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‘Nos traen todo hecho cachitos, no podemos saber si es robado’

Martin Orquíz
El Diario

2015-03-02

El fenómeno del robo en Ciudad Juárez no se reduce a los artículos que cada día son sustraídos de casas, negocios y escuelas, sino que alcanza también a la infraestructura urbana cuando los ladrones se apoderan del alambrado y postes del sistema de alumbrado público, tapas del drenaje, medidores del servicio de agua potable y de electricidad, así como figuras y placas de bronce, provocando pérdidas millonarias al erario.
En esta frontera, todo lo que pueda ser vendido o que se le pueda sacar alguna utilidad, es botín para los ladrones.
Reportes oficiales indican que los rateros se han llevado o dañado al menos 48 kilómetros de cableado en casi año y medio, mientras que al día desaparece al menos una tapa del sistema de alcantarillado.
Todo ese material, coinciden autoridades y comerciantes, va a parar a los negocios de compra y venta de metales.


Una alcantarilla luce sin tapa en las calles Rubén Posada Pompa y Fernando Montes de Oca en la colonia Melchor Ocampo, diariamente se roban una tapa | El Diario | Luis Torres

 

“Nos traen todo hecho cachitos, no podemos saber que el material es robado, pero a veces les preguntamos y nos dicen”, comenta José Márquez, quien tiene relación con ese tipo de negocios.
Un hecho que pone en evidencia la situación que prevalece en relación con el hurto de propiedad pública es el reciente robo de la estatua del niño, parte del monumento “El Encuentro”, formado originalmente por ocho piezas fundidas en bronce para representar el primer encuentro entre los indios mansos y los evangelizadores franciscanos.
La figura, que fue puesta en el bulevar Juan Pablo II, fue cortada a la altura de los tobillos.
Ese tipo de material, añade Márquez, llega “al kilo” (como se denomina a ese tipo de transacciones) totalmente destrozado, nunca lo llevan completo porque no se los comprarían.
“Las estatuas o las placas de bronce las trozan con un pulidor (eléctrico), las cortan en pedazos pequeños, pero luego las golpean con marros o martillos y hacen placas, así las llevan a vender y nadie puede saber qué era”, comenta.
Ese material en específico es maleable, así que a golpes lo cambian de forma para borrar cualquier evidencia sobre su origen.
Indica que otro de los implementos que la gente lleva a los negocios de compra-venta de metales son los medidores de la Junta Municipal de Agua y Saneamiento (JMAS) que también son de bronce, incluso acarrean algunos de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), aunque son de aluminio y se pagan más baratos.
“Algunas cosas que llevan no valen casi nada, pero para ellos cinco o 10 pesos ya es ganancia”, afirma.
Otros elementos urbanos que son trasladados hasta esos negocios son las tapas del sistema de alcantarillado, las que venden como fierro.
El entrevistado señala que, obviamente, nunca las llevan completas; aunque pareciera que son objetos muy sólidos con un simple marrazo en la parte central el círculo termina quebrándose en cuatro o cinco pedazos, luego son todavía más fragmentados para que su rastreo sea difícil.
“Todo ese material se lleva en pequeñas partes porque son difíciles de detectar, pero las tapas de las alcantarillas son codiciadas porque son muy pesadas”, manifiesta.
Artículos como señalamientos viales y de nomenclatura son llevados también al “kilo” para venderlos como lámina, mientras que como fierro meten tubería de la red general de agua potable, de la usada para proteger cableado eléctrico, los tubos con todo y “mufa” (que conecta la red de electricidad con los domicilios particulares), los postes de los señalamientos viales, las tapas de los medidores de agua, las bases de resumideros urbanos y malla ciclónica.
Lo que les pagan más caro es el cobre, por eso roban alambrado del sistema de electricidad y hasta de líneas telefónicas, da a conocer.

 

 

Las pérdidas en la propiedad pública


En lo que va de la actual administración municipal se tiene el reporte de 48 mil 375 metros de cable del sistema de alumbrado público afectado, de los que 11 mil 425 metros fueron robados, mientras que el resto registró daños en el intento por llevárselo, pero por alguna razón no pudieron hacerlo, explica el portavoz de la Dirección de Servicios Públicos Municipales, David Campos.
Además, en los últimos 16 meses han desaparecido 12 gabinetes, que son las cajas que están pegadas a algunos postes que contienen las conexiones para fotoceldas, breakers y uniones de cableado.
Los ladrones se han llevado también 18 arbotantes y el equipo de tres subestaciones, que son pequeñas habitaciones donde se resguardan los controles de los relevadores, así como todos los componentes utilizados para el funcionamiento de las luminarias.
Se contabilizan además la sustracción de cuatro aspersores de riego por semana en parques públicos; entre 8 y 10 tambos de basura y un promedio de cinco cestos para depositar desperdicios de los que están distribuidos en las avenidas principales, en el mismo lapso.
“Aunque algunos implementos son dañados sólo por maldad, otros se los llevan para venderlos al kilo”, declara Campos, de acuerdo con los reportes que han logrado obtener.
En todos los casos se han notificado los hechos ante personal de la Secretaría de Seguridad Pública Municipal (SSPM) y se interpusieron denuncias formales ante un agente del Ministerio Público adscrito a la Fiscalía General del Estado (FGE).
Se tiene conocimiento de que al menos en cuatro casos se logró la captura de los presuntos responsables, quienes fueron turnados ante un juez de Garantía, informa.
Donde más se presenta el robo de este tipo de material es en el suroriente de la ciudad, en unidades habitacionales como Parajes de Oriente y Riberas del Bravo.
Personal de la JMAS dio a conocer que durante 2014 se robaron 315 tapas del sistema de alcantarillado, mientras que en 2013 se contabilizaron 350.

