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Víctimas de explosión encaran otra tragedia

Fernando Aguilar/
El Diario

2017-01-14

Después de la conmoción que les produjo atestiguar la explosión que desmoronó su casa, los Mendoza Sánchez hacen frente a otra tragedia: que la cuenta del hospital donde el jefe de familia se recupera de sus quemaduras sube sin que puedan ver el final de este episodio.
Lo más triste no es que la vivienda haya quedado reducida a escombros, sino que el pronóstico de Mario Alberto Mendoza González no es el mejor, dice inquieta Isabel Sánchez Rodríguez, esposa de este hombre y madre de dos niños de 4 y 6 años.
Con excepción de los bomberos José Sánchez Escalera y Enoc Garza Solís –quienes están fuera de peligro–, así como del policía Germán Sánchez Rodríguez –que ha podido hablar un poco y abrió uno de sus ojos a la mitad–, el estado de salud de los otros afectados tampoco es alentador.
De acuerdo con el área de Prensa del Municipio, está grave, pero estable, el agente Felipe Barrios Rodríguez, que presenta quemaduras en el 18 por ciento de su cabeza, la mitad  de ellas en el rostro.
Informaron que fue sometido a un aseo quirúrgico, inducido a un coma y, por tanto, conectado a ventilación mecánica, es decir, a un proceso de respiración asistida.
El oficial Guadalupe Santiago Neira sigue en la unidad de cuidados intensivos del Hospital General Regional (HGR) 66 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), dio a conocer Rosendo Gaytán, vocero del organismo en la ciudad.
Todavía vívida, la secuencia que presenció Isabel el jueves por la noche circula por su mente. Se va sólo cuando duerme, si es que logra hacerlo. Ella pernocta en el Centro Médico de Especialidades, donde su marido convalece sedado en estado crítico, con quemaduras de tercer grado en la espalda, rostro, pies y manos.
Como iban a ser las 12:00 de la medianoche, ambos estaban dormidos, cuenta la mujer. Sin embargo, un inusual sonido que provenía del patio los despertó. Mario se paró frente a la puerta para saber de qué se trataba y ella lo siguió.
Entonces, Isabel entendió que el reducido espacio exterior, que colindaba con el comedor y unas escaleras, se estaba llenando de gas LP que salía de un cilindro de 45 kilos que aparentemente estaba lleno.
“Miré que se estaba escapando el gas”, recuerda. “Todo el patio atrás estaba como blanco. Entonces lo que hice fue agarrar a mis hijos y salirme rápidamente de la casa, junto con mi esposo. La calle ya olía mucho a gas. Se acercó una vecina para decirnos y nos pusimos a levantar a todos los vecinos cerca para que salieran de sus casas”.
Isabel narra que cuando repararon en que la calle había sido alcanzada por el intenso olor, les advirtieron a los colonos que no debían encender ningún aparato eléctrico.
En ese punto, explica, los bomberos ya iban en camino y los policías municipales que hoy luchan por su vida en el hospital se le acercaron para preguntarle qué pasaba, mientras Mario conducía a los primeros hacia el epicentro de la fuga y ella subía a los niños al auto estacionado frente al domicilio para resguardarlos.
Confundidos, los pequeños gritaban, relata Isabel en un tono de voz que cada vez se torna más angustioso. Después los agentes entraron en la vivienda y ella volvió a abrir la puerta del vehículo para reunirse con sus hijos.
Fue entonces que, según la mujer, el estallido sobrevino. Con su fuerza eyectó grandes fragmentos de concreto y rompió los cristales de las ventanas. Derribó las puertas y levantó una nube de polvo.
Pese a lo catastrófico de sus efectos, el estruendo precedió una escena aún peor: la de Mario, que corría hacia la calle con la espalda en llamas, pidiendo a gritos que lo ayudaran, que alguien llamara a una ambulancia. 
“Mis hijos vieron todo eso”, lamenta la entrevistada. “Ellos vieron cómo se estaba prendiendo su papá. Un vecino lo tapó, le echó algo para que se apagara. Él corrió, seguía gritando como loco. Y mis hijos atrás de él. Yo con ellos hasta que llegó una unidad (una patrulla de la Policía Municipal) y me subí”.
De acuerdo con Isabel, a bordo de la pickup iba Mario rumbo a la Cruz Roja, donde fue atendido y de donde posteriormente fue enviado a la clínica donde ahora reposa por decisión de su esposa, quien así lo dispuso porque, según explica, había oído que en ese lugar trabajaban conocidos especialistas.
Desde entonces, el mecánico de 30 años, estudiante del Instituto Tecnológico de Ciudad Juárez (ITCJ), se encuentra inconsciente y su esposa, cada vez más desesperada, pide auxilio económico a la comunidad para solventar los gastos del costoso tratamiento.
Las áreas de Derechos Humanos y DIF municipal les ofrecieron a ella y a los niños atención psicológica el viernes por la noche, en tanto que Protección Civil cuenta con cobijas, colchonetas y despensas para la familia.
“No pido que me paguen todo, sólo que alguien me ayude, que pague una parte o lo que pueda. Lo que a mí me preocupa es que va subiendo la cuenta. Entrando nos pidieron 50 mil pesos para poderlo atender en quirófano. Esos ya los pagamos, pero cada día va subiendo”, comenta Isabel. (Fernando Aguilar / El Diario)

faguilar@redaccion.diario.com.mx

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