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La lucha continúa: mamá de Sergio Adrián

Fernando Aguilar/
El Diario

2017-02-19

Sin importar si la resolución de la Corte Suprema de Estados Unidos le favorece o no, la lucha que la ha mantenido de pie desde aquel 7 de junio de 2010 no cesará, asegura en tono categórico Guadalupe Güereca.

Como madre de Sergio Adrián Hernández Güereca –el adolescente que murió en territorio mexicano abatido por un agente de la Patrulla Fronteriza– la mujer pronuncia sus palabras con la firmeza que le confieren casi siete años transcurridos entre el dolor y las diligencias jurídicas que ha tenido que llevar a cabo.
Tras una negativa inicial, el caso llega mañana al máximo órgano judicial de Estados Unidos envuelto en un clima antiinmigrante producto del discurso del presidente Donald Trump, aunque sin la presencia de Guadalupe.
Si el dictamen no es lo que espera, ella seguirá buscando que se le castigue; si lo es, continuará la batalla en favor de otras mujeres afligidas por la misma situación que, hasta hoy, buscan justicia.
“Yo seguiré en la lucha hasta que Dios me quite de esta tierra”, señala convencida de que sus esfuerzos no han sido en vano. “Seguiré peleando con las demás mamás hasta que un día se haga justicia. Seguiré por los demás que se quedan sin apoyo y sin nada. La lucha continúa”.
Así, el Tribunal más importante de Estados Unidos determinará mañana si los familiares tienen el derecho constitucional de demandar al agente de la Patrulla Fronteriza.
El 7 de junio de 2010, Sergio Adrián se hallaba en el llamado Puente Negro, junto al Puente Internacional Paso del Norte, cuando, desde el otro país, Mesa le disparó en la cabeza mientras trataba de arrestar a otros hombres que intentaban cruzar la frontera de forma ilegal. De acuerdo con el archivo periodístico.
El agente se defendió argumentando que lo había baleado en defensa propia porque el adolescente le lanzó piedras.
Desde entonces, tanto Guadalupe como el padre de Sergio, Jesús Librado, visitan cada año ese punto para recordar a su hijo.
Según documentan fuentes periodísticas, el caso desató una serie de protestas en Ciudad Juárez y, tras un largo periodo de tiempo, la Corte Suprema aceptó escuchar la apelación de la familia del adolescente.
A pesar del sufrimiento que le causa ver cómo transcurren sin una solución contundente, Guadalupe ha pasado los años rodeada de buenas amigas, como ella califica a las mujeres que han compartido con ellas sus experiencias, muy similares en tono y dolor.
Las reuniones a las que ha asistido en Nogales y Tijuana han sido una suerte de terapia que, si bien no la alivia, la reconforta un poco.
“A raíz de que empecé a andar con las activistas, yo cambié poquito”, admite. “Yo estaba encerrada en mi mundo. No quería saber nada. He hecho amistad con la esposa de Anastasio y con su mamá; con la mamá de José Antonio, un ‘chavalito’ de 16 años. Ellas me hablan. Me comunico con Ana María, con Guadalupe Guerrero por teléfono”. 

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