Alicia Fernández/
El Diario
En su travesía desde El Salvador hasta esta frontera, Juan Carlos fue asaltado por unos policías municipales, por lo que le fue concedido un permiso para residir por unos días en México de manera legal.
Sin embargo, dice, su objetivo es Estados Unidos y un muro no lo detendrá.
Aprovechó ese permiso para llegar a Ciudad Juárez, donde se refugió en la Casa del Migrante y está en espera de una visa humanitaria que la coordinadora de Derechos Humanos en el albergue le ayudó a tramitar.
Aún no sabe qué pasará con esta petición. Por lo pronto, para ganar un poco de dinero, trabaja en un lugar cercano a la malla que divide a México y Estados Unidos, desde donde se imagina saltando la barrera que se erige frente a sus ojos ilusionados de poder cruzarla.
Contratar un ‘pollero’ a 5 mil dólares, expresa el salvadoreño, le parece caro y no cuenta con tal cantidad.
Como Juan Carlos, alrededor de 15 migrantes se encuentran trabajando en Ciudad Juárez en espera de saber de qué harán en su siguiente paso, comenta Ivone López de Lara, coordinadora de Derechos Humanos en la Casa del Migrante.
Señala que lo que manifiestan los migrantes es que están en comunicación con sus familiares en Estados Unidos y ellos les han expresado que tal vez no es un buen momento, pero consideran que de alguna u otra forma buscarán la manera de llegar a su destino.
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