 

En dos meses de 2015 ya se reportó el hurto de 21 tapas, sumando 686 en total.
Cada tapadera tiene un costo unitario de 3 mil 100 pesos, por lo que reponerlas todas se lleva 2 millones 126 mil 600 pesos debido a los gastos que genera la reinstalación del implemento.
Es en las colonias del poniente de la ciudad en donde se registra más este fenómeno.
Las autoridades municipales dieron a conocer que aquí laboran, entre yonques y establecimientos autorizados para la compra de metales, una cantidad que va de 300 a 350 negocios, pero además hay clandestinos establecidos en diferentes colonias.
Para tratar de contrarrestar la compra de material robado, en marzo de 2012 se publicó en el Periódico Oficial del Estado (POE) el Reglamento que Controla la Compra, Venta, Acumulación, Fundición o Comercialización por Cualquier Medio de Metales.
De acuerdo con la ley, personal de las direcciones de Comercio, Normatividad Ambiental y Desarrollo Urbano, así como la Secretaría de Seguridad Pública Municipal (SSPM) deben revisar periódicamente los establecimientos que se dediquen a la compra, venta, acumulación, fundición, transformación o comercialización de metales, tales como casas de empeño, ferreterías y yonkes.
Se instruye a los responsables de esos negocios que se abstengan de comprar objetos identificables como propiedad de empresas que se dedican a la prestación de servicios públicos o privados.
El castigo administrativo contemplado para quien violente el reglamento es una multa de hasta 50 salarios mínimos, equivalente a 3 mil 505 pesos. Con tres sanciones acumuladas en un período de seis meses se procede a la clausura.
Dispone que los negocios tengan un padrón de las personas que les vendan los metales, con fotografía, una copia de una identificación oficial y datos personales como domicilio y teléfono.
Sin embargo, “eso no va suceder, la mayoría de los que van a vender no proporcionan ningún dato y uno no se los pide, además a veces son niños, a mí me han llegado chavalillos de hasta 6 o 7 años con botes de cerveza”, asegura Márquez

 

Material de casas, así como vehículos van a parar al ‘kilo’

 

Aparte del metal que se obtiene a partir de la infraestructura urbana, a los negocios de compra-venta llegan los materiales robados en casas particulares, ya sea que estén abandonadas o incluso ocupadas ya que son una “buena fuente” de recursos para las personas que viven al día, expresa Márquez.
“Nos han traído desde las rejas de las casas que arrancan del barandal, de las puertas o las ventanas, hasta el alambrado de electricidad”, dice.
Otros de los implementos que los clientes obtienen de las viviendas son los motores de aires acondicionados, de donde sacan cobre y fierro, pero también se llevan las tapaderas de los aparatos y las comercializan como lámina.
Como fierro, los ladrones pueden obtener utilidades de la tubería que se usa para proteger el cableado eléctrico doméstico, de la malla ciclónica, barandales, rejas, esprines, puertas, motores y ventanas.
Muchos llegan a vender las tarjas o lavabos de la cocina como acero inoxidable.
Adornos de casas, buzones y placas con el nombre de la familia son comercializados como antimonio o plomo, material del que están fabricados esos implementos; como aluminio llegan a ofrecer buzones y ventanas estilo americano.
“Se supone que no debes aceptar ese tipo de material, pero lo llevan hecho cachitos, es imposible de identificar”, asegura el entrevistado.
Cuenta como anécdota que había un grupo de personas que llevaban mucho material en pedacería, una vez pudo identificar que se trataba de máquinas expendedoras de refrescos y golosinas, algunas literalmente nuevas.
El comerciante estaba interesado en adquirir una, por lo que les preguntó dónde podría conseguirla.
“Uno de los chavos me dijo que si quería me llevaba una con todo y sodas y con el dinero que tuviera, me pidió mil 500 pesos por la máquina”, recuerda. “También me dijo que si yo veía alguna que me gustara, le dijera dónde estaba para ir por ella”.

 

En relación con el material extraído de los automóviles, comenta que algunos de los clientes que le tocó atender le comentaron que “trabajaban” en las orillas de la ciudad, donde nadie los molestaba.Aunque no le mencionaron si las unidades eran robadas, sí le dijeron que cuando conseguían una o varias les prendían fuego, así se quedaban en el sitio porque ni las autoridades ni los particulares las recogen.
Poco a poco van sacándole el cobre y el fierro, pero el material está tan fragmentado que es verdaderamente difícil siquiera sospechar que se trata de un automotor robado.
Desde su perspectiva, será muy difícil ordenar la venta de material porque son miles las personas que viven de esta actividad.
“Tendrían que ayudar a toda esa gente a conseguir trabajo o a que ganen dinero de otra forma, pero lo veo en ‘chino’, va a estar cabrón”, dice.
morquiz@redaccion.diario.com.mx

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