Fernando Aguilar/
El Diario
Rosa está feliz. Después de 25 años, por fin halló la ocasión para derribar aquel jacal de madera en el que tanto sufrieron ella y su marido cuando las lluvias no sólo mojaban afuera, sino también adentro, donde no pocas veces la corriente arrastró hasta la arena que le daba forma al piso de la habitación.
Ella se siente satisfecha porque ambos construyen con sus manos la casa que cuando eran más jóvenes siempre quisieron tener: dos cuartos de hormigón, una techumbre en forma y ventanas perfectamente trazadas para ver el paisaje que configuran las otras viviendas en el valle.
Sin embargo, sus ilusiones pueden venirse abajo con la misma facilidad que puede colapsar su nuevo hogar localizado en lo alto de un cerro de la colonia Fronteriza, en el poniente de la ciudad.
Construido sobre la calle Cocotero, junto a muchos otros muy antiguos, el asentamiento humano se encuentra en un latente peligro porque el talud en el que se sitúa corre el riesgo de deslizarse.
Tarde o temprano, una combinación de factores podría hacer que el material ceda y la ladera se desmorone, lo que arrastraría a la familia hacia el abismo, concluyen especialistas.
Ahora mismo, miles de hogares están en peligro de destruirse por un deslizamiento, indican datos del último Atlas de Riesgos Naturales y Antropogénicos elaborado por el Instituto Municipal de Investigación y Planeación (IMIP) el año pasado.
Esta es una realidad que la ciudad ya ha visto. Uno de los ejemplos más dramáticos ocurrió en julio de 2014. Había llovido mucho. En la colonia Anexas, dos niños y su madre murieron sepultados por un barranco que se derrumbó porque la ladera donde la casa estaba construida fue víctima de un fenómeno que los especialistas llaman remoción de masa.
Tan sólo en la zona donde Rosa reside, el IMIP ha detectado 95 casas susceptibles a ese proceso.
“Lo ideal sería que no hubiera asentamientos en esas partes porque hay riesgos naturales”, señala Jesús Gaytán Cárdenas, un ingeniero del área de Movilidad e Infraestructura del organismo municipal.
El problema es que esa inseguridad se incrementa con el tiempo. Cada vez que llueve, sostiene el especialista, el agua erosiona el terreno, lo que ocasiona que la pendiente del talud se vuelva cada vez más inclinada y entonces sobrevengan los procesos de remoción de masa en sus distintas manifestaciones.
De acuerdo con el Atlas, el Instituto identificó 2 mil 219 viviendas como la de Rosa en el lapso de 2008 a 2015, todas ellas localizadas en 196 colonias.
La mayoría se encuentran cerca de la Sierra de Juárez, donde algunos taludes tienen caprichosos y pronunciados ángulos.
La colonia Chihuahua, por ejemplo, concentra 133; 16 de Septiembre, 129; Siglo XXI, 111; Plutarco Elías Calles, 109; Ladrillera de Juárez, 97; Gustavo Díaz Ordaz, 92; Nueva Galeana, 90; Felipe Ángeles, 80; Guadalajara, 73; Ampliación Siglo XXI, 70; Puerto La Paz 62 y Francisco Sarabia 54.
El asentamiento conocido como Fronteriza Baja tiene 44 de ellas; Ampliación Fronteriza, 37; Francisco Villa, 36; Mariano Escobedo, 34; Guadalajara Izquierda, 31; Adolfo López Mateos 25 y Fronteriza Alta 25.
Algunas de estas colonias no sólo aglutinan a decenas de familias, también tienen los taludes más peligrosos.
En un ejercicio de identificación del nivel de riesgo de cada uno –reducido a cuatro posibilidades desde “Muy alto” a “Muy bajo”–, el IMIP encontró que, por ejemplo, Insurgentes concentra siete de mucho riesgo, en tanto que dos con un riesgo alto.
De forma similar, la colonia Ampliación Plutarco Elías Calles tiene taludes de muy alto riesgo y cuatro de nivel alto.
La mayoría de la gente que vive en estos lugares sabe del peligro en que se encuentran, asegura Efrén Matamoros Barraza, director de Protección Civil del Municipio.
El funcionario señala que una muestra de lo anterior es la gran cantidad de ciudadanos que acuden a la dependencia con la pretensión de obtener el aval que necesitan para que Asentamientos Humanos proceda a regularizar su patrimonio.
No obstante, afirma, la respuesta que se les ofrece siempre es la misma en tanto las condiciones no cambien: Protección Civil no puede dar el visto bueno hasta que no realicen las obras de mitigación que corresponden.
