Fernando Aguilar/
El Diario
Corría el siglo XVII cuando una pequeña porción de tierra asumía el papel de salvaguarda de la región. La gente la llamaba El Pueblito. Eran los tiempos en que las irrupciones de las hordas bárbaras en el territorio eran constantes y el catolicismo era la religión que dominaba.
Estratégicamente, este lugar estaba en lo que en un sentido muy amplio podía considerarse la extrema periferia de la ciudad. Se hallaba separado del centro histórico por no menos de cinco kilómetros, refieren las fuentes que conservan la memoria histórica.
Este punto de vigía que permitía avizorar la proximidad de aquellos pueblos invasores es el templo de la Misión de San José, la segunda misión más antigua de Ciudad Juárez detrás de Senecú.
Como resultado del vertiginoso crecimiento de la localidad, más de dos centenarios después de su construcción, su perímetro quedó circunscrito al que delinean los caminos que hoy son el bulevar Óscar Flores, la avenida Adolfo López Mateos y las calles Francisco Márquez y Camino Viejo a San José.
En un paisaje urbano completamente distinto al que la vio levantarse, la Misión llega en la actualidad a sus 231 años reducida a un conjunto de ruinas que se aferran a no ceder.
Se rinde ante la tormenta
El recinto se cae. Las lluvias lo han debilitado y lo han dejado como la simple manifestación física de un recuerdo. Se erige ahí como un sitio histórico, pero nadie puede acceder a la esencia que atesora adentro porque permanece cerrado por seguridad.
Incluso antes de la tormenta que en 2008 provocó su colapso parcial y de las lluvias que hicieron lo mismo en 2013, ya unos años antes arquitectos de la ciudad señalaban el mal estado en que entonces se encontraba.
En su inventario de Monumentos Históricos y Edificios Relevantes, Elide Staines Orozco, actual catedrática de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), explicaba que este edificio, que antaño era una capilla de pueblo y pasó a ser una de barrio, presentaba algunos problemas estructurales.
“Necesita reparación urgente, además de respetar el contexto urbano circundante”, apuntaba la autora en esa obra que data de 2006, donde también urgía a subsanar las goteras que tenía el techo y a darle mantenimiento a la cubierta del altar.
En ese catálogo, la académica dejó constancia de que a la capilla, construida con vigas de madera y sillares de adobe con un espesor variable desde los 60 centímetros, debían reparársele las fachadas secundarias que estaban en mal estado.
Para Filiberto Terrazas Sánchez, cronista de la ciudad, sumamente importante es que las autoridades de este recinto que está en un régimen de propiedad federal hagan algo para salvarlo, pues representa uno de los puntos históricos más importantes de la ciudad.
“Es una reliquia histórica por la doble razón de que antes no existía el Registro Civil”, considera el historiador. “Ahí se inscribían las defunciones de los pobladores. Por otra parte, fue una avanzada religiosa de la civilización española que venía para acá. Todavía existen ahí algunas tumbas de los pobladores de la época y algunas personas ilustres”.
Tumbas ilustres
El panteón que yace detrás alberga, por ejemplo, el ataúd del sonorense Mariano Samaniego Delgado, un gobernador de Chihuahua que estudió Medicina en París y en su carrera política se desempeñó como diputado federal y local.
El predio también guarda lo que queda de Inocente Ochoa, un encumbrado hombre nacido en Aldama, exitoso terrateniente y acaudalado negociante que llegó a hospedar en su casa, donde hoy el Ayuntamiento restaura el Cine Victoria, en la avenida 16 de Septiembre, al entonces presidente de la República, Benito Juárez García.
Este cementerio donde no reposan más de 50 personajes, documentaba Staines Orozco, también necesitaba mantenimiento y protección “urgente”.
De acuerdo con los apuntes de la doctora en Arquitectura, la capilla de San José fue edificada por instrucciones del visitador de provincias José de Gálvez.
El comisionado para la construcción, refiere, fue Pedro José de la Fuente, quien decidió que ahí se erigiría tomando en cuenta un sitio estratégico que entonces era conocido como Fuente de los Indios.
La misión en su conjunto permaneció abandonada durante casi un siglo porque quedaba lejos de los incipientes núcleos de población, explica la catedrática.
“Llegar aquí era difícil, pues no se contaba con los caminos apropiados para ello. Por ese lugar hizo su entrada Benito Juárez y desde los años 1865-1866, hasta que fueron delineadas sus calles, el recorrido hacia el centro de la ciudad se llamó Camino Nacional”, escribe en su obra.
Desde hace 24 años, el perímetro delimita el hogar del matrimonio conformado por Jesús y Martha, quien asegura que su llegada a ese lugar fue una coincidencia.
La mujer cuenta que un día Jesús pasaba por ahí y vio al sacerdote responsable de la capilla intentar cavar una zanja. Fue entonces que, relata, se acomidió a ayudarle y, en recompensa, el párroco lo invitó a ser el velador.
Desde entonces, la pareja se ha encargado de la vigilancia y de ofrecer a los escasos visitantes un recorrido por las instalaciones.
Con el avanzado deterioro que registra a cuestas, Jesús y Martha lamentan que poco a poco el inmueble vaya cayendo.
“La gente casi ya no viene. Como la ven cerrada, ya no vienen. Es una lástima que tenga que estar así hasta que no vengan los del INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia). Es importante preservarlo porque es histórico”, dice el cuidador.
faguilar@redaccion.diario.com.mx