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Envuelve a fronterizos recuerdo del Papa

B. Carmona/F. Aguilar/
El Diario

2017-02-16

A un año de haber tocado la mano del Papa Francisco, los ojos de José Antonio Rosales aún brillan y la sonrisa florece con los recuerdos de aquel instante que dice le llenó de tranquilidad y paz. José fue uno de los reos que pudo tocar al Sumo Pontífice, rezar y llorar junto a él.
“Sentí su poder espiritual. Cerré mis ojos y estaba rezando con él, agarré su mano y se la besé; compartí ese momento de dolor por la muerte de mi madre y de mi hermana, de alegría por verlo y dándole las gracias a mi madre porque sé que las cosas vienen de Dios y ella ayudó a ponerlo a él enfrente de mí y como siempre mi madre me decía desde chico ‘todo va a estar bien hijo’ y el santo padre me dijo eso”, recuerda sin poder contener las lágrimas.
Al igual que José, familias, migrantes, políticos, obreros, empresarios, reos, líderes católicos y estudiantes reviven hoy los momentos que dejó la presencia de Francisco en Ciudad Juárez el 17 de febrero de 2016 y reflexionan sobre el legado de encuentro y transformación al que fueron convocados por él.
Aquí se reunió con los reos del Centro de Readaptación Social (Cereso), se dirigió al sector empresarial en el gimnasio del Colegio de Bachilleres, compartió los alimentos con los líderes católicos en el Seminario Conciliar y sacudió a miles de fronterizos en El Punto, ante quienes oró por los migrantes muertos y condenó ‘las graves injusticias’ que han cometido contra aquellos que se han visto forzados a dirigirse a Estados Unidos debido a la pobreza y condenó la violencia.
Sin duda, coinciden los entrevistados, se tiene aún una gran tarea por realizar. Las peticiones que hizo son todavía deudas sin saldar y acciones que aún no producen cambios.

¿Habrán predicado en el desierto?
El vocero de la Diócesis de Ciudad Juárez, Hesiquio Trevizo Bencomo, cuestiona ¿Habrán predicado en el desierto?
Los mensajes de Francisco parecen irse borrando de la memoria no sólo en esta localidad, sino en el resto del país, lamenta el padre, ante un escenario presente donde repunta la violencia, aumenta la persecución de migrantes, abunda la pobreza y la corrupción.
Hay aún múltiples pendientes qué resolver, considera a su vez José Guadalupe Torres Campos, obispo de la Diócesis de Ciudad Juárez.
Sin desestimar que la visita haya sido de gran utilidad para restaurar la paz interna que consideraba perdida, expone que “queda pendiente que tomemos acciones en relación a la seguridad y la paz”.

Pendientes
Para Daisy Flores Gámez, la mujer que escribió para Francisco una breve carta que leyó en su calidad de madre y empleada en una maquiladora, tampoco se han logrado acciones para cambiar las condiciones laborales que, como lo señalaba en ese entonces, oprimen a las familias hasta que las dejan sin la posibilidad de pasar juntas tiempo de calidad.
En aquel texto, ella explicaba que las viviendas de los obreros se habían convertido prácticamente en dormitorios a los que regresaban una vez concluida la extenuante jornada de trabajo en las fábricas, por lo que pocas eran las horas que podían convivir con sus hijos.
A un año de haber sentido la emoción que le produjo informarle sobre esa preocupación al Papa, Daisy se pregunta por qué los gobiernos no hacen lo que les corresponde: garantizar el bienestar de la población.
La mujer no se dice ingenua: sabe que, para que la situación que describía en la carta pueda revertirse, las estructuras económicas y la legislación que dirigen al país deben sufrir algunas modificaciones que no dependen de una sola persona.
A pesar de reconocerlo, lo que sí le reconforta es que al menos, desde su punto de vista, el empresariado reconoce la problemática y se dice dispuesto a encontrar soluciones.
El obispo de la Diócesis de Ciudad Juárez confiesa que si, como ese, hay puntos que todavía no han sido satisfechos, la razón es que los grandes cambios por lo general suelen ocurrir de manera progresiva.
Como ejemplo de los pequeños cambios que sí han sucedido, el representante de la Iglesia en esta ciudad cita las acciones que la pastoral de migrantes lleva a cabo para prepararse para recibir a las personas que en un determinado momento puedan ser deportadas de Estados Unidos bajo las estrictas políticas del presidente Donald Trump.