“Mucha gente piensa y supone que es suficiente con cortarle a los cerros para luego poner ahí su vivienda”, dice Matamoros Barraza. “Pero tienen que dejarle su ángulo de reposo para evitar un derrumbe. O la otra es construir un muro de contención, pero para que sea seguro requiere un perito”.
Un muro de contención, la solución
Los muros de contención son estructuras diseñadas para detener la tierra, de modo que sirven para contener las masas cuando los taludes dejan de tener sus pendientes naturales.
Juan Pablo Estrada, ingeniero de Movilidad e Infraestructura del IMIP, explica que la mayor parte de las casas identificadas no cuentan con estos elementos de protección, lo que es más grave considerando que por su naturaleza aquellas ejercen un determinado peso sobre la propia ladera.
Rosa Rodríguez siempre ha sabido que necesita construir un muro, pero dice que con el sueldo que gana en la maquiladora no le alcanza ni para las tortillas.
Además, los años que ha residido en las alturas han hecho que se acostumbre a su rutina. Ha visto su patrimonio rodar hacia abajo, pero, sin recursos para edificar un muro, lo único que ha podido hacer es llenar el espacio ulterior de piedras que le compró por 100 pesos a un hombre que pasaba.
Aunque tenga que iluminarse con velas por las noches, la mujer afirma sentirse cómoda. Desde que llegó de Durango, ese terreno que ilegalmente una lideresa de colonia le vendió por mil pesos ha sido su hogar, donde, pese a conocer lo que señala Protección Civil, dice no sentirse en riesgo.
“Así como se acostumbran a vivir por Las Torres, en lo más parejo, así uno se acostumbra a vivir aquí”, cuenta mientras mira hacia el horizonte. “Han pasado muchas cosas. Nos hemos caído. La tierra se deslava, el material. Pero trabajando, hemos hecho la lucha de hacernos unos cuartitos”.
La lucha que esta empleada de maquiladora refiere haber hecho expone lo duro que para muchas familias del poniente puede ser invertir en su seguridad.
La estabilidad geotécnica de los taludes, entonces, pasa a segundo plano si se considera que personas como ella ni siquiera pueden resolver sus necesidades más básicas.
“Hemos podido subsistir con el aguinaldo, con el ahorro, con lo poquito que nos da la maquila. De perdida, hacernos un cuartito por si nos sentimos malos. Se cree uno de los líderes que te van a ayudar y se va pasando el tiempo, hasta que uno empieza a hacer las cosas con su propio esfuerzo”, lamenta Rosa.
‘Gobiernos han sido tolerantes’
El problema de las viviendas en riesgo de deslizamiento no es ninguna novedad, pues académicos lo han venido señalando desde el pasado y, además, las anteriores ediciones del Atlas del IMIP también lo abordaban.
Algunos expertos como el arquitecto Agustín González Medrano, catedrático de la Universidad Autónoma de Juárez (UACJ), consideran que los distintos gobiernos municipales de Juárez han sido tolerantes y permisivos con los asentamientos de este tipo, los cuales comparten la característica de haberse formado por la vía de la invasión de terrenos bajo el amparo de líderes de colonias vinculados con partidos políticos.
En palabras del director de Protección Civil, a veces las familias son “tan humildes” que aplicarles una sanción o impedir que sigan construyendo en áreas peligrosas se vuelve poco eficaz.
“Batallamos cuando hay que reubicar gente por la cuestión del recurso”, dice Matamoros Barraza. “El costo es alto. El Municipio no podría hacerlo solo. Tendrían que intervenir el Estado y la Federación”.
Rosa, por ejemplo, asegura que ya se le hizo un hábito saber que cada temporada de lluvias puede llegar “lo de siempre”. Las precipitaciones pueden inundar su casa, desgajar el cerro y, lo que es peor, arrastrar hacia abajo el patrimonio que tanto trabajo les ha costado construir a ella y a su marido.
Especialistas consideran que, en tanto las autoridades no hagan algo para minimizar o erradicarlo, el problema se agudizará y la gente creerá que cortar un cerro sin tener en cuenta nociones elementales de ingeniería civil no traerá consecuencias.
“Se debe dejar de estar permitiendo que la gente se asiente en zonas de riesgo”, dice Estrada, del IMIP. “No se debe permitir que se asienten en lugares de riesgo como son la remoción de masas, los escurrimientos, los arroyos. Eso genera más costo al Municipio. Es culpa del Municipio, pero más de la gente que se pone en riesgo”. (Fernando Aguilar / El Diario)
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