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El corazón de Juárez sigue latiendo 355 años después

Juan de Dios Olivas
El Diario

2014-12-06

Con una Biblia y un crucifijo en sus manos, Fray García de San Francisco llegó a las márgenes del Río Grande del Norte, donde se encontraban asentamientos de indios mansos, piros y sumas, con la intención de evangelizarlos.
Eligió un terreno en parte alta y apoyado por los nativos construyó un pequeño templo con muros de lodo y palos, con techumbre de paja, en el predio donde en la actualidad se ubican las avenidas Vicente Guerrero, Mariscal y 16 de Septiembre.
Ahí, el 8 de diciembre de 1659, decretó la fundación de la Misión de Nuestra Señora de Guadalupe de los Mansos del Paso del Norte, entonces integrada por una pequeña comunidad de 4 mil nativos conversos al cristianismo.
Los débiles muros y la techumbre del templo fueron sólo el inicio ya que, sin imaginar el futuro, los indios mansos y Fray García de San Francisco construían con sus propias manos el corazón y los cimientos de lo que 355 años después es Ciudad Juárez.
El sitio elegido para fundar la Misión se encontraba a corta distancia del Río Bravo, en el lugar que el conquistador Juan de Oñate, 61 años antes, bautizó como Paso del Norte, al tomar posesión de “todos los reinos y provincias de Nuevo México sobre el Río del Norte (Bravo) en nombre del Señor Rey Don Felipe II”.
Era el punto del Camino Real donde habitualmente las caravanas de viajeros cruzaban el Bravo para internarse al actual territorio de Nuevo México.
La única oposición que encontró el fundador fue la de las nuevas autoridades de Nuevo México, ya que los mismos mansos le habían solicitado al franciscano que los evangelizara, de acuerdo con escritos de Fray García documentados por el historiador Martín González de la Vara en su libro “Breve Historia de Ciudad Juárez y su región”.
La fundación de la Misión se dio sin el apoyo de las autoridades de ese entonces, las que se dedicaron a obstaculizar a los franciscanos para impedir que se asentaran en la región y tomaran el control del Paso del Norte, punto estratégico en el Camino Real Tierra Adentro para el trasiego de mercancías.
Cinco meses antes de la fundación, en julio de 1659, una caravana proveniente de la ciudad de México se dirigía a Nuevo México con un nuevo gobernador y un nuevo custodio para la misión de Senecú: Bernardo López de Mendizábal y fray Juan Ramírez, este último nombrado también procurador de las misiones.
Durante la marcha por el Camino Real de Tierra Adentro se registró una agria disputa entre el gobernador y los religiosos que provocó la deserción de 10 de ellos e impidió que las misiones franciscanas en la región se reforzaran.
El fraile Ramírez regresó a México en busca del apoyo de sus superiores para afrontar el conflicto y dar parte al virrey.
Para entonces, los indios habían acudido a fray García de San Francisco en la Misión de Socorro para solicitarle un templo en el Paso del Norte del río Bravo y en agradecimiento, en varias ocasiones construyeron arcadas de ramas para recibir a los religiosos.
Sin embargo, el recién nombrado gobernador Bernardo López de Mendizábal ordenó a sus soldados destruirlas cuantas veces se levantaran, obstaculizando de esa manera la labor de los franciscanos.
Aun así, los indios mantuvieron otros arcos ocultos y cuando llegaron los franciscanos los recibieron con ellos.
Fray García, al enterarse de que no habría sacerdotes destinados a evangelizar, decidió venir él mismo a fundar de manera oficial el campo misionero que había estado preparándose ya con permiso de la Corona española y autoridades eclesiásticas, meses atrás.
El motivo de los mansos para apoyarlo era que estaban dispuestos a vivir en forma pacífica y sedentariamente en torno a la nueva misión, protegidos de la voracidad de los soldados españoles y del exterminio practicado en Nuevo México. Además, aprenderían de los ministros religiosos formas occidentales de sedentarismo que no conocían.
Fray García, quien ya tenía pleno conocimiento de la oposición del gobernador López de Mendizábal a los franciscanos y de que se oponía a la fundación de una misión entre los indios, tuvo que actuar con rapidez para construir una iglesia provisional, reunir un nutrido grupo de indígenas mansos y sumas, y realizar la ceremonia formal de fundación.
Sin dar tiempo a más, en una breve y sencilla ceremonia llevada a cabo el 8 de diciembre, fray García dedicó la misión a la Virgen de Guadalupe, cuyo culto estaba ya presente entre los criollos del centro del virreinato y cuya celebración estaba ya muy cercana: el 12 de diciembre.