Unidos por la fe
El 17 de febrero del año pasado, el estadounidense José Antonio, que purga una sentencia a tres años y cuatro meses de cárcel fue seleccionado para cantar al Papa durante su visita al Cereso local.
El plan era cantar la melodía de “Yesterday”, de The Beatles, pero al jefe de seguridad le pareció que era no era apropiado cantar una copla británica a un Papa latinoamericano y menos en suelo mexicano.
Sin embargo, sí permitió que José Antonio se quedara en el área, y al caminar por uno de los pasillos del Cereso 3 el Papa se detuvo con José Antonio y a ese momento se unió en oración junto con otros internos y, recuerda, cayeron de rodillas unidos por la misma fe. Tuvieron el privilegio que miles de juarenses añoraban.
“Siempre lo voy a recordar, nunca se me va a olvidar. Desafortunadamente tuve que estar aquí para verlo pero ese recuerdo me voy a llevar el día que salga… todo eso permite que la gente se dé cuenta que existimos personas con errores pero Dios nos da la oportunidad de ver el cambio en nosotros, él vino a encontrarse con nosotros”, afirma José Antonio quien planea dedicarse a rehabilitar jóvenes cuando concluya su sentencia posiblemente en un par de meses. Actualmente es maestro de inglés en el penal así como coordinador de deporte.
Otro de los reos, Joel Torres Reyes, sentenciado por homicidio, dice que la presencia del Papa no solo provocó transformaciones personales, también cambios en el penal.
“Francisco hizo que hubiera una remodelación en el penal; yo camino por todas las áreas y se ve la tranquilidad, la paz y la comunicación y antes no, era más odio que comunicación sabíamos que un patio no se podía ver con otro, había peleas”.
Agrega que “ahora en este campo, a donde vino él, se juega futbol entre internos de diferentes áreas”, cuenta el hombre que fue uno de los presos que estuvo a cargo de varias de las cuadrillas de trabajadores que remodelaron la capilla.
Precisamente ahí permanece el Cristo crucificado elaborado en cristal que Francisco regaló al centro penitenciario.
La imagen esta resguardada en una caja con marcos de madera y paredes de vidrio, colocada en el atrio del templo donde actualmente se celebran misas de forma periódica y los grupos de la pastoral penitenciaria aumentaron.
Más allá de lo tangible, refiere el obispo José Guadalupe Torres Campos, las transformaciones más grandes son las que han acontecido en el núcleo de la Iglesia; es decir, en los corazones de los creyentes.
“En todo este año yo percibí un aumento de fieles a las iglesias.
La visita del Papa nos trajo más unidad. Nos abrió la mente y el corazón para decir que es posible organizarnos. A nivel eclesial hay mayor conciencia de seguir sus enseñanzas. Tal vez no sean grandes cambios o tan visibles, pero los hay”, dice Torres Campos.
No obstante, a la Iglesia y a la comunidad les hace falta seguir trabajando y organizarse para ir a las periferias para diseminar por allá el Evangelio y la fraternidad, advierte el obispo.
Después de meditar sobre lo que falta por hacer, Trevizo Bencomo dice que le viene a la mente la siguiente reflexión: la visita de Francisco a Juárez no fue inútil.
“Nunca. Jamás. Es algo que está ahí pendiente y que nos sigue interpelando para transformar verdaderamente desde dentro esta ciudad nuestra que tanto amamos y que tanto nos necesita”, expone tajantemente quien también se desempeña como párroco de la iglesia de Jesús Maestro.
Lo mismo considera el obispo Torres Campos, para quien la solución está en retraer estos mensajes y evitar que caigan en el olvido.

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