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Desconsuelo envuelve el adiós a Evelyn

Fernando Aguilar/
El Diario

2017-06-21

Bajo los fuertes rayos del sol, abstraído de lo que sucede a su alrededor, el hermano de Evelyn acaricia el féretro blanco. Junto a él, su hermana adolescente que no halla consuelo en ningunos brazos estremece con su llanto, que desgarra la calma de los que la acompañan.

El padre se resiste a creer que su hija, que yace dentro de aquella caja metálica, esté a punto de perderse para siempre entre la tierra. Se toca el pecho a la altura de su corazón, dirige su mirada hacia el cielo y su rostro lo dice todo.
En lo que aparenta ser una reacción propia de la escena, el hombre, que viste una ligera camiseta blanca, intenta lanzarse hacia la fosa donde el cuerpo de su Evelyn pasará la eternidad, pero las personas a su lado lo sujetan con fuerza.
En un ambiente de profunda indignación, consternación y desconsuelo, Evelyn Salazar Cardoza, la tercera víctima mortal del conductor ebrio que atropelló a seis menores la semana pasada en la colonia Puerto Anapra, fue sepultada.
Situado en el extremo norponiente de la ciudad, en la colonia Juanita Luna de Arrieta, el Panteón Jardines Eternos recibió ayer los restos de la menor de 10 años que murió tras cinco días de agonía en el hospital.
Unas horas antes, la familia se hallaba reunida en la misma casa donde el miércoles 14 ocurrió la tragedia que arrebató la vida también a Pamela García Leyva y a Michelle Leyva Estrada y dejó heridos a otros tres menores que jugaban en el patio de una casa en Puerto Anapra.
Tras pasar ahí las últimas horas del velatorio, la comunidad que ahora sufre tres pérdidas se enfiló en caravana rumbo al cementerio por el Camino Real.
Los acompañantes estacionaron sus vehículos en un amplio espacio y permitieron que la carroza que llevaba a Evelyn ingresara hasta las proximidades de la fosa donde sería sepultada.
Debajo del ardiente sol, caminaron hasta aquel punto en un completo silencio que sólo se veía interrumpido por el ruido de los pasos en el pedregoso camino.
“Despejen este espacio, despéjenlo”, les pide un representante de la empresa que se hizo cargo del servicio funerario de Evelyn y del de Pamela y Michelle mientras se abre paso hacia su encomienda.
Es el momento más duro. El llanto de la hermana de Evelyn no cesa; se intensifica hasta un punto en que se torna más sonoro que otras fuentes. Tampoco se detienen las lágrimas de su padre, que lucha por volver a tocar el féretro antes de que los hombres que lo cargan lo depositen entre las piedras y las flores que hay ahí abajo.
Una niña pequeña también llora abrazando por la cintura a su madre, cubiertas ambas por la protección que les ofrece una sombrilla.
Lejos, debajo de la sombra que provee una pequeña lila, un hombre prefiere no acercarse a la escena. Se lo dice a la mujer que lo acompaña.
“No quiero llorar más, por eso me estoy aquí”, le explica. (Fernando Aguilar / El Diario)

faguilar@redaccion.diario.com.mx

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