compañero volteó a ver la televisión, donde transmitían un partido de la Copa Mundial de Futbol y el mismo agente se molestó por eso y lo reprimió.
También se molestó porque debido al frío del lugar, el mismo frío que causan los nervios, Christian encorvó la espalda y metió las manos a la bolsa del pantalón, aunque ellos ya lo habían revisado y sabían que no traía nada.
Yo los veía molestos por cómo habían llenado sus compañeros una noche antes el procesamiento.
Me pidieron firmar la cancelación de mi visa por 5 años, le pregunté al agente qué pasaba si no firmaba y se molestó más, me dijo con voz muy fuerte que yo había cometido un delito, que si no firmaba me volverían a meter a la celda, que me llevarían con un juez, que pasarían dos, tres o cinco días, que quizá me llevarían a la cárcel y que finalmente me iban a deportar sin la visa. Buscaba intimidarnos, y lo logró.
También me preguntaba en forma burlesca que si era periodista cómo no conocía la frontera, y aunque yo le explicaba que en Anapra y Santa Teresa la malla divide la frontera, él estaba muy molesto y después decía que yo le dije que vivía en Anapra y cuando le dije que no, que yo dije que tomaba fotos en Anapra me preguntó de manera irónica “¿Ah, ya no vive en Anapra?, ¿Ahorita sí vivía en Anapra y ya no?”.
El agente del Instituto Nacional de Migración (INM) que llegó por nosotros fue testigo de cómo nos hablaba y nos sugirió levantar una queja.
Después de 16 horas de estar detenidos, en la mañana los agentes nos hicieron sentir psicológicamente mal, nos recriminaban haber confundido la frontera, y me hicieron sentir como si hubiera atentado contra la vida de alguien o contra la seguridad nacional de su país, cuando yo lo único que hacía era tomar fotografías creyendo que estaba en mi país.
Mi intención nunca fue pedir asilo político a Estados Unidos, como me lo preguntaron una y otra vez. Tampoco quería trabajar en Estados Unidos, ni entrar de manera ilegal.
Ahora me preocupa la cancelación de mi visa, ya que al igual que miles de juarenses y paseños tengo una vida transfronteriza, he acudido a Estados Unidos a cursos de seguridad para periodistas organizados en Washington por Fundación MEPI, el Consulado de Estados Unidos en Ciudad Juárez me becó en 2007 a través de El Diario de Juárez para acudir a una semana de periodismo a Quito, Ecuador. Y parte de mi equipo fotográfico lo he comprado en El Paso, Texas.
Pero sobretodo me parece que no utilizaron el criterio, ya que desde el primer momento confirmaron que éramos periodistas, que al secarse el río y no haber señalamientos de que es un rio se hace invisible la división y por eso nosotros pensamos que la barrera era la malla fronteriza.
Me preocupa la falta de criterio, cuando comprobaron que sólo estaba tomando fotografías, que tengo visa y que por un error involuntario crucé los límites de ambos países para tomar imágenes a través de la malla. Y me preocupa que para Estados Unidos cometí un delito.
Al ver las imágenes de los menores acostados en el suelo, envueltos en el plástico plateado pienso que mi miedo se multiplica en ellos al infinito al estar lejos de sus padres, de su país, sin saber cuándo volverán a encontrarse.
Desde el lunes que ocurrió eso tengo dolor de cabeza a causa del estrés, y aunque dudamos en hacerlo público. Sabemos que esto podría quizás prevenir que otros compañeros pasen lo mismo, ya que es una zona donde muchos han hecho tomas de fotografía y video, debido a que es una zona donde es fácilmente confundible la frontera, y donde ni Estados Unidos ni las autoridades de México se han preocupado por poner algún señalamiento.
Afortunadamente, mi familia, mis jefes y compañeros de trabajo me han mostrado en todo momento su apoyo, lo que me hace sentir apoyada. Y aunque me siento temerosa de cubrir la frontera por la cercanía de lo ocurrido, también siento mayor empatía con los miles de migrantes que se ven obligados a salir de su país y llegar a Estados Unidos sin saber lo que ocurrirá con ellos. Su dolor e incertidumbre es ahora más que nunca un compromiso de cobertura para mí".

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