Javier Olmos/
El Diario de Juárez
“Todo perdimos allá. Llegamos sin nada, sin dónde dormir ni descansar”, dice Juan Ramón De la Cruz, quien junto con su esposa y su hijo de cuatro años, llegó a esta frontera hace poco más de un mes tras huir de su natal San Blas, Oaxaca, dejando atrás los escombros de lo que fue su casa.
La familia De la Cruz Martínez es una de las tantas que lo perdieron todo tras el sismo del 7 de septiembre que se vivió en el sur del país y que han llegado a Ciudad Juárez para rehacer su vida, empezando prácticamente desde cero.
Ahora están alojados en una casa que invadieron en la colonia Riberas del Bravo. En ese lugar, sentados en dos sillas que les prestaron en la mañana, en un pequeño espacio que llaman sala, reviven la tragedia que los hizo llegar acá, pidiendo ayuda.
Juan Ramón tiene 43 años y su esposa Patricia María, 39. Trabaja en una maquiladora cercana al sector, en el turno vespertino, donde, dice, entendieron su necesidad y le dieron el empleo sin que tuviera que presentar toda la documentación, como una carta de no antecedentes penales.
Allá, en su tierra, lo tenían todo, cuenta. La situación nunca fue fácil, pues como jornalero no había mucho empleo y estaban orillados a vivir al día, pero “lo teníamos todo menos carro, nuestros muebles, nuestra sala, una televisión, un refrigerador, nuestras camas”.
Entonces lamenta que, aquí, ahora duermen, los tres, en un colchón incómodo y un cuarto frío.
“A veces ya ni nos queremos acordar de eso (de cómo vivían), porque nos viene la tristeza y la desconsolación”, menciona. “Yo me aguanto las ganas de llorar, pero sí se siente la pérdida que ha tenido uno”.
La tragedia les cambió la vida, pues una vez que pasó el terremoto, vieron su casa en ruinas, sepultada por un alud, igual que las de sus vecinos y su familia. Vieron toda la destrucción, recuerda. Eso los orilló a buscar refugio aquí y pedir ayuda.
Como ellos, a Juárez han llegado al menos unas siete familias completas que perdieron su casa en el estado de Oaxaca. Tres de ellas han sido recibidas en La Casa del Migrante, dice la dirección; otras tres en la parroquia El Señor de los Milagros y el caso de la familia López Valadez documentado por El Diario el pasado 4 de octubre.
Todas forman parte de un fenómeno que ya se advertía y fue abordado en el “Foro Estatal, Movilidad de los Migrantes”, que se realizó el pasado viernes 20 aquí en la ciudad, en el que participaron especialistas, representantes de la sociedad civil, funcionarios y exfuncionarios de los tres niveles de Gobierno.
Ahí se advirtió que la cifra de damnificados que estarían llegando a esta ciudad podría incrementarse en las próximas semanas, dice el director de la Casa del Migrante, Javier Calvillo, quien estuvo presente en las mesas de análisis instaladas en el foro.
El líder religioso, quien también funge como director de la Casa del Migrante, señala que en el evento se concluyó que “no hay ni una estrategia para recibirlos (a los migrantes del sur del país)”.
Asevera que las autoridades han estado ajenas al problema y eso ocasiona que quienes emigran aquí, busquen, sin malicia, la manera fácil de acomodarse, como invadir una casa y robarse los servicios, como el agua y la luz.
Otros problemas que podrían resultar más peligrosos pues, refiere, la semana pasada, una familia completa fue asegurada por agentes de la Secretaría de Seguridad Pública Municipal, luego de que querían cruzar a El Paso, Texas, a través del Río Bravo.
Menciona que las personas fueron resguardadas unos días en la Casa del Migrante y luego retornaron de nuevo a su lugar de origen.
Calvillo señala que el trabajo que hacen las organizaciones civiles para atender a los migrantes sólo es un paliativo para atender el problema, pero no lo resuelve de fondo.
A la familia de la Cruz Martínez los recibió el padre Roberto Ramos, de la parroquia El Señor de los Milagros, en Riberas del Bravo; los ha apoyado hasta hoy, llevándoles poco, aunque para ellos es mucho: desde un refrigerador hasta despensa, todo donado por los feligreses de la zona.
Sin embargo, para ellos no todo es tristeza, pues el optimismo los hace levantarse con la frente en alto.
En la casa, cuyas ventanas son de paletas de madera, Juan Ramón dice que “mi meta es que mi familia esté bien, que tengamos lo que teníamos antes”. “Vamos a echarle ganas, empezar una nueva vida desde cero, pero hay que tener mucha paciencia y mucha calma”, añade.
Su esposa se ha sentido mal. Dice que ha tenido dolores fuertes en el vientre e inclusive ha tenido sangrado. “Me he desmayado algunas veces aquí, he tenido sangrado, me duele mucho, hasta he gritado del dolor”.
Mencionan estar abiertos a la posibilidad de que la gente los apoye. Su número de teléfono es, con clave de Oaxaca, el (917) 125-5040.
jolmos@redaccion.diario.com.mx