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Venta de artículos robados, delito y negocio sin control

Martín Orquiz
El Diario

2015-02-28

Miles de artículos que son robados cada día de hogares, escuelas y empresas en esta ciudad, pasan a formar parte de un círculo vicioso: van a parar a negocios establecidos o mercados donde se vende mercancía de segunda mano; ahí son adquiridos por ciudadanos para sus viviendas o uso personal, con o sin conocimiento de que son prendas hurtadas, y luego quedan a expensas de volver a ser hurtados, establecen testimonios de autoridades, víctimas y comerciantes.

Televisiones planas, laptops, tablets, celulares y aparatos similares es la mercancía “que está de moda” entre los delincuentes debido a que es fácil sustraerlos y tienen una demanda alta.

Sin embargo, dicen los entrevistados, también roban de los hogares tanques de gas, autopartes, herramientas, electrodomésticos, enseres, dinero y joyería.

Renata es una madre de familia, soltera y con cuatro hijos, con los que vive en una casa de la colonia Santa Rosa, al poniente de la ciudad. El año pasado sufrió dos robos en su vivienda, la primera en agosto y la segunda en octubre.

En el primer hurto fue despojada de una laptop, dos televisiones planas, algo de dinero y juegos electrónicos. En el segundo, los ladrones se llevaron el dinero que estaba guardando para recobrar lo que le sustrajeron.

En ninguna de las dos ocasiones la familia estuvo presente y los atracos fueron cometidos a plena luz del día.

En agosto los ladrones ingresaron por una ventana, en octubre por la puerta del patio trasero, que da a unas tapias.

“La primera vez me sentí muy impotente y con mucho coraje, no por lo que se llevaron, sino por la tristeza que tenían mis hijos porque se quedaron sin sus cosas”, explica.

A pesar del despojo que sufrió, no interpuso alguna denuncia porque no tiene confianza en que las autoridades hagan algo.

“Los robos fueron en pleno día; otra vez vinieron los de una camioneta que pararon enseguida de mi carro. Cuando salimos a ver quién era ya se habían ido, pero revisamos y nos dimos cuenta de que se habían llevado mi batería, así de desvergonzados”, comenta.

Al preguntarle si tiene alguna sospecha de a dónde fueron a parar sus pertenencias, se queda pensando. Luego de algunos segundos de reflexión indica que no había pensado en eso.

María, por su parte, afirma que muchos de los objetos que se roban en la ciudad van a parar a mercados de segunda, ubicados tanto en el centro de la ciudad como en colonias de la periferia. Lo sabe porque ella es comerciante y le llegan a ofrecer ese tipo de mercancía.

“No puedes saber si son robadas, pero quienes te las ofrecen son ‘malandrillos’, es fácil saber que no son suyas”, advierte, después de solicitar que se omitan sus apellidos por temor a represalias.

 

Un círculo vicioso alimentado por la demanda

 

Arturo Sandoval Figón, portavoz de la Fiscalía General del Estado (FGE), dio a conocer que durante investigaciones relacionadas con los robos de computadoras y otros aparatos similares perpetrados contra escuelas, se ha establecido que estos artículos son comercializados en los mercados de segunda que se establecen en colonias periféricas de la ciudad.

Sin embargo, hasta ahora no se ha presentado ninguna acusación en contra de los comerciantes por la venta de artículos robados.

María afirma que en el centro de la ciudad y en el mercado conocido como “Los Herrajeros”, extendido por calles que están entre las colonias Corregidora y El Barreal, en torno a la Unidad de Medicina Familiar del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), llega mucha de la mercancía que es sustraída de los hogares o de las personas a las que los ladrones despojan en la calle.

 

 

“Se traen herramientas, oro y plata en joyería, estufas, lavadoras, plasmas (televisiones planas), computadoras, centenarios, anillos de plata, hay muchos tanques de gas, baterías y aires también”, comenta. “Hasta bicicletas”.

Los tanques de gas, que son artículos codiciados en la temporada de frío, los ladrones los ofrecen a los comerciantes en 200 pesos. Éstos, a su vez, se los dan a los clientes hasta en 350 pesos con todo y el gas que contenga.

Para “disfrazarlos”, los comerciantes pintan los cilindros de colores plata, blanco o rojo, indicativo de que son robados porque a veces presentan alguna peculiaridad, como manchas o pintura, que podrían servir para que sus dueños los identifiquen.

“Los comerciantes aceptan como dice el dicho, porque el que no transa no avanza, están fascinados de comprar porque le sacan el doble y hasta lo triple”, explica. “No tienen escrúpulos, les vale dejar a la gente sin sus cosas”.

Menciona que al área donde ella tiene su negocio ha llegado gente en busca de sus cosas robadas, han encontrado computadoras y saben que es la suya porque ni el ladrón ni el vendedor le “meten mano” para borrarle la información que contienen.

Los afectados llaman a la policía y “se arreglan” con el vendedor, quien evita ser detenido reintegrando el aparato a sus propietarios. “A los polis les dan su propina”, indica.

Da a conocer que, por ejemplo, una pantalla robada de 32 pulgadas es vendida al comerciante en mil pesos, una de 40 pulgadas a mil 200 o mil 300 porque los rateros no son “barateros”. Antes las vendían hasta en 500 pesos, pero ya no.

Según lo que observa en su entorno, la mercancía robada que más se vende son las televisiones planas y los tanques de gas, aunque también hay muebles, estufas y lavadoras, pero prefieren los artículos que no sean tan difíciles de trasladar.

