Cinthya Ávila/
El Diario
Pedro camina entre cientos de flores de cempasúchil sobre la hectárea que sembró este año, donde sobresale el color naranja.
Sin otra herramienta más que sus manos, el agricultor de 40 años corta las flores más vistosas y forma ramos que coloca a la orilla del terreno. Luego se adentra nuevamente entre los surcos y las plantas, para juntar otro montón en el sembradío del poblado de San Agustín.
El destino final de su producto, tradicional del Día de Muertos, serán las tumbas en los cementerios o los altares que se montan en viviendas, escuelas o centros de trabajo.
Pedro Estupiñal Ogaz no teme a la bravura de los mosquitos y abejas que rondan sus cultivos, pues dice, ya está acostumbrado a los gajes del oficio.
Otros de esos percances a veces son las caídas o resbalones que sufre durante su labor, por el terreno lodoso a causa de los riegos.
“A veces me resbalo bien feo, pero me levanto y sigo cortando”, cuenta el agricultor.
Ataviado con una camisa de manga larga, una gorra que lo cubre del sol y los zapatos llenos del fango, Pedro no se detiene en su trabajo.
Menciona que en San Agustín sólo hay dos sembrados de cempasúchil y él trabaja uno de ellos. En su caso, es la actividad que ha hecho durante toda su vida.
Comenta que la siembra se hace tres meses atrás. Primero hace la plantación y cuando alcanza unos 20 centímetros se trasplanta.
A cada mata, dice, se le da una cierta distancia. Sólo queda esperar a que crezca y durante ese proceso se le da mantenimiento, limpiándola de toda la maleza y regándola constantemente hasta que salgan por completo sus pétalos.
Para finales de octubre la producción está lista para dar abasto a los pedidos del 2 de noviembre, el Día de Muertos, cuando se usan como decoración y ofrenda.
Aunque faltan dos semanas para la celebración Pedro ya tiene algunas solicitudes para surtir florerías. El resto lo irá desplazando poco a poco en diferentes puntos de venta. (Cinthya Ávila / El Diario)
Conoce la tradición?