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Reunidos en un abrazo

Fernando Aguilar
El Diario

2017-06-25

Ellos, los que —representados por los oficiales que vienen a cuidar que nadie ingrese al territorio— se dedican a deportar inmigrantes, destruyeron no sólo a una familia, sino a dos, acusa Jorge Duarte mientras respira agitadamente y las lágrimas humedecen su rostro.
Al hombre no le importa que decenas de cámaras lo vean llorar. Se siente afligido. Su hermano, a quien describe como una persona que luchaba por sus hijos, fue deportado por autoridades migratorias de Estados Unidos y desde que eso pasó, hablar con él cara a cara había sido imposible.
Hasta ayer. Durante unos minutos, Jorge lo tomó entre sus brazos. En la mitad del fangoso y seco cauce del río Bravo, le dijo a los ojos que lo quería a él y a su sobrino.
Luego volvió a la parte estadounidense del río y siguió viéndolo, sin poder pausar el llanto.
“Esta es la tierra de los sueños, pero ¿cuál sueño es esto?”, se lamentó. “Se entiende que la ley tiene que ser dura con la gente que viene a hacer mal. Hay mucha gente que vinimos para acá (a Estados Unidos) no para hacer mal. Estamos aquí para trabajar, para vivir una vida”.
Historias como esta se contaron ayer en las inmediaciones del Puente Negro y el barrio Chihuahuita, donde la Red Fronteriza por los Derechos Humanos celebró la cuarta edición de su programa “Abrazos, No Muros”.
Fernando García, director ejecutivo de la organización, explicó que la iniciativa intenta contrarrestar momentáneamente los efectos que las políticas migratorias de Estados Unidos producen en las familias, que se ven obligadas a fragmentarse cuando alguno de sus miembros es deportado.
“En Washington y en el resto del país hoy se está hablando de muros, se está hablando de deportación y se está criminalizando al inmigrante. Pero cuando toda esa retórica pasa, no se conoce cuál es el impacto. El impacto real de todas esa retórica son familias separadas”, dijo.
De acuerdo con el activista, el objetivo de la actividad es presentar la parte humana del debate migratorio a modo de protesta.
“Nosotros somos de Oaxaca y vinimos a ver a mi hermano, al que no veíamos desde hace 18 años. Fue una emoción, un sentimiento que no se puede expresar”, contó Sugey Herrera Vargas, hermano de Rubén Herrera Vargas.
Antes de poder abrazarse en la línea fronteriza, las personas que participaron en la jornada, que inició a las 8 de la mañana, tuvieron que registrarse en la agrupación y asistir a una serie de reuniones para charlar sobre el tema.
Para identificarse, los residentes de Estados Unidos vestían camisetas azules y los de México, blancas, mientras que las de los organizadores eran rojas.
“Vamos a aprovechar que están los medios”, dijo un oficial de la Policía Federal antes de ofrecer a su homólogo de la Patrulla Fronteriza un abrazo que quedó documentado en las cámaras televisivas y fotográficas y en la memoria de los ciudadanos que presenciaron el saludo.

Sin fecha para el próximo

Para María de Jesús Hernández, de 70 años, el bajar a la fangosa zona del río Bravo no es impedimento para volver a ver a sus hijas después de 10 años de estar separadas.
“Hace tantos años que no las veo, las abrazo, y ahora por un ratito, Dios me da la licencia de abrazarlas de nuevo”, expresó.
Entre abrazos, lágrimas, besos y sonrisas, las cuatro hijas de María de Jesús se hincaron para recibir su bendición.
Las personas provenientes del lado mexicano portaban playeras blancas, mientras que las personas del lado estadounidense usaron playeras azules.
El evento anterior de “Abrazos No Muros”, efectuado en febrero de este año logró reunir a 300 familias a mitad del río Bravo, sin embargo en esta ocasión, el número de familias bajo a la mitad.
“Decidimos ajustar el número de familias, en el último evento tuvimos 300 pero sólo tenían tres minutos, ahora recortamos a la mitad y pueden abrazarse y verse por cuatro minutos y medio aproximadamente”, comentó Fernando García.
Detalló que no tienen fecha próxima para el evento.  (Con información de Sabrina Zuniga/El Diario de El Paso)

faguilar@redaccion.diario.com.mx

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