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Entre fuego y sangre toman Ciudad Juárez

Juan de Dios Olivas/
El Diario

2017-05-09

Al mediodía, todo había terminado en Ciudad Juárez. Sólo quedaban edificios en ruinas que todavía desprendían humo, negocios saqueados, viviendas destruidas y muros perforados por la metralla.

Cientos de cadáveres de quienes tomaron un bando u otro también formaban parte del panorama desolador del que ni la misma Misión de Guadalupe se salva.
Era el 10 de mayo de 1911 y el ejército rebelde que comandaban Francisco I. Madero, Pascual Orozco y Francisco Villa así como José de la Luz Blanco y el italiano Giuseppe “Peppino” Garibaldi, tras tres días de combates, tomaba la antigua Paso del Norte y ponía así fin a la dictadura del general Porfirio Díaz que perduró 31 años en el poder.
Con las armas en las manos, mineros, campesinos, ferrocarrileros en su mayor parte chihuahuenses y un grupo de extranjeros, sitiaron la ciudad desde abril de 1911. 
Después de tomar la estación de tren Bauche, acampan al norponiente de la ciudad, al sur del río Bravo, frente a la American Smelting and Refining Company (Asarco) y eligen como cuartel general una casa rústica a la que llamaron “Casa de Adobe”, en contraste con la Casa Blanca, sede del poder político estadounidense.
Desde ahí, organizados en brigadas, rodean Juárez mientras sus jefes liderados por Madero –meses atrás candidato a la Presidencia de la República–, negociaban la paz y condiciones favorables a la lucha que emprendieron.
El sitio a la ciudad dura semanas, lapso en que los habitantes de El Paso y del mundo entero a través de los periódicos de la época ven la Revolución como si fuera un espectáculo; mientras, el gobierno estadounidense moviliza 20 mil soldados a la frontera amenazando con intervenir de inmediato en el conflicto si acaso alguna bala perdida cruzaba el Río Bravo rumbo al sur.
Sin embargo, la mañana del día 8 de mayo, se desencadena una balacera al sur de la población provocada por villistas y orozquistas en contra de las tropas federales que protegían la plaza.
La escaramuza desatada incendia poco a poco toda la ciudad y la lucha encarnizada no termina hasta el tercer día cuando el comandante de la guarnición de la plaza entrega su espada y se rinde.
Once días después se firman los Tratados de Ciudad Juárez en el exterior de la Aduana (Hoy Museo de la Revolución en la Frontera) que ponen fin al gobierno del general Díaz. El rumbo histórico del país había cambiado aquí.

¡Sufragio Efectivo, No Reelección!

“He esperado pacientemente porque llegue el día en que el pueblo de la República Mexicana esté preparado para escoger y cambiar sus gobernantes en cada elección, sin peligro de revoluciones armadas… creo que finalmente, ese día ha llegado” declara en marzo de 1908, el presidente de México, Porfirio Díaz, al periodista estadounidense James Creelman.
Señala estar dispuesto a dejar el poder y asegura que México está preparado ya para celebrar elecciones sin que se generen revoluciones, asonadas o levantamientos, e incluso que apoyaría la formación de un partido político de oposición.
La entrevista publicada en 47 páginas de la revista Pearson’s, bajo el título de “Presidente Díaz, héroe de las Américas”, fue difundida también en diarios de México, lo que desata la efervescencia política con miras a las elecciones de 1910.
Motivado, Madero lanza el libro “La Sucesión Presidencial en 1910. El Partido Democrático”.
Seguido de profesionistas, intelectuales y periodistas independientes funda el Partido Nacional Antirreeleccionista que lo postula como candidato a la Presidencia de México, llevando como fórmula al doctor Francisco Vázquez Gómez.
Sin embargo, es detenido en Monterrey acusado de “ultrajes a la autoridad” y “conato de rebelión”. Después es llevado a la cárcel de San Luis Potosí donde comienza a redactar el Plan de San Luis y convoca a levantarse en armas a partir de las 18:00 horas del 20 de noviembre de ese mismo año.
Al llamado, Chihuahua comenzó a arder incluso antes del día fijado para levantarse en armas.
El 14 de noviembre en Cuchillo Parado, se registra el primer levantamiento con Toribio Ortega al frente, el 19 de noviembre Pascual Orozco con 40 hombres desconoce al gobierno. Al poco tiempo eran cientos quienes los seguían.

