Cinthya Ávila/
El Diario
“Desde que vi a esta viejita ya la traía en jabón”, dijo Sergio Carrillo al contar cómo conoció a Bertha Cruz Perches. Ella, de cabello blanco y con vestido de novia, sólo lo miró sonriendo.
Se vieron por primera vez hace un año frente a Catedral en la avenida 16 de Septiembre, en uno de tantos encuentros de pachucos.
Sergio recuerda que quedó “flechado” por los dones artísticos de Bertha. “Nadie canta y baila como ella”, aseguró.
Desde ese momento y muchas bailadas después, en el paso peatonal de la 16 al ritmo de mambo y chachachá, decidieron casarse.
Sergio tiene 73 años y Bertha 69. Ambos son viudos y sus respectivos hijos ya hicieron sus vidas.
Si tienen algo en común es la cultura de los pachucos. Ambos cuentan que desde que tienen memoria visten sus trajes holgados y resplandecientes.
El lugar que eligieron para contraer nupcias fue el Mercado Juárez, donde está la escultura de su querido Germán Valdez Tin Tan y donde además por años se han reunido los miembros de su grupo.
“Ella para mí es una pachuca con perfil de diosa”, expresó Sergio sobre Bertha. No tiene reparo en decir lo que siente por su esposa ni tampoco en leerle los poemas que él mismo le escribe.
Los amigos y los familiares empiezan a llegar. Mesas y sillas blancas ya esperan a ser ocupadas por los asistentes, quienes inmediatamente van a felicitar a los novios.
Bertha viste un traje en tono crema, con bordados y un collar con detalles aperlados, que hacen resplandecer su blanca cabellera.
Sergio lleva puesto el clásico traje, con saco negro y pantalones blancos. En la solapa se puede ver un clavel rojo y de su sombrero sobresale una pluma.
La novia, sin soltar su ramo, atiende a sus invitados. Entre abrazo y abrazo en más de una ocasión se le humedecieron los ojos.
La foto con el “pachuco de oro” no podía faltar. Quienes siguen esta identidad posaron junto a la escultura de Tin Tan y los novios.
La mayoría de quienes acuden rondan la edad de Sergio y Bertha. Hay algunos que llegan a la fiesta en andador, pero ni eso los detiene para bailar.
Entonces llegó el momento. El juez preguntó si se aceptaban como marido y mujer. La respuesta fue sí.
“Y de aquí hasta que la calaca patas de cabra nos separe”, dice Sergio antes de besar a la novia, adoptando algo del lenguaje pintoresco de Tin Tan. (Cinthya Ávila / El Diario)
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