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Atesora ‘Correos’ 70 años de historia

Fernando Aguilar/
El Diario

2016-08-20

Como en otras ciudades del país, al término de la Segunda Guerra Mundial el Gobierno mexicano construyó en Juárez un punto de reunión para todos los saludos, recados afectuosos, buenas y malas noticias, deseos, condolencias y otros mensajes enviados a través del papel.
De hecho, existía uno desde 1912, pero la nueva sede de toda la correspondencia que entraba y salía de la localidad debía ser un edificio que pudiera albergar un volumen más amplio de cartas, con instalaciones apropiadas para ser el centro de comunicación de una urbe en  crecimiento.
Las autoridades federales ordenaron la construcción de aquel inmueble entre las calles Ignacio de la Peña y Lerdo, donde, pese a sus 70 años de existir, se mantiene de pie sin haber sido remodelado, destacan los conocedores.
Elaborado por Elide Staines Orozco, catedrática de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), el Inventario de Monumentos Históricos y Edificios Relevantes documenta la solidez de la primera de tres sucursales de lo que hoy es Correos de México en esta frontera, levantada en 1946 e inaugurada un año más tarde.
En ese texto, la académica deja constancia de que el inmueble fue una obra de Arquitectos de México diseñada para ser una oficina de correspondencia que hasta ahora no ha tenido nunca ningún otro uso, ni grandes deterioros o modificaciones estructurales.
“Fue un edificio muy digno, muy decoroso”, considera el historiador Filiberto Terrazas Sánchez. “El primero del Gobierno federal que se hizo en Ciudad Juárez con todo decoro y dignidad, porque en esa época también estaba la delegación de asuntos migratorios, que se llamaba Oficina de Población”.
Cuando el Gobierno decidió ‘levantarlo’, recuerda el cronista, con todo y predios baldíos, los límites de la urbe llegaban aproximadamente hasta donde hoy está la avenida De las Américas.
En aquel tiempo la bonanza envolvía a la frontera: la guerra había atraído como consecuencia que soldados estadounidenses asentados en la base militar de Fort Bliss, en El Paso, visitaran este lado atraídos por las corridas de toro, las peleas de box y los espectáculos que se ofrecían en los centros nocturnos de diversión.
A punto de terminarse el sexenio del expresidente Manuel Ávila Camacho, la paridad cambiaria no rebasaba los siete pesos por dólar y lo que prevalecía, en la opinión de Terrazas Sánchez, era la prosperidad.
En ese contexto, la sede principal del Correo federal fue también el destino de miles de remesas que los mexicanos que vivían en Estados Unidos les enviaban a sus familiares.
En su momento, la gran obra arquitectónica vino a ser el centro local de operaciones postales que estaba ubicado, hasta 1947, en un espacio localizado en la avenida Juárez.
También sustituyó al viejo Correo federal asentado en el número 519 de la avenida 16 de Septiembre muy cerca de la calle Ignacio Mariscal, donde, como lo describe la académica de la UACJ, estuvieron situados los poderes de la nación en 1865, durante la visita de Benito Juárez.
Tal como fue materializado en su año de inauguración, el histórico edificio posee características de la arquitectura neoclásica, expone la autora en el catálogo.
La parte central de su fachada la compone una puerta principal delimitada con columnas rectangulares y un dintel de cantera que tiene motivos florales y rectángulos de almohadillados. En la parte de arriba de esa estructura pueden apreciarse algunas figuras de flores en alto relieve y, por encima, un balcón resguardado por un barandal de fierro.
Una mirada desde el otro lado de la calle permite advertir que en su ‘rostro’ hay cuatro ventanas perfectamente conservadas, cada una con sus correspondientes dinteles.
Quien ingrese hacia el interior verá primero un amplio recibidor y una especie de entrepiso o mezzanine en donde hay oficinas cuyas paredes, como las de todo el recinto, están pintadas de blanco. Luego observará, de frente, el departamento de carteros y un par de anuncios publicitarios de Mexpost, el servicio de mensajería del servicio público.
Inmediatamente a su lado izquierdo encontrará las escaleras, mientras que unos metros más adelante hallará la entrada de un cuarto que funciona como módulo de información y, en la orilla derecha, las ventanillas de la mensajería.
En cambio, si mira hacia arriba verá una lámpara de techo que no estaba ahí hace tres años, tiempo en el que, explica Francisco Javier Zúñiga, el jefe de los carteros, el interior del edificio fue remozado a partir de que la distribución espacial debía modificarse por cuestiones operativas.
“Se quitaron los cubículos individuales, se puso loseta, se pintó, se puso el barniz de arriba y se quitó la araña (el candelabro)”, enumera el empleado, uno de los casi setenta que trabajan ahí desde las 7 de la mañana hasta las 3:30 de la tarde.
Quienes trabajan dentro reconocen que el edificio es el punto de convergencia de cada vez menos cartas personales, pues, inexorablemente, la tecnología ha desplazado a ese método de comunicación.
En realidad, consideran, lo que lo mantiene aferrado a la actualidad es, a grandes rasgos, el servicio que ofrece Mexpost y los estados de cuenta que el banco Banamex les hace llegar a sus clientes a través de Correos de México. (Fernando Aguilar / El Diario)

faguilar@redaccion.diario.com.mx

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