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Sobreviven aquí leyendas urbanas de terror

Juan de Dios Olivas
El Diario de Juárez

2017-10-28

Hay en el oriente de la ciudad un cementerio que la gente conoce como ‘panteón de los niños’. Se encuentra ubicado en el polígono que conforman el bulevar Juan Pablo II y Francisco Villarreal Torres, rodeado ya de fraccionamientos.
Mucha gente cree que es un cementerio exclusivo de niños, pero se trata de uno de los camposantos más viejos que por muchas décadas utilizó la gente de los ejidos del Valle de Juárez para no llevar a sus difuntos hasta los cementerios municipales.
Desde antes de que el lugar estuviera poblado a su alrededor, de noche quienes pasaban por ahí escuchaban a un grupo de niños jugando y si de casualidad algún automovilista realizaba alguna parada ahí, al amanecer podría apreciar cómo su vehículo tenía huellas de manos pequeñas marcadas con lodo.
Muchas de las sepulturas albergan desde niños recién nacidos hasta adolescentes en tumbas que sólo tienen cruces de madera, pero también hay algunas de adultos. Destacan muchos sepulcros sin cruz ni nada que las identifique y otras con lápidas y ángeles sin cabeza que dan un aspecto tenebroso al lugar.
No obstante, los relatos que van de boca en boca entre los juarenses cuentan que son los espíritus de los infantes quienes salen a jugar y desde lejos sus siluetas pueden ser apreciadas e incluso hay quien narra haber sido perseguido por esos seres hasta su domicilio.
Otras leyendas urbanas como la de “El Loco Police” o las de decenas de aparecidos en casas y calles también están presentes en el ambiente y surgen en esta temporada para transmitir moralejas, contar la historia de algunos lugares o simplemente porque la gente cree en ellas como hechos reales, indican sociólogos.
La Real Academia de la Lengua define la leyenda como sucesos relatados que tienen más de tradicionales o maravillosos que de históricos o verdaderos.
Mientras que la leyenda urbana lo mismo posee ciertos episodios verosímiles combinados con la exageración del narrador o bien cuestiones sobrenaturales o datos creados a partir de la superstición.
Estas últimas también son transmitidas de manera oral y se le agregan otros medios actuales como Internet e-mail, o a través la televisión o radio.
En Juárez, muchas de ellas han sobrevivido durante décadas. Al paso del tiempo constantemente cambian de escenario y de protagonistas, pero siempre despiertan el miedo en quienes las escuchan o atraen la atención en estas fechas.
De la leyenda de la aparición del diablo lo mismo se cuenta que fue en el desaparecido drive inn “Malibú” (actualmente estacionamiento de un centro comercial), en el hotel San Antonio e incluso en tiempos más recientes en un antro de la avenida Tecnológico, al sur de la ciudad.
Incluso en sus primeros años la historia fue publicada en periódicos de los años 70, cuando estaba de moda en la ciudad la música tropical de la orquesta de Fili Muñoz y sus Caballeros Victoria, o las baladas románticas de Los Silver y Los Frontera.

El diablo visita Juárez y baila swing
Cuentan que mientras bailaba al ritmo de swing, aquella hermosa mujer que apenas rondaba los 18 años percibía la envidia de todas las demás ahí presentes y se sentía halagada y orgullosa. Los giros que daba en los brazos del apuesto y elegante caballero que la había elegido como pareja entre todas la hacían sentirse como toda una reina.
Horas antes Martha, al no tener el permiso de sus padres, se había escapado de su casa para ir a bailar.
El ser elegida por el más apuesto de aquel salón de baile llamado El Carrousel le hizo olvidarse de la reprimenda que le darían al volver a su hogar y sólo pensaba en ella y en sus sueños hechos realidad con su príncipe azul.
De pronto su nariz olfateó un fuerte olor a azufre, similar al del huevo podrido y sus ojos apreciaron una nube de humo que se formaba a su alrededor, al tiempo que otras parejas que bailaban a su lado empezaron a alejarse rápidamente.
“Al voltear a ver a su pareja se dio cuenta de que en vez de pies tenía una pata de chivo y otra de gallo.  Antes de poder exclamar alguna palabra o de intentar correr perdió el sentido y cayó al suelo con la espalda rasguñada… había bailado toda la noche con el diablo”.
Es el relato que Don Manuel ha transmitido a sus hijos cada vez que pasa por Paseo Triunfo de la República y Francisco Márquez, donde actualmente todavía operan varios antros. Cuentos como éste persisten en la historia de Juárez, como parte del folclor, y no dejan de causar escalofrío a quienes lo escuchan.

