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‘Derriban’ los muros… con abrazos

Fernando Aguilar/
El Diario

2016-10-29

Apenas tres minutos bastarán para restablecer toda una vida, dice Karla Gómora mientras los segundos previos al encuentro transcurren envolviéndola en la intranquilidad. A medida que pasan, un cúmulo de emociones guardadas florece y la pone a punto de llorar.
Entonces la mira y estalla. Desde hace 19 años esperaba este día, el instante en que pudiera volver a apretujar a su hermana, Raquel Jurado, como no lo hacía desde que, sin despedirse de ella, esta última mujer dejó la Ciudad de México y se fue a vivir con su pareja a Estados Unidos cuando tenía 15 años.
Como la de Karla, aliviada por su sobrino en la espera, un montón de tristes historias se reescribieron el sábado en la porción del río Bravo que pasa cerca del puente internacional Santa Fe.
Ahí, la frontera entre México y Estados Unidos cedió, por segunda vez, durante tres minutos, los suficientes para permitirles a unas 300 familias que viven separadas por una línea divisoria volver a unirse en un abrazo.
La autorización para bajarse y abrazar a sus familiares, representó la oportunidad de regresar al bordo del río por donde descendieron sin temor a ser detenidos por la Patrulla Fronteriza.
Los organizadores del evento solicitaron permiso previo de autoridades estadounidenses para permitir la interacción. Los inmigrantes que bajaron del lado estadounidense del río portaban camisetas azules, y sus familias de Ciudad Juárez vestían de blanco. Los colores fueron el salvoconducto para regresar ante la vigilancia de la Patrulla Fronteriza.
“El objetivo de la Patrulla Fronteriza es asegurarse de todo esto se lleve de forma correcta, y nuestra obligación es hacer que las leyes de inmigración, aduanas y agricultura sean obedecidas”, dijo Ramiro Cordero, portavoz de la agencia.
Dijo que la Patrulla Fronteriza no tiene protestad sobre el cauce del río, el cual pertenece a la Comisión Internacional de Límites y Aguas, por lo cual su función fue meramente de vigilancia.
Para quienes no pueden cruzar legalmente este límite, aquello fue un acto de amor y al mismo tiempo de protesta hacia las políticas migratorias que dividen a la gente, consideró Fernando García, director de la Red Fronteriza por los Derechos Humanos, la organización que promovió el encuentro.
Datos del Departamento de Seguridad Nacional de aquel país (DHS, por sus siglas en inglés) muestran que, en 2013, de 662 mil inmigrantes detenidos ahí, el 64 por ciento provenían de México.
De acuerdo con el Centro de Investigaciones Pew (Pew Research Center), la población de latinos en esa nación se ha multiplicado exponencialmente desde 1980 hasta por lo menos 2013, cuando 34 millones 600 mil personas integraban esa comunidad.
Denominada “Abrazos, No Muros”, la iniciativa –que fue respaldada por la Diócesis de El Paso, el congresista Beto O’ Rourke y la juez del Condado, Verónica Escobar– se desarrolla en el momento más agudo de los discursos que condenan la migración hacia Estados Unidos, sostiene García.
De ello está al tanto Karla, quien llegó a esta frontera desde la Ciudad de México, y para quien la esperanza de que las autoridades estadounidenses “se sensibilicen” nunca se ha esfumado.
“¡Vean que somos muchos, que prácticamente nos separan!”, exclamó la mexiquense de 36 años. “Somos muchos hispanos que estamos separados y la verdad, nos gustaría que las reformas tanto de acá como de allá nos apoyaran para que esto se diera más seguido”.
Quienes participaron en la actividad fueron citados antes de las ocho de la mañana con el fin de agruparse conforme a la logística que establecieron en las reuniones previas a las que tuvieron que asistir los días 23, 27 de octubre en El Paso y 25 y 28 en Ciudad Juárez.
Más tarde, después de las nueve, las primeras personas comenzaron a bajar desde los dos lados hacia el fondo del río, cubierto abundantemente de un fango movedizo e inestable a la mitad del imaginario límite vigilado por agentes de la Policía Federal en un lado y por una unidad de la Patrulla Fronteriza en el otro.
“¡Estoy para servirle!”, le dijo un oficial de la Patrulla Fronteriza a su homólogo mexicano de la Policía Federal en el punto medio del extinto cauce de agua, mientras le daba una palmada en la espalda después de que, como un gesto de cordialidad, los dos se dieron un abrazo aplaudido por los que lo presenciaron.
Los residentes estadounidenses –vestidos de azul– y los mexicanos, que vestían una camiseta blanca, lloraban con la misma intensidad. Besaban sus mejillas y se tomaban fotos sin importarles que decenas de cámaras de televisión fueran a exponer las muestras de cariño que ignoraban cuándo volverían a darse.
El origen de una jornada como la del sábado por la mañana radica en el hecho de que la “agresiva” política de Estados Unidos mantiene separadas a familias enteras, expuso García.
“Hay quienes están pugnando por crear una gran fuerza de deportación; quieren construir más muros de los que ya hay. Y eso sólo significa una agresión para estas comunidades. Significa no reconocer que los inmigrantes contribuyen, que son parte de esta nación y que la relación con México tendría que ser diferente”, dijo.
Karla no puede dejar de sollozar. Aunque el congresista Beto O’ Rourke le habla, ella sólo mira a su hermana que se acerca desde lo alto de la orilla del río como las primeras decenas de familiares de otras personas. Nadie sabe si volverá a verla en estas condiciones.
“Otro evento así en la frontera, ahorita en las condiciones que hay, es muy difícil. Sólo en El Paso es posible por la relación que se ha desarrollado entre las comunidades y la Patrulla Fronteriza”, explicó el representante de la Red Fronteriza por los Derechos Humanos.

Alegría efímera
Padres separados de sus hijos, esposos, hermanos, nietos y abuelos que se conocen por primera vez, son ejemplos de las familias que pudieron estar cerca de nuevo, en medio del río y a sólo a escasos metros del Puente Paso del Norte.
Karina Román, de 19 años, ha vivido en El Paso desde los nueve años y afrontó la deportación de su madre a esta edad.
“Tenía 10 años que no veía a mi mamá y es lo más hermoso que se pudo haber hecho, estoy muy emocionada y me da gusto que sí pudimos vernos y abrazarnos por lo menos un ratito”, expresó entre lágrimas Karina, quien dijo que no conocía a su hermano hasta este día. “Mi hermano y mi tío también vinieron, mi abuelo puedo verlo después de tantos años”.
Además de historias como la de Karina, existen aquellas que la violencia fronteriza los separó de forma indefinida. Tal es el caso de la señora Martha Puentes Hernández, quien viajó desde Las Cruces para poder reencontrarse con su familia.
“Tenía seis años sin verlos, pero me faltó ver a mi hijo lamentablemente me lo mataron cuando pasó la violencia en Juárez, este lunes (mañana) cumplirá 6 años de fallecido. Pero en cuanto pueda cruzar iré a visitarlo al panteón”, expresó Martha. “Tenía muchas ganas de ver a mi mamá, y vamos a seguir luchando para una reforma migratoria”, concluyó. (Con información de Sabrina Zúñiga/El Diario de El Paso)

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