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El Diario
Pasaron 952 días para que la justicia abrazara a Nayeli Limones Hernández de tan sólo 15 años.
Sus asesinos pueden alcanzar una sentencia de hasta 60 años de cárcel por el crimen de la menor cometido el primero de diciembre del 2014 y esclarecido gracias a la prueba plena aportada por el Ministerio Público, adscrito a la Fiscalía Especializada de la Mujer (FEM).
Para Héctor Hawley, el perito en criminología forense que participó en este caso, el fallo emitido por el Tribunal de Enjuiciamiento es importante, sin embargo, su objetivo fue y será establecer la verdad histórica científica del homicidio de la mujer.
Y que esa verdad histórica permita la no repetición de hechos en una ciudad donde tan sólo este año 43 mujeres fueron asesinadas y 20 más se encuentran reportadas como desaparecidas y su situación es de alto riesgo.
Hacer que todas las instituciones, públicas y privadas funcionen a fin de prevenir y erradicar la violencia contra la mujer.
“Se busca la no repetición de hechos, porque es lamentable lo que esta niña vivió, su entorno era hostil porque la familia no funcionó, porque las instituciones no funcionaron, eso sí se puede afirmar, en este caso en particular no funcionaron, pero si vemos otros casos, es similar, algo no está funcionando”, advirtió el fiscal Ernesto Jáuregui que fue soporte en esta investigación.
Nayeli fue una niña que creció en entornos violentos, cerca de personas que vivían permanentemente entre el consumo de sustancias como el alcohol y la droga. A los 7 años fue reportada por primera vez como ausente. Entonces fue reclamada por su abuela.
La niña dijo a los oficiales que tenía cuatro hermanos y ninguno de ellos estudiaba.
Sin el soporte de una familia, Nayeli pasó su adolescencia en medio del ambiente de la prostitución y narcomenudeo, explicó entonces Jáuregui Venegas.
El crimen de Nayeli repetía el patrón de otros crímenes contra mujeres en Juárez a causa de la vulnerabilidad de las víctimas, situación utilizada por la delincuencia organizada que aprovecha esta circunstancia para cooptar a sus víctimas que buscan una mejor calidad de vida.
“A los 7, 10, 12 o 15 años adolescentes, como Nayeli, buscan condiciones que les permitan subsistir, buscan satisfactores para sus necesidades propias porque sus redes de apoyo más cercanas, como la familia, amigos, laborales o escolares, están truncadas, desintegradas”, advirtió el investigador.
En muchos de los homicidios por razones de género que se han registrado en la ciudad este es un panorama muy general, insistió Jáuregui.
“Podemos percibir la similitud que se presenta con otros homicidios de mujeres que los investigadores llamamos una situación de violencia o vulnerabilidad y son precisamente las circunstancias en las que se encontraba esta niña y como ha sucedido con otras víctimas”, dijo.
Son condiciones de vida difíciles, donde los accesos a oportunidades, que si bien no les están negados, se les dificulta tener acceso porque a veces viven situación de violencia en su entorno. Hay una desatención en el núcleo familiar y esto genera una situación de riesgo y vulnerabilidad para estas niñas, explicó.
En el caso específico de Nayeli, las desavenencias con narcomenudistas la llevaron a la muerte. Ella se prostituía y sus clientes eran policías federales y municipales. Sus agresores la acusaron de “ponerlos” con la Policía y la sentenciaron a muerte.
El crimen
Fue el primero de diciembre del 2014 cuando Nayeli Limones Hernández fue llevada a una casa en la colonia Ampliación Felipe Ángeles. Al parecer, al principio tres personas la invitaron a departir pero después la retuvieron mientras llegaban dos hombres que traían la encomienda de privarla de la vida.
Nayeli fue sumergida en agua, luego la ahorcaron con un cinto y una cadena, además le quemaron los labios para confirmar que estaba muerta. El cadáver fue tirado en un terreno en las calles Cuacos y Potros de la misma colonia. La causa de la muerte fue asfixia por estrangulamiento.
En la casa estuvieron siete personas: Jonathan Alexis Arellano Hernández, Alejandro Casas Luna, Raúl Antonio Sifuentes Reyes, Enedina Reyes Ibáñez, Brenda Sarahí González Salas, Nayeli y una persona que fungió como testigo protegido según la causa penal 3076/14.
El cuerpo amoratado, enredado en una sábana, apareció a un costado de un campo de futbol, al norponiente de la ciudad, donde años atrás se registró una masacre contra adolescentes que jugaban futbol.
Hawley y su equipo encontraron suficientes evidencias al seguir los rastros que los homicidas dejaron en la escena del crimen hasta llegar a la vecindad marcada con el número 1414 de la calle Arroyo del Mimbre y propiedad, según la placa metálica, de la familia Cárdenas Chavarría.
Durante el cateo realizado en el cuarto de adobe y ladrillo estaba sobre la cama un periódico con la noticia de la muerte de la menor (entonces en calidad de desconocida), había evidencia indirecta.
“Para mí era evidencia conductual. Y lo que raras veces sucede en la escena del crimen tenía el juego de la sábana que coordinaba con el lienzo en el que estaba envuelto el cadáver”, recordó el especialista.
El fiscal resumió el caso.
El asesinato de Nayeli fue una venganza de la pandilla “Los Aztecas”, al servicio de “La Línea”, que aún mantienen el control del Centro de la ciudad, los cuales y disponen de la vida de las mujeres como si ellas fueran meros objetos.
Explicó que los crímenes de mujeres donde la explotación sexual es una actividad secundaria a la venta de droga al menudeo, no concluyeron con el caso del arroyo “El Navajo” ni con el arresto de los responsables, ahora sentenciados a 697 años de prisión.
“Este grupo sólo modificó sus formas de operar, pero es un hecho que siguen asesinado mujeres y aunque este crimen ya fue esclarecido, aún falta mucho por hacer para prevenir y erradicar la violencia contra la mujer”, dijo Jáuregui.
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