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Abandonados en Riberas del Bravo

Fernando Aguilar/
El Diario de Juárez

2017-08-19

Tras consensuarlo, atraídos por los frondosos árboles que decoraban el territorio agrícola de las inmediaciones del Valle, Carlos Francisco y su esposa se aventuraron a comprar una casa en Riberas del Bravo sin pensar en lo que vendría después.
La pareja estaba por adquirir una vivienda en otro fraccionamiento cercano, pero el desierto orientó la mutua decisión. Acordaron que no vivirían en un lugar donde la arena del suelo nublara el paisaje y, con ilusión, eligieron su hogar en aquel conjunto habitacional.
Hoy, trece años más tarde, desesperanzados, arrepentidos, resignados y después de que las modificaciones que le hicieron al inmueble han costado miles de pesos más que éste, ambos se preguntan si hicieron lo correcto.
Ellos son apenas dos de las decenas de voces que se quejan de las cíclicas condiciones en las que tienen que vivir. Son una pequeña muestra de un problema que, aseguran, ha ido creciendo como una bola de nieve a lo largo de los años sin que ningún gobierno pueda ofrecerles una solución.
Las calles, tapizadas de verdaderos cráteres, se convierten en profundas lagunas cuando llueve. Sin equipamiento, los parques no son tales. El drenaje colapsa y vierte su contenido en las regaderas de los domicilios.
Las personas prefieren quedarse en casa antes que enfrentarse a la imposibilidad de regresar en un transporte público impredecible por sus horarios y rutas.
Los problemas que ahora sufren vecinos de las nueve etapas del fraccionamiento son una consecuencia de la descoordinación con la que todas ellas fueron construidas, sostiene la urbanista Elvira Maycotte Pansza, catedrática de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ).
“A pesar de que había un plan maestro, realmente sucedió lo que sucede con los fraccionamientos que se desarrollan por distintas empresas. Cada quien tiene su predio y lo desarrolla con su tecnología. No hay una coordinación para que la etapa que está desarrollando cada uno sea acorde a la que desarrolla el otro empresario”, considera.
Riberas del Bravo es un conjunto habitacional situado en las inmediaciones del río Bravo, en el suroriente de la mancha urbana.
De acuerdo con la última actualización del Inventario Nacional de Viviendas, elaborado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), las primeras ocho etapas, ubicadas al norte de la carretera Juárez-Porvenir, son el hogar de 29 mil 233 personas que habitan 8 mil 27 de las 12 mil 500 casas particulares del sector.
A 15 años de su construcción bajo la administración estatal de Patricio Martínez García, casi cuatro de cada 10 moradores —11 mil 323— son niños y adolescentes de hasta 14 años, el grupo más numeroso, muestra la fuente.
Aunque la zona ha sido objeto de numerosos programas de rescate implementados por los gobiernos y materia de trabajo de organizaciones de la sociedad civil, los testimonios indican que los colonos no sólo no sienten estar mejor, sino que están convencidos de que sus problemas en realidad crecen.
Archivos periodísticos documentan que en 2002, cuando el Gobierno del Estado anunció lo que llamó entonces una “miniciudad”, el fraccionamiento tendría capacidad para albergar a más de 40 mil personas.
Hace unos años, el desarrollo fue exhibido en el plano nacional como un ejemplo de recuperación en Ciudad Juárez luego de una serie de acciones que ahí se implementaron, entre ellas la habilitación de viviendas como espacios de convivencia, como una biblioteca distribuida en dos casas.
Pero hoy, las inundaciones se llevaron —literal y metafóricamente— aquellas iniciativas y los vecinos no encuentran la calma ante la falta de soluciones de fondo que, acusan, no les han dado ni los gobiernos estatales o municipales ni el Infonavit ni nadie.
Por eso, Carlos Francisco Gorostiola Herrera espera con ansias terminar de pagar la casa que compró por 155 mil pesos hace más de una década, cantidad de la que, asegura, en 14 años sólo ha podido descontar alrededor de 50 mil pesos.
El hombre y su esposa cuentan que han tenido que invertir unos 300 mil pesos en mantenimiento, reparaciones, ampliaciones y modificaciones generales de su patrimonio tanto para paliar la pequeñez de la casa como los problemas que la lluvia acarrea.
“La única fuente de trabajo que tenemos es un puesto de comida en la casa”, asegura Carlos Francisco. “Si nosotros cerramos un día o un fin de semana que se nos inunde, dígame si Infonavit va a querer que me espere. La ‘luz’ quiere dinero, ‘el agua’ quiere dinero. Nosotros pagamos impuestos y aun así somos perjudicados”.
Para Maycotte Pansza, la descoordinación con que fueron creadas las distintas etapas lleva a que no exista una solución que resuelva los problemas de toda la zona en su conjunto.
“Cada etapa es como un fraccionamiento en donde si bien hay una directriz en general, no está el detalle específico de todo el fraccionamiento. Cada desarrollador resuelve su problemática, pero no sabe qué está haciendo el desarrollador que colinda y cuando se empatan las etapas, existen problemas”, explica.
Con estos inconvenientes a cuestas, Riberas del Bravo no logra erigirse como un lugar próspero para sus habitantes porque está rodeado de otras complicaciones como lo son el propio concepto de vivienda que los desarrolladores les han querido ‘vender’ a los vecinos.
Desde la apreciación de la académica de la UACJ, todo se resume en que vivienda no es sólo la simple superficie donde se edifica la casa que se habita, sino el espacio donde coexisten satisfactores de las necesidades más básicas de la gente, como escuelas, consultorios médicos y centros comerciales.
Por esa razón, iniciativas como la biblioteca puesta en marcha en agosto de 2011 bajo un programa de recuperación no han resultado suficientes para atenuar el mal, considera.
“Cuando se habló de recuperar una biblioteca, eran otras dos casas abandonadas. No puede ser posible que en una comunidad que está prevista para 45 mil personas una biblioteca sean dos casas desocupadas, ni siquiera ubicadas estratégicamente. Se queda corto para 45 mil personas”, opina la catedrática.

faguilar@redaccion.diario.com.mx

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