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El Pocito, un manantial en el desierto

Fernando Aguilar/
El Diario de Juárez

2017-09-09

En una ciudad edificada de lleno en el imponente desierto de Chihuahua, un tenaz chorrito de agua montañosa apacigua la sed de María Concepción y le da a sus plantas domésticas un verde vívido.
Desde un recóndito rincón de la Sierra de Juárez, bajo grandes laderas de piedra revestidas de vegetación junto a las que se pasean reses, la pequeña ‘cascada’ fluye de forma aparentemente infinita sin que nada, ni siquiera la aspereza de este bioma, haya podido detenerlo.
Se llama ‘El Pocito’, una pequeña corriente de agua situada en la colonia Gustavo Díaz Ordaz de la que ninguno de sus visitantes conoce su origen, pero sí cómo aprovechar que no se acaba. 
Aunque vive en sus inmediaciones desde hace 22 años, María Concepción no puede decir desde cuándo este flujo, situado al pie de la montaña junto al cerro que invita a leer la biblia, abastece las necesidades de los vecinos.
“Es el agua más clara que hay”, asegura la mujer de 38 años. “No trae sabores a cloro. Según esto, ya tiene mucho tiempo y siempre sale así: limpia, cristalina; nunca sale sucia. Dicen que viene desde adentro de las piedras, donde se viene limpiando”.
Efrén Matamoros Barraza, director de Protección Civil del Municipio, explica que se trata de un venero de agua antiguo de edad que emerge de alguna corriente que existe en la propia Sierra.
El funcionario dijo que no hay una prohibición declarada que impida usar el líquido que brota de ahí para las actividades cotidianas, por lo que puede considerarse que está libre de riesgos.
“Hemos estado ahí en algunas ocasiones; hemos probado el agua del lugar porque está muy cristalina. No huele mal, no se le ve nada que esté mal. Si nos informaran que los análisis salieran en contra, prohibiríamos tomar, pero no nos han comentado de algún riesgo que pudiera presentarse”, dice.
Enclavado entre las rocas, ‘El Pocito’ brota agua cuesta abajo deformando el suelo a su paso.
Un tubo instalado por los vecinos la transporta desde el interior de una cavidad hueca y oscura, donde el charco espera su turno para ser dosificado.
Para llegar a él, las personas tienen que bajar desde la calle Coatepec hasta la sección donde se encuentra mediante un camino de tierra en el que hay abundante vegetación y mosquitos.
Los habitantes de sectores como Emiliano Zapata, Gustavo Díaz Ordaz, Álvaro Obregón y Adolfo López Mateos tienen casi todos agua entubada provista por la Junta Municipal de Agua y Saneamiento (JMAS), pero prefieren reservarla para bañarse y lavar los trastes.
Como María Concepción, muchos de ellos no han tenido que comprar una sola botella porque tienen a su disposición el líquido que la naturaleza les ofrece, a cualquier hora, cualquier día de la semana y sin importar las condiciones meteorológicas del momento.
Los colonos han envuelto al agua que sale del cerro en una serie de creencias casi mágicas, de tal modo que algunos están convencidos de que tiene propiedades milagrosas y que es capaz de curar un gran número de afecciones.
Los testimonios le atribuyen la increíble capacidad de paliar enfermedades renales y hasta ciertos tipos de tumores malignos, aunque María Concepción sólo considera que tiene buen sabor.
“A mí el agua se me hace riquísima, porque yo el agua de la llave no te la tomo”, comenta la mujer. “Desde que yo tengo uso de razón hemos venido a tomarla aquí. Se oía el rumor de que no era apta para consumirse, pero siempre lo hemos hecho y no nos ha causado ningún daño hasta ahora”.
El Diario buscó a Manuel Herrera Mercado, director técnico de la JMAS para conocer una postura oficial sobre ‘El Pocito’, pero, hasta el cierre de esta edición, el funcionario no había respondido a la solicitud de entrevista.

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