Naturalmente es cuestión de moda, asegura un ex funcionario del sistema judicial de Chihuahua, quien pidió que se le identificara sólo como Rentería debido a la naturaleza del trabajo que hace en la actualidad.

“Prefieren llevarse computadoras portátiles, televisiones planas o juegos de video porque es muy fácil comercializarlos en los mercados libres, esa facilidad invita a la oportunidad”, expresa.

Son enseres que requieren menos esfuerzo para el robo. Ejemplifica la circunstancia al comparar una pantalla plana con el “armatoste” que es una televisión tradicional de esa magnitud.

“El peso era grande. Para quien se dedica a esa actividad ilícita una televisión plana le representa mucho más dinamismo y obtener dinero de una forma más rápida”, dice.

El fenómeno del robo, explica Rentería, es fuerte en la ciudad debido en mucho a la demanda que tienen este tipo de artículos.

“Estamos hablando, si se puede sostener la teoría, de una ley de oferta y demanda”, expone. “Si no tuviera ninguna demanda el producto que ofrezco, pues naturalmente me tendría que dedicar a otra cosa”.

Bajo esa lógica, indica que si la gente exigiera documentos que comprobaran la legítima transacción y propiedad de los artículos, sería un proceso muy complicado.

“Las personas no buscan ese tipo de complicaciones, mientras haya alguien que adquiera ese tipo de objetos (robados), pues habrá un mercado interesado”, asegura.

Cuando laboró en el sistema judicial se topó con situaciones que califica de interesantes, porque cuando acudía a las colonias donde se registraba ese delito en proporciones altas, se daba cuenta de que el mal estaba ahí mismo.

Los vecinos se quejaban de que había muchos hurtos a casas habitación, cuando la autoridad acudía les aplicaba dinámicas y se llegó a advertir que había círculos viciosos entre ellos mismos ya que compraban televisores, enseres electrónicos o tanques de gas sustraídos a otros habitantes del sector.

“Nos preguntábamos: ¿quién va a cerrar la puerta? Porque todos estaban involucrados ahí en un círculo delictivo. Mientras unos compran partes de vehículos o televisores robados, los otros denunciaban”, expresa.

Luego, eventualmente los compradores terminaban también como víctimas, porque cuando se manejan dentro de una red de delitos nadie está a salvo.

 

Vehículos robados, demanda interna y externa

 

Datos proporcionados por la Mesa de Seguridad y Justicia (MSJ) de Ciudad Juárez establecen que durante 2014 los agentes del Ministerio Público adscritos a la Fiscalía General del Estado (FGE) abrieron 2 mil 785 carpetas de investigación por el delito de robo de vehículo.

Dos mil 482 de esas investigaciones fueron por robo sin uso de violencia, mientras que en 303 los ladrones agredieron o amenazaron a sus víctimas para despojarlos de sus automotores.

La misma fuente establece que al menos el 58.5 por ciento (mil 630 unidades) fueron recuperadas, aunque una cantidad alta presentaba faltantes de autopartes o ya estaban inservibles.

Mientras, personal del Supremo Tribunal de Justicia en el Estado informó que durante ese mismo año se celebraron al menos 103 audiencias por ese delito, de las que 96 fueron por robo de vehículo y siete por tentativa.

 

Rentería explica que este ilícito tiene en Ciudad Juárez al menos dos vertientes: una que tiene que ver con bandas que se dedican a sustraer automóviles bajo pedido para llevárselos a otros estados de la República; la otra está relacionada con la comercialización de autopartes.

“Cuando se los llevan a otros lados les remarcan las series para desaparecer la huella del delito haciendo ese tipo de maniobras, luego los reincorporan con alguna ayuda o mecanismo que no sea detectable por la autoridad en otro estado”, expone.

A nivel local, ese tipo de ilícito se da por las partes que se pueden comercializar.

Siempre se sospechó, y después se tuvo la certeza, de que a las unidades hurtadas les desincorporaban las partes que luego eran vendidas como chatarra o para satisfacer pedidos en específico.

Actualmente, dice, se utilizan las mismas formas de operar.

“Nuestra ciudad es particularmente un depósito de vehículos que son desechados de Estados Unidos, como fronterizos tenemos la oportunidad de adquirirlos aunque tengan fallas”, dice.

Entre esos automóviles llegan algunos que no pueden legalizarse, entonces su precio es relativamente bajo y sus poseedores se deshacen de ellos de la forma más grotesca porque no les cuesta gran cosa.

Tal vez no se dedican a cometer ilícitos, pero compran autos baratos sin papeles y es su forma de vida, necesitan poco dinero y rápido.

Normalmente esta situación ocurre en colonias periféricas, donde hay espacios que permiten realizar ese tipo de faenas.

“Hay colonias que son proclives porque la gente no denuncia, por la situación geográfica o por las personas que las habitan, así que esa actividad pudiera parecer normal” dice.

Incluso algunas personas rentan espacios en sus viviendas para resguardar vehículos que fueron robados.

Cuando se trata de comercio, asegura, resulta lógico que si una persona vende equipos sin importar su procedencia ilegal y llega una persona a ofrecerle algo económico a lo que puede sacarle ganancia aunque no va acompañado de factura, lo adquiere.

Lo convierten en cosas pequeñas que de alguna manera se puedan expender públicamente, además el comprador las quiere y no exige que le den factura.

“Algunas veces los artículos ha pasado por tantas manos, que se pierde la huella de la propiedad”, considera.

morquiz@redaccion.diario.com.mx

 

 
 
 

 

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