La integración de los indígenas

El nombre que fray García de San Francisco le dio a su fundación fue el de Misión de Nuestra Señora de Guadalupe del Paso del Norte.
En los informes dirigidos a sus superiores, fray García comentaba sobre el acta de fundación de la misión:
“... haber bajado (yo) con no poco trabajo a El Paso del Río del Norte en la frontera de la Nueva España (…) y habiéndome congregado la mayor parte de las rancherías de los mansos paganos en dicho sitio y habiéndoles ofrecido la palabra evangélica (…) y permitiéndome construir una pequeña iglesia de ramas y lodo y un monasterio techado con paja, dichos paganos añadido y recibídome como su predicador y ministro...
“Yo nombro y dedico esta santa iglesia y conversión de la santísima Virgen de Guadalupe con el citado nombre de El Paso... llamo por testigos al cielo y la tierra y a todos los ángeles que están presentes como guardias y especialmente a todos los paganos que son de esta conversión y a Bernardino Gualtoye, Antonio Guilixigue, Antonio Elogua, Juan Azoloye, Francisco Tzitza y Felipe Quele, cristianos del pueblo de Senecú, compañeros partidarios que descendieron conmigo”.
La misión en ese entonces era una institución encargada de integrar a los indígenas a la sociedad novohispana, volviéndolos primeramente cristianos e incorporándolos después al sistema económico y político dominante, refiere el historiador Martín González de la Vara en su texto “Breve historia de Ciudad Juárez y su región”.
Una vez cumplido su objetivo, la misión dejaba de existir y la autoridad religiosa era dejada a un sacerdote secular obediente del obispo.
Los indígenas que aceptaban vivir ahí quedaban bajo la autoridad del misionero. Él dictaba la rutina diaria de la misión y organizaba los trabajos agrícolas y religiosos, prosigue González.
El misionero tenía derecho a controlar la vida privada de los indígenas en aras de evangelizarlos, y éstos tenían que trabajar para su manutención.
La misión ofrecía a los nómadas la seguridad de que no iban a morir de hambre. A cambio tenían que cambiar su forma de vida hasta que dejaran de ser indígenas, añade.
Las misiones, eran pues, comunidades que se formaban como se formó Paso del Norte.

Vocación agrícola de la región

Tres años después de la fundación de la Misión de Guadalupe, fray García bendeciría la piedra fundamental y los cimientos del templo actual, al tiempo que sus compañeros procuraban la subsistencia de la tribu Manso y enseñaban a los indígenas técnicas de agricultura, llevaban ganado y abrían una acequia para el regadío de hortalizas y viñedos.
Para 1667, Andrés López de Gracia es nombrado alcalde mayor y capitán a Guerra de la Jurisdicción de El Paso del Norte. Era el primer gobierno civil con un representante del gobernador de Nuevo México que se asentó en forma permanente en la misión.
Un año más tarde, en 1668, el templo es terminado de construir y es dedicado nuevamente a la Virgen de Guadalupe con la asistencia de autoridades eclesiásticas y el casamiento de 100 personas.
La edificación se ubicó en predios de vocación agrícola. Fray García fue quien escogió el que consideró mejor lugar para fundar la misión: se encontraba a corta distancia del río Bravo, el cual proveía el agua necesaria para las labores agrícolas e irrigaba una planicie muy fértil que en la primavera, durante los deshielos, era inundada por el río formándose una delgada capa de tierra orgánica que permitía sembrar cereales, árboles frutales y hortalizas.
El crecimiento de la nueva comunidad siguió y en 1685, el gobernador de Nuevo México, Diego de Vargas Sapata y Ponce de León Contreras, vino a Paso del Norte a inaugurar el Presidio de Nuestra Señora del Pilar y de San José nombrando ese día como primer alcalde mayor del rey a José María Gracia.
El Presidio –cuyo edificio es ocupado actualmente por el Centro Municipal de las Artes (Cema)– se ubicó a espaldas de la Misión de Guadalupe y sus muros albergarían al poder político de la ciudad hasta la época contemporánea, cuando dejó de utilizarse para cambiarse a la Unidad Administrativa Benito Juárez.
Sin embargo, el centro de desarrollo en los primeros albores lo sería la Misión de Guadalupe.