Espectros de la Revolución
Aaltas horas de la madrugada, cuando los habitantes de la colonia El Barreal se encontraban ya dormidos, aquel velador de un restaurante de la avenida Insurgentes se disponía a tomar una taza de café cuando, de reojo, alcanzó a percibir que varios hombres furiosos se abalanzaron sobre él.
La luz se fue en ese momento, escuchó gritos y objetos estrellándose contra el piso para después ser invadido por el temor y el frío.
Recibió un golpe en la espalda y pensó que lo derribarían en el interior del comercio que cuidaba y que todas las pertenencias del lugar serían robadas, lo que lo hizo reaccionar y voltear de frente sólo para encontrar que no había nada.
Instantes después la electricidad regresó y envalentonado decidió revisar el negocio sin encontrar nada anormal, ni un plato roto.
En la mañana, al contarle a sus conocidos su experiencia, se encontró con historias similares ocurridas en distintas fechas, pero en el mismo sector.
Los relatos tenían como escenario el viejo edificio del Canal 5, la preparatoria Allende y hasta el hotel que alguna vez fue el Gran Tívoli, ubicado sobre la avenida Lerdo.
Antes de fallecer, don Felipe Talavera, historiador y cronista de la ciudad, explicaba que esos lugares fueron escenarios violentos donde mucha gente perdió la vida durante la Toma de Ciudad Juárez en 1911, en plena Revolución.
En la Insurgentes y Perú se ubicó una trinchera donde muchos soldados federales pelearon hasta el último instante y perecieron bajo la metralla de los villistas, mientras que en el lugar donde se encontraba el canal de televisión hubo numerosos fusilamientos.
Al paso del tiempo los moradores del sector olvidaron los hechos sangrientos que ocurrieron ahí, pero las leyendas de aparecidos se multiplicaron.

El sepulturero
No todas las leyendas juarenses tienen un final trágico. La de don Manuel Lucero, el sepulturero del pueblo, narrada en su tiempo por el cronista Ignacio Esparza Marín, tuvo un desenlace feliz.
Cierto día, al dirigirse a cavar una tumba en el panteón municipal que se encontraba en la colonia Chaveña, donde ahora se encuentra el Centro Escolar Revolución, se llevó la sorpresa de su vida al ver un montículo de tierra nuevo, como si hubieran sepultado clandestinamente un cuerpo ya que de haber cumplido las formalidades a él le hubiera tocado cavar y enterrar al difunto.
Sorprendido, el sepulturero empezó a escarbar para ver a quién habían enterrado sin cumplir los requisitos y denunciarlo ante las autoridades.
De pronto, la pala que utilizaba topó con algo que no era un ataúd ni un cadáver. Eran varios morrales repletos de monedas de oro y plata que alguien trató de ocultar en el panteón, pensando que era el mejor sitio.
Don Manuel sacó el dinero sin decirle nada a nadie y dejó esa profesión para dedicarse a otro oficio, donde progresó inexplicablemente.
Don Ignacio Esparza recuerda que era el año de 1913. Francisco Villa acaba de derrotar al ejército federal en la batalla de Tierra Blanca que dejó centenares de muertos que fueron a parar a ese panteón.
En esa época muchos adinerados de Ciudad Juárez trataron de poner fuera del alcance de los revolucionarios sus fortunas y alguno de ellos decidió sepultarla para no volver a encontrarla jamás.

El Loco Police
Esta leyenda es de las más antiguas de la ciudad y se registró en torno a un depósito de agua construido de metal en los patios de la antigua Presidencia municipal en 1906, el cual estuvo en servicio hasta 1947 cuando fue desmantelado por orden del entonces alcalde Carlos Villarreal.
De acuerdo con el cronista Ignacio Esparza Marín en su Monografía Histórica de Ciudad Juárez, el depósito suministraba agua a toda la población y era llenado con una bomba que funcionaba primero con un motor de gasolina y después eléctrico.
En aquellos tiempos un hombre afectado de sus facultades mentales, conocido por todos como “El Loco Police”, deambulaba por las inmediaciones del mercado Cuauhtémoc, la Misión de Guadalupe y la Presidencia municipal viviendo de la caridad de la gente.
Lo mismo se le veía en temporada de calor que de frío sin que nadie le diera albergue, hasta que un día el hombre subió al depósito de agua y abrió la tapa utilizada para darle mantenimiento y limpiarlo.
Al estar mirando al interior perdió el equilibrio y cayó dentro, donde se ahogó.
El incidente pasó desapercibido y nadie lo echó de menos, hasta que un día por las llaves de agua de algunas casas empezaron a salir pedazos de ropa, y tras recibir la queja las autoridades, investigaron.
Empleados de gobierno revisaron el depósito y encontraron en el interior los restos del “Loco Police”.
La noticia no fue divulgada y las autoridades desmantelaron el tinaco y argumentaron que algunas de sus partes habían sido robadas, cuando la realidad fue que por mucho tiempo la población tomó agua del “Loco Police”.
La situación no paró ahí. Los juarenses empezaron a reportar que de noche era frecuente escuchar gritos y ver el fantasma de quien murió en la cisterna.

Un grito de terror
En la zona Centro, el corazón de Ciudad Juárez desde hace más de 350 años, hay también decenas de relatos que también recuerdan otros sucesos trágicos y son contados por la población a su manera.
Una de estas historias circula en redes sociales, es la del fantasma del “derretido en el crisol”.
Quienes la recuerdan señalan que hace muchos años, en una casa ubicada a un costado de lo que es actualmente la plaza del Monumento a Benito Juárez, en los antiguos patios del ferrocarril había un crisol fundidor de metales en el que cayó por accidente uno de los trabajadores.
La muerte fue instantánea, pero entre quienes lo presenciaron se quedó presente el desgarrador grito del hombre que murió quemado en la fundidora de metales.
Desde entonces, por las noches se escuchan sus gritos desgarradores, eso sin contar la cantidad de personas que han visto rondar su fantasma desfigurado por las llamas en las inmediaciones del Monumento. (Juan de Dios Olivas/El Diario)

jdolivas@redaccion.diario.com.mx

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