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Derriban la frontera… ¡con abrazos!

Abraham Rubio/
El Diario

2016-08-10

Unos instantes bastaron para que decenas de familias se reencontraran con los seres queridos que la línea fronteriza entre México y Estados Unidos ha dividido por más de diez años. Esas caricias, abrazos y besos, que sólo podían ser expresados de manera telefónica, ayer por la mañana pudieron convertirse en realidad.
“Abrazos, no Muros” (“Hugs, not Walls”) permitió que los mexicanos pudieran tener de frente dos o tres minutos a sus parientes que viven en el país vecino, y que desde hace tiempo no han podido frecuentar.
El punto ubicado a metros del Puente Paso del Norte y el llamado “Puente Negro”, fue el escenario de una bendición de una madre hacia su hijo, del consuelo que sólo una hermana le puede dar a su igual, y del reencuentro de una mujer de 80 años que aún tuvo la fuerza para ver nuevamente a su nieta.
Las familias se reunieron ayer desde las 9 de la mañana en el bordo fronterizo, a la altura del centro “El Pecador”; ahí se uniformaron y esperaron a que llegara la hora en que grupalmente bajaran a la mitad de la estructura por donde corre el Río Bravo (Río Grande).
Al llegar las 10, los de blanco (mexicanos) y los de azul (residentes estadounidenses) y al grito de “Sí se pudo, cruzar el muro”, concretaron el encuentro que durante dos meses esperaron desde distintos lugares de la República Mexicana.


Luego de diez años, Rosalba Jáquez Varelas pudo tener a su hermana entre sus brazos para revivir en unos segundos todos los pesares que una familia dividida por la frontera sufre: “ya no vino mi madre pero te vi a ti”, fueron las palabras que escuchó entre el llanto.
“Es una emoción muy fuerte para nosotros, tenerla dentro de nuestros brazos, decirnos un te quiero, que la amamos, que la queríamos mucho y que aunque no están nuestros padres, estamos nosotros que somos sus hermanas para estar fuertes”, dijo. 
A sus 80 años de edad, Josefa Barrientos Martínez dice sentirse fuerte como una muchacha de 15 años, y por eso decidió ir hasta el bordo a encontrarse con Sarita, su nieta que no ha visto desde hace diez años que se le venció su Visa Láser.
Para ella, ni los teléfonos ni todas esas tecnologías que sus nietos utilizan para comunicarla con la mujer de 24 años, con sentirla, abrazarla y llorarle en el hombro. No es lo mismo “apretujarla” y decirle eso que tanto lamenta: “¡ay, mamacita linda! quisiera tenerte aquí”.
Entre la multitud, que no le importó enfangarse los pies para palpar a sus parientes, estuvo Estela Pérez de Lara dándole la bendición a su hijo Francisco, justo antes de que se acabaran el par de minutos que terminó el lapso de 12 años sin poder verlo.
Así se despidió de él y se regresó a Aguascalientes, esperando que la encomienda a Dios de su familiar, lo cuide en el otro lado de la frontera.

Reformas, no barreras
Dylan Corbett, director del Instituto Fronterizo Esperanza, comentó que el Río Bravo “hoy día, más por las campañas presidenciales en EU y porque estamos viendo una cultura política de xenofobia, de racismo, de odio y división, este lugar, para muchos, no es un lugar sagrado sino de división”.
“Nosotros decimos no, a la militarización y criminalización del migrante, porque este lugar no debería ser símbolo de la división sino de la unidad, ¿por qué este río no puede ser como la Estatua de la Libertad, como un símbolo para acoger al migrante, al refugiado?”
El dirigente de la organización, que colaboró con la Red Fronteriza por los Derechos Humanos para crear “Abrazos, no Muros”, expresó que es necesario poner un alto a las deportaciones, a la separación de familias y exigir a los dos candidatos (Donald Trump y Hillary Clinton) que no promuevan políticas que dividan.

Desde El Paso
Portando una enorme bandera estadounidense, Ray Guerra y su familia se encontraban a la expectativa de reunirse con sus suegros que viven en Juárez.
El año pasado se encontraron en la valla fronteriza de Anapra-Sunland Park pero ayer no hubo muros ni estructuras que los separaran.
“Estamos todos emocionados, toda la familia ya está en lágrimas. Estamos felices de que el Gobierno permita este tipo de eventos, nos gustaría que lo hicieran más a menudo”, dijo Guerra.
Entre los primeros en bajar el sendero hacia el centro del Río Bravo, se encontraban Angélica Correa y su familia.
“Siento una gran felicidad en mi corazón, hace cinco años que no miraba a mi abuelo y a mi hijo”, afirmó.
Francisco Pérez vino desde Las Cruces. “Llevo 15 años sin ver a mi mamá... esto se sintió como si volviera a nacer, estar entre sus brazos como niño”, dijo.
Rosa Martínez, de 86 años, caminó sobre el lodo y se reunió con sus nietos, a quienes no había visto en más de una década.
Fernando García, director de la Red Fronteriza por los Derechos Humanos, dijo que la reunión fue un acto simbólico “para llamar la atención a estas malas políticas migratorias que violan los derechos y la dignidad y separan familias”. (Con información de Luis Hernández / El Diario de El Paso)

jrubio@redaccion.diario.com.mx

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