De villa a ciudad

Luego de su consolidación como pueblo, El Paso del Norte sería el escenario de numerosos acontecimientos que impactaron en el devenir histórico de la región y del país en sus 355 años de vida.
Desde su fundación, la Misión tuvo adicionalmente al objetivo de evangelizar, ser refugio de caravanas de viajeros que se protegían de los indios bárbaros.
En ese contexto, tras la rebelión de los indios Pueblo y de los apaches en Nuevo México en contra del dominio español, sería también refugio de las autoridades de la provincia en 1680.
El Paso del Norte sería disputado más tarde por las provincias de Nueva Vizcaya y Nuevo México como un territorio que les pertenecía.
Durante la lucha por la independencia, ya en el siglo XIX, El Paso fue únicamente testigo y al finalizar la aceptó sin mayores preámbulos. El 8 de septiembre de 1821 el Ayuntamiento proclamó su adhesión al Plan de Iguala y en enero de 1822 festejó la independencia de México.
En julio de 1823 un decreto del Congreso dividió Nueva Vizcaya en dos provincias: Durango y Chihuahua, quedando el territorio de esta última comprendido desde el río del Norte hasta el río Florido.
La división no fue aceptada y nuevamente por decreto al año siguiente se formaron los estados de Nuevo México, Durango y Chihuahua. En el decreto, El Paso del Norte quedó incluido en el estado de Chihuahua.
En las primeras décadas del México independiente se registró un auge económico basado en la agricultura y el comercio, pero también registró las consecuencias de los gobiernos centralistas que redundaron en la pérdida de poco más de la mitad del territorio mexicano.
Tras la anexión de Texas a Estados Unidos, El Paso quedó en medio del conflicto que se registró con México.
Una vez que la guerra se declaró, los estadounidenses invadieron México por varios frentes. Uno de ellos era el oeste, donde el coronel Stephen Kearny avanzó desde Fort Leavenworth y ocupó Nuevo México y California sin encontrar resistencia.
El Paso del Norte estaba preparado, contaba con mil 796 hombres, 677 armas, 575 arcos y 193 lanzas. Sin embargo, las fuerzas del coronel Alexander Doniphan invadieron Chihuahua y posteriormente esta región.
Los militares estadounidenses se retiraron en su avance a México pero la guerra en El Paso del Norte dejaría su huella para siempre.
Tras la firma del tratado de Guadalupe-Hidalgo que puso fin al conflicto, el 2 de febrero de 1848 se fijó como línea divisoria el río Bravo, perdiendo parte de su territorio ubicado al norte de ese afluente.
Décadas después, nuevamente la política nacional y la internacional volverían a tener un fuerte impacto aquí que es recordado hasta la fecha: en 1865, tras llevar su gobierno itinerante a varias ciudades de México para resistir a la invasión francesa, llegó a El Paso del Norte el presidente de México, Benito Juárez García.
Entre el 18 de diciembre de ese año y el 10 de junio de 1866, Juárez asentó su gobierno nacional aquí y no sólo la vida cotidiana de la villa y su región cambió, sino que se hizo patente la importancia estratégica de la ciudad para el gobierno de la República.
La importancia de El Paso del Norte creció con la llegada del ferrocarril, que comunicó a esta frontera con el centro de México y se conectó con El Paso, Texas, y de ahí al centro de Estados Unidos y a las ramificaciones que van de costa a costa de ese país.
Lo anterior trajo consigo un desarrollo económico que la catapultó a grado tal que el Congreso del Estado decretó el 30 de julio de 1888 elevarla a la categoría de ciudad y en honor al Benemérito de las Américas, nombrarla Ciudad Juárez a partir del 16 de septiembre de ese año. (Juan de Dios Olivas/El Diario)

jdolivas@redaccion.diario.com.mx

(Fuentes: González de la Vara, Martín, Breve Historia de Ciudad Juárez y su región UACJ, COLEF, USNM, Eon, México, 2002. Chávez B. Armando, Historia de Ciudad Juárez, Pax México, México, 1991. Sánches Reyes, Darío Óscar, El Legendario Paso del Norte orígenes, Congreso del Estado, Gobierno del Estado, Ayuntamiento de Juárez, México 1994. Visión Histórica de la Frontera Norte de México. Universidad Autónoma de Baja California/Editorial Kino/El Mexicano, México, 2ª edición, 1994, vol. IV)

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