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Suplica niño que no maten a su papá; sicarios lo ignoran

Staff
El Diario de Juárez

2018-06-24

Aún en shock, Marisela se refugia con sus suegros. Para ella lo importante es la protección que la familia pueda darle a sus hijos, algo que ninguna autoridad le ofreció a ella y sus cuatro niños como testigos del triple homicidio registrado durante los últimos minutos del viernes en el fraccionamiento Riberas del Bravo, situado en la zona limítrofe entre México y Estados Unidos.
Descalza y con los pies inflamados, la madre no tuvo oportunidad de buscar sus zapatos al salir a medianoche para buscar refugio mientras atrás dejaba los tres cadáveres esparcidos en el patio de la casa que ocuparon casi dos años.
Su esposo, Bogar Efraín Lomas, de 38 años, fue asesinado junto a dos de sus amigos, de momento desconocidos.
“Mi hijo les pidió que no mataran a su padre. Les dijo que no, que no lo mataran, pero qué caso iban a hacerle”, exclama con dolor y rabia.
Marisela recientemente sufrió una caída y se lastimó un pie, por lo que fue incapacitada en la maquila donde labora. Ella estaba en la casa ubicada en la calle Riberas del Carmen acostada junto a sus hijos de 12, 8, 7 y 5 años, cuando los tres hombres llegaron corriendo a la vivienda en busca de refugio.
El acceso a la vivienda es por la parte trasera, ya que Marisela y Bogar adaptaron la sala como recámara y un ropero impide el acceso por la puerta principal. Por ese motivo los tres hombres corrieron al patio.
Tras ellos dos hombres que llevaban los rostros cubiertos dispararon al tiempo que insultaban a las víctimas. Su hijo alcanzó a ver la agresión y les suplicó por la vida de su padre y como respuesta presenció la descarga del arma de fuego sobre los tres hombres.
La madre, aterrada, sólo atinó a jalar a los niños con ella y por segundos pensó que seguían ellos. La puerta estaba abierta y los asesinos podían entrar.
“Pensé que nos iban a matar a mí y a los niños junto con ellos”, dice con balbuceos.
Los asesinos se retiraron y cuando escuchó que el vehículo se retiró, ella tomó a los niños y juntos salieron de la casa brincando entre los cuerpos. 
“Salí corriendo a la casa de mi suegra y luego llamamos a la Policía”, narra la mujer que ahora desconoce dónde va a vivir.
Riberas del Bravo… la inseguridad permanente

En el patio de la casa marcada con el número 433 de la calle Ribera del Carmen quedaron los rastros hemáticos de los cuerpos de los tres hombres asesinados.
Los cadáveres lastimados fueron recogidos por el personal del Servicio Médico Forense después de las tres de la mañana del sábado.
Los charcos de sangre fueron cubiertos con la ropa de invierno de los niños y decenas de moscas revoloteaban el sitio que poco a poco empezaba a oler a putrefacto.
La casa contigua al sitio donde ocurrió el triple crimen se encuentra abandonada y vandalizada. Al frente, otras seis fincas permanecen en ruinas al ser despojadas del último alambre de cobre.
Frente a la casa que fue escenario de la triple ejecución, no se observa a los vecinos. Sólo se escuchan los gritos efusivos de los residentes de la calle Ribera del Carmen que observan en sus hogares el partido de futbol entre México y Corea del Sur.
Parece que el hecho violento quedó en segundo término. Sólo los niños salen al observar a personas extrañas afuera de la vivienda donde hasta ayer radicaron los cuatro menores y sus padres.
“Oí los disparos, ocho, y mi padrastro salió a la calle a ver qué pasaba”, dice un niño de 10 años que observaba a los reporteros.
Una madre de familia que llegó a Juárez procedente del estado de Veracruz relata que ella llegó por la madrugada a su casa, al concluir su jornada laboral. A ella le permitieron el acceso dentro del área acordonada para llegar a su vivienda.
Pero el resto de vecinos que apenas llegaba a su casa, después de concluir su jornada laboral, tuvo que esperar hasta después de las 3 de la mañana para llegar a sus hogares a causa del cerco policiaco.
“Aquí falta mucha seguridad, las patrullas nomás vienen a recorrer unas cuantas calles y se van. Nunca están cuando se les necesita”, dijo la mujer que vive rodeada de sus familiares, también procedentes del sur del país y los cuales ocuparon casas que ahora están en proceso de compra, asegura.
“Yo de momento no tengo opción de irme a otra casa, no tengo a dónde más ir”, dice Marisela, quien teme regresar a la casa donde ocurrió el asesinato de su esposo.

redaccion@redaccion.diario.com.mx

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