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Rescatistas, vulnerables a huellas del suicidio

Fernando Aguilar/
El Diario

2018-03-31

Cuando la peor etapa de violencia que la ciudad haya atestiguado estaba atenuándose hace 6 años, una escena más cimbró como pocas lo habían hecho hasta entonces las emociones de Efrén.
Habituado a ver imágenes imponentes, él, un paramédico de la Cruz Roja local expuesto a los cruentos escenarios de la crisis de inseguridad de Juárez, no daba crédito a lo que observaba.
Una adolescente de apenas 13 años había consumado su intento de quitarse la vida y el equipo había acudido a su rescate, pero la muerte se les había adelantado.
Efrén recuerda hoy este caso como una de las experiencias más desagradables que ha vivido como paramédico, una historia que sirve para ilustrar otro rostro del problema de salud pública que son los suicidios.
Estos hechos no sólo tienen un impacto directo sobre los familiares y allegados de quienes los cometen; incluso perturban el estado de ánimo de los que están entrenados profesionalmente para atenderlos en virtud de que, afirman, nunca llegan a normalizarlos.
Efrén Soto Jurado, coordinador de Socorros de la Cruz Roja de Ciudad Juárez, describe la experiencia posterior a atender un suicidio como una sensación difícilmente explicable que se queda en la mente durante días.
“Es como una sensación de angustia, de incomodidad”, detalla. “Sabes que traes algo, pero no sabes qué lo produce. Hay cierto grado de afectación emocional. Es algo traumático que se queda grabado. No hay nadie dentro de una institución a la que no le afecte”.
Datos preliminares del Subsistema Epidemiológico y Estadístico de las Defunciones (SEED) indican que el año pasado, 70 personas de Ciudad Juárez se autolesionaron para quitarse la vida.
El 87 por ciento de estos daños corporales fueron producto del ahorcamiento, el estrangulamiento y la sofocación, en tanto que el 7 por ciento, por disparos con armas de fuego, consigna el SEED.
El envenenamiento por la exposición a productos químicos y sustancias nocivas y las lesiones con objetos cortantes corresponden al 3 por ciento cada una, muestra la fuente.
De acuerdo con el Subsistema, 8 de cada 10 personas que se suicidaron el año pasado eran hombres de entre 14 y 85 años.
El 19 por ciento de los hombres y mujeres que lo hicieron tenían entre 30 y 34 años; 17 por ciento entre 20 y 24, 13 por ciento entre 25 y 29, 13 por ciento entre 35 y 39, y 9 por ciento entre 15 y 19, son los rangos de edades con más casos.
El 29 por ciento restante pertenece a otros grupos etarios definidos por las autoridades de Salud, y que por separado representan la minoría.
Un análisis de esta información alimentada con datos de los certificados de defunción permite advertir que el caso de menor edad es una niña de 12 años que se suicidó el 22 de noviembre de 2017.
Hasta ahora, en casi tres meses que han transcurrido del año actual, la Cruz Roja ha acudido a cinco llamados de auxilio motivados por suicidios, tres de los cuales no lograron consumarse.
En todos los casos, los paramédicos de esta institución enfrentan esas impresiones residuales que quedan tras conocer que una persona atentó contra su vida mediante sesiones grupales que actúan como una especie de terapia, explica el coordinador de Socorros.
“Es como una gotita, una gotita que cae hasta que se llena el cantarito. De una u otra forma hay que sacarlo. Los que trabajamos en este ambiente sabemos que hay una línea muy delgada entre la vida y la muerte. Muchas veces te lo llevas a tu casa, no duermes. Lo acumulas”, dice Efrén.
La Cruz Roja cuenta con un protocolo que los rescatistas ponen en marcha cuando atienden suicidios que aborda incluso cómo ingresar a la vivienda o al sitio donde se lleva a cabo el acto.
El coordinador de Socorros detalla que cuando la persona pudo suicidarse, el trabajo de los técnicos en urgencias médicas se limita a consignar que efectivamente está sin vida.
Si lo está, lo que deben hacer es dejar que las autoridades correspondientes tomen el caso, pero, de lo contrario, si detectan signos de vida, deben llevarlo cuanto antes a un hospital.
“Es una experiencia muy entristecedora”, cree Efrén. “‘Sí te agüita’, sí te da lástima, pena. Es un sentimiento inexplicable. No encuentras las palabras. Lo ves y ves a una persona”.

faguilar@redaccion.diario.com.mx

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