Tres días de batalla

Desde la sierra de Chihuahua, en enero de 1911, Orozco hace circular rumores de que tomará la capital del estado, lo que provoca que las fuerzas federales se concentren en esa ciudad.
Las maniobras del ejército son aprovechadas por Madero quien decide tomar Casas Grandes y abrir una ruta para los rebeldes por el noroeste por donde se surtirían de pertrechos para la guerra. Sin embargo es derrotado y sus seguidores dispersados por el ejército federal.
Al reagruparse y reunirse con Orozco y Villa en la Hacienda de Bustillos, acuerdan atacar Ciudad Juárez y movilizan sus tropas a la frontera.
En marzo los rebeldes destruyen las vías del tren que vinculan a la frontera con la capital y Juárez queda aislado y con ello la única vía para el comercio internacional bloqueada.
En abril de 1911 los rebeldes se dirigen al norte del estado y después de tomar la estación de tren Bauche acampan al poniente de la ciudad, en el Rancho de Las Flores, al sur del río Bravo, frente a la Smelthing and Refining Company (Asarco).
Ahí, la rústica vivienda de adobe del lugar bautizada como “Casa de Adobe”, fue el punto de reunión de los revolucionarios.
El 19 de abril, el Gobierno Federal decide negociar con los rebeldes y empiezan las conferencias de paz que terminarían el 6 de mayo únicamente teniendo como logro la renuncia de Ramón Corral, el vicepresidente de la República, algo que no satisface a los seguidores de Madero.
Por ello, dos días después y sin el consentimiento de Madero –quien todavía consideraba no entablar más enfrentamientos y privilegiar las negociaciones–, Villa y Orozco iniciarían a sangre y fuego la toma de Ciudad Juárez.
“Debemos atacar la plaza, pues si nos retiramos sin intentarlo siquiera, después de tantos días de haber permanecido aquí con ese objeto, la gente va a tacharnos de cobardes. Creo que por dignidad, debemos efectuar el ataque hoy mismo”, dijo Villa al general Orozco.
Mientras ambos revolucionarios se encontraban en El Paso, sus tropas iniciaban la batalla y a cada explicación pedida por Madero y a cada orden de cesar el fuego, le explicaban que ya no podían detener el combate, que ya los soldados enardecidos no obedecían.
Paulatinamente, las brigadas rebeldes se fueron uniendo al combate para apoderarse de la plaza defendida por 750 federales.
Al día siguiente, el 9 de mayo, Villa combate con 650 hombres por el sur de la ciudad a lo largo de la vía del ferrocarril, mientras que para evadir el fuego de las ametralladoras y cañones, los maderistas se abren paso entre las casas de adobe utilizando barras de hierro y dinamita.
Mientras unos ocupaban techos y ponían fuera de combate a los tiradores de los federales, otros tumbaban muros y avanzaban.
Al anochecer del segundo día la ciudad estaba prácticamente tomada por los rebeldes.
Por la mañana del 10 de mayo, los federales estaban maltrechos fatigados y sin agua. A las 11:30 horas de ese día, el comandante de la plaza, general Juan Navarro, se rinde.
En esos tres días la ciudad había quedado destruida y en el resto del país el porfirismo se derrumbaba. (Juan de Dios Olivas / El Diario)

(Fuentes: Alan Knight, La Revolución Mexicana; Pancho Villa, Fiedrich Katz; Martín González de la Vara en Breve Historia de Ciudad Juárez y su región; Francisco R. Almada y Armando B. Chávez en Visión Histórica de la Frontera Norte de México; Luis Aboites, en Breve Historia de Chihuahua; www.inehrm.gob.mx; www.sedena.gob.mx)

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