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Van guatemaltecos por ‘sueño americano’

Fernando Aguilar/
El Diario

2016-11-23

Al saber que su esposa daría a luz, Erick Solís tramitó un permiso para ausentarse de su trabajo. Convencido de la que creía una excelente decisión, el hombre abandonó un día su empleo como chofer de autobús y se quedó con su pareja durante unos días mientras otra persona lo relevaba en el volante.

Pero cuando se supo listo para regresar, al nuevo conductor lo dejaron en el puesto y él, padre de cuatro hijos, perdió su fuente de ingresos. Transcurrió un mes y luego otro hasta que, acuciado por la falta de trabajo, Erick empacó sus cosas y emprendió “su primer gran viaje”.
Su destino era una vida más generosa en Georgia, Estados Unidos, el país a donde uno de sus hermanos emigró hace varios años.
Así, después de 18 días a bordo de un tren y varios camiones llegó ayer a esta frontera desde su natal Huehuetenango, un poblado ubicado a unos 260 kilómetros de la ciudad de Guatemala, junto con una treintena de personas originarias del mismo país y una muchacha de El Salvador.
La tierra fronteriza abrazó en la Casa del Migrante, localizada entre la calle Neptuno y el bulevar Manuel Gómez Morín, a este hombre que afirma no temer por la intransigente postura antiinmigrante del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump.
Lo arropó en esa institución sostenida por la Diócesis de Ciudad Juárez, donde, como él, entre 250 y 300 personas gozan temporalmente de hospedaje, alimentación, ropa y servicio médico desde 1982.
“Mis expectativas son buscar un trabajo y trabajar duro, porque el camino es duro y costoso”, sostiene mientras su hijo de cinco años, Erick, le abraza la pierna. “Si Dios permite que logremos entrar a Estados Unidos, hay que aprovechar y darle las gracias por la oportunidad y porque a uno lo cuida en el camino”.
Erick, de tez morena y cabello oscuro corto, viste una ligera chamarra verde olivo, un pantalón de mezclilla azul marino y unos zapatos de moda cafés.
Sus frases son cortas; él, mesurado. Prefiere no revelar muchos detalles sobre su travesía y teme que el haber hablado públicamente sobre sus intenciones, su nombre y su historia derribe su meta. 
Por eso el guatemalteco de 34 años omite mencionar cuándo partirá y cómo le hará para cruzar la línea divisoria entre ambos países, pero, en un tono contundente, asegura que no desistirá porque ya recorrió más de 2 mil 300 kilómetros de los más de 4 mil 400 que le faltan para llegar a Georgia.
“Desde que salimos de allá de nuestro país hemos venido viajando en autobús”, comenta otro hombre que lo acompaña mientras otros migrantes huyen para no ser entrevistados. “La comida ha sido un poco escasa, pero ya ni modo, ya viene uno en camino, ya no puede uno echarse para atrás”.
Sin embargo, cuando Erick lo compara con el que padecía en Guatemala, ese sufrimiento le resulta pequeño.
Si está a kilómetros de su hogar es porque, considera, el dinero que ganaba en Huehuetenango sólo le alcanzaba para sobrevivir: sacaba apenas 50 quetzales al día y 300 por semana, que equivalen a 137 y 825 pesos, respectivamente.
“En nuestro país hay mucha pobreza. Los salarios son muy bajos. Eso no alcanza para comer. Es muy poco. Tenemos que buscar otros medios para poder salir adelante y para que la familia esté mejor. Más lo hace uno por los hijos”, insiste el migrante apurado por los voluntarios de la Casa del Migrante para atender un trámite. 

faguilar@redaccion.diario.com.mx

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