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Sobrevive museo del Valle entre historias... y el olvido oficial

Fernando Aguilar/
El Diario

2016-04-30

Después de meditarlo por mucho tiempo, el profesor Manuel Robles ha concluido que el ‘pecado’ más grande que considera haber cometido fue levantar un museo en el Valle de Juárez sin consultar a las autoridades del Municipio ni pedirles permiso.
Motivado por la curiosidad de los niños que le llevaban objetos extraños que hallaban en el monte mientras jugaban, el fundador del Museo Regional de San Agustín decidió coleccionarlos y exhibirlos a la comunidad como las valiosas piezas históricas que las creía.
Fue así como nació aquel recinto cultural, que llega a 57 años de existencia entre carencias y el olvido oficial, pero con la promesa de continuar aportando experiencias, conocimientos e historias al panorama cultural de la zona.
“Cincuenta y siete años se dicen fácil, pero los vivimos casi siempre a contracorriente”, comenta el profesor. “Pero tenemos el espíritu del salmón que va contracorriente luchando. Así hemos logrado consolidar este museo”.
Localizado en el kilómetro 29 de la carretera Juárez-Porvenir, el espacio que hoy ocupa había sido la escuela primaria Plan de Ayala, que, tan pronto como la iniciativa comenzó a tomar forma, un 30 de abril, trasladó sus instalaciones a un nuevo edificio contiguo.
El patio frontal donde antaño jugaban los niños de aquella época hoy lo cruzan antes de entrar quienes hacen una parada para conocer lo que hay dentro: cinco salas que exhiben fósiles de hace cientos de millones de años y fotografías que testimonian la sacudida que la Revolución Mexicana supuso para esta frontera.
En aquellas habitaciones reposan todo tipo de antigüedades que Robles fue adquiriendo mediante donaciones o comprándolas directamente: un antiguo televisor de bulbo, una máquina de escribir que en su momento era la novedad porque producía menos ruido al oprimir sus teclas y la réplica de un automóvil de la etapa revolucionaria.
Todo aquello es parte de las colecciones de “La Hacienda”, “Indios Pueblo” y “Mar Tetis”, que ponen a la vista, respectivamente, los objetos que la gente usaba cuando México perdió la guerra contra Estados Unidos, las herramientas de caza y pesca de las tribus autóctonas del lugar y los restos encontrados en el océano que alguna vez fue Arizona.
Mientras el aroma de la tinta de los periódicos que cuentan la historia del museo recibe a los visitantes apenas cruzan la puerta principal, cientos de rocas lo aguardan en las primeras dos salas.
En la número uno, un enorme colmillo de mamut permanece resguardado del polvo tras una vitrina y en la siguiente un mural llamado “Rincón del Universo”, pintado en la pared del fondo, fascina a Robles.
Esa es la sala de Paleontología, una de las favoritas de los visitantes, asegura el fundador, porque ahí existe un telescopio que permite observar las estrellas por la noche.
“Venía gente de Juárez y de El Paso, grupos escolares. Y en realidad teníamos un espacio muy reducido en comparación con lo que tenemos hoy. Llegamos a tener de 2 mil 500 a 3 mil servicios actualmente. Nada nos ha mermado a pesar del problema que hubo”, afirma.
Aunque no considera que la falta de apoyo que señala haya afectado al museo, sí reconoce que ha estado a punto de cerrar cuando alguna administración municipal intentó desalojarlos del edificio y tras el temor generalizado que la violencia en el valle de Juárez dejó.
“Ha sido una tarea muy difícil porque no hemos tenido el apoyo gubernamental”, indica Robles. “Yo quisiera que pudieran cumplirse los otros 57 años, que siguiera vigente el proyecto, porque nos hacen falta espacios como este. No los tiene la ciudad: se pueden contar con los dedos, y sobran”. (Fernando Aguilar/ El Diario)

faguilar@redaccion.diario.com.mx

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