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Tumbas entre basura y el olvido

Karen Cano/
El Diario de Juárez

2017-11-01

Rebasadas por la maleza, la basura y el olvido, reposan en el ‘Panteón de los Niños’ decenas de tumbas a las que nadie fue a visitar ayer, Día de Todos los Santos.
Sin velador que proteja el acceso al lugar de eterno descanso, en los montículos de tierra se adivinan los restos de seres humanos que no superaban el metro de estatura. Sólo algunas cruces y lápidas que permanecen de pie pueden dar fe de la identidad de quien ahí yace.
El cementerio se encuentra en un polígono ubicado en el cruce del bulevar Juan Pablo II y la avenida Francisco Villarreal Torres.
Rodeado ya de los fraccionamientos Jardines de Aragón, Veredas del Sol y Portales de Abadía, el panteón parece estar abandonado y no hay barandal o alguna protección que delimite el perímetro del territorio que abarca.
Datos periodísticos señalan que cuenta en su haber con unas 700 tumbas, las cuales fueron asentadas en el terreno desde el año 1900.
En estos registros también se dice que el cementerio pertenecía a ejidatarios que eran dueños de esos terrenos mucho antes de que los alcanzara la mancha urbana.
Aunque se le conoce en la comunidad como el panteón de los niños, también cuenta con tumbas de adultos, algunas incluso recientes, con poco más de una década de antigüedad.
Estas últimas tienen lápidas legibles que indican nombres y fechas de defunción y contrastan con otras tantas que ya ni siquiera cuentan con una cruz entera.
Otras se encuentran sumergidas en segmentos de maleza.
Destacan, de entre todas, algunas que cuentan con la peculiaridad de encontrarse situadas de ‘par en par’.
Uno de los casos es el de las tumbas de dos niños que según la inscripción de sus cruces tenían 1 y 10 años de edad y se apellidaban Gutiérrez.
Ambas cruces son iguales y están situadas exactamente una al lado de otra, e indican que quienes ahí se encuentran murieron apenas con unos meses de diferencia, eran menores de edad y contaban con los mismos apellidos.
Casos como ése se hacen presentes en al menos otras cinco ocasiones, con unas hermanas de apellidos Caldera, otras de apellido Jáquez, Arraiaga, Acosta y Apodaca.
En todas se especifica que son niños o niñas quienes ahí descansan y sus tumbas están adornadas con deslucidas flores de tela ya sin color.
En el centro del terreno está una cruz blanca que sobresale a todas, y en donde se encuentra una corona de flores marchita.
A diferencia de la vida y el color que se apreció en otros panteones de la ciudad, ayer éste no contaba con una flor fresca o un solo visitante atraído por la temporada.
Datos periodísticos señalan que a este panteón no se le ha dado mantenimiento desde 1995 y su alrededor es utilizado por algunos ciudadanos para el depósito clandestino de escombro. (Karen Cano / El Diario)

kcano@redaccion.diario.com.mx

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