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A esos muertos ya nadie les llora, pero muchos les rezan

Josefina Martínez
El Diario

2014-10-31

En medio de la Misión de Guadalupe está una placa que muchos visitantes suelen ignorar.
En ella se informa que ahí yacen los restos de los primeros pobladores de la Misión de Nuestra Señora de Guadalupe de los Mansos del Paso del Norte, muertos a los que nadie les llora, pero muchos les rezan.
Se trata de los cadáveres de las personas que estuvieron en el primer panteón de la ahora Ciudad Juárez y que luego de la remodelación realizada entre 1968 y 1971 fueron trasladados al interior de la capilla del primer templo construido aquí, según datos históricos documentados por cronistas de la ciudad.
En la placa de bronce que anuncia la presencia de este osario se lee: “Aquí yacen los restos de varias generaciones de mexicanos habitantes de esta población en los siglos XVII, XVIII y XIX, removidos de su sitio de inhumación durante los trabajos de restauración de 1968-1971”.
Y agrega: “Se restauró este edificio como testimonio a los esfuerzos culturales y comunitarios de los evangelizadores y habitantes de esta región encaminados a integrar al pueblo de Dios”.
Cuando se realizaron las primeras remodelaciones de la Misión, los restos fueron trasladados al interior de la capilla y se colocó la placa como un reconocimiento a su existencia terrenal, señalan los historiadores.
“Ahora ellos están ahí sólo como un recuerdo, son pocos los que se detienen a leer la placa, pero sí hay quien lo hace hasta por curiosidad, no hay quien venga a ponerles flores, no creo que haya nadie vivo que los recuerde”, dijo don Beto, sacristán de la Misión de Guadalupe.
Cronistas de la ciudad establecen que en los primeros días de diciembre de 1659 Fray García de San Francisco arribó a las inmediaciones del Río Bravo –que Juan de Oñate bautizó poco más de medio siglo antes como Paso del Norte– junto con 10 familias de indios piros con los que buscaba apoyarse para evangelizar a los indios mansos y establecer una nueva misión.
El 8 de diciembre de ese año decreta la fundación de la Misión de Guadalupe de los Mansos del Paso del Norte, que a la postre se convertiría en villa y luego sería nombrada Ciudad Juárez.


Fray García de San Francisco conocía perfectamente el cauce caprichoso del Bravo, por lo que tras analizar el terreno eligió el sitio donde construiría la Misión de Guadalupe, cuyo edificio aún perdura y fue la base de la primera comunidad cristiana de esta región tras convencer a los indios nómadas de evangelizarse.
Para 1662 la Misión ya estaba consolidada y los nativos acostumbrados al catolicismo. En febrero de ese año Fray García de San Francisco celebró el primer matrimonio cristiano entre mansos, los primeros bautizos, pero también el primer entierro.
Cuatro años después la Misión ya tenía 400 habitantes, la mayor parte sumas y mansos. Contaba también con una acequia de agua y tierras cultivables.
En 1667 se establece un gobierno civil con un representante del gobernador de Nuevo México del que dependía la Misión y, dos años después de este hecho, ya contaba con más de mil habitantes de los cuales 830 eran indios mansos y 62 piros.
Fray García de San Francisco, quien alcanzó a ver las semillas que sembró en estas tierras, falleció el 22 de enero de 1673 en la Misión de Senecú, destruida dos años después por los apaches.
Sus restos se perdieron, pero los de aquellos integrantes de la primera comunidad que fundó, indios mansos, sumas, colonizadores españoles y religiosos, quedarían en el panteón que se estableció a espaldas de la Misión, que con el tiempo fueron trasladados al templo y colocados frente al altar. (Josefina Martínez/El Diario)


Fray García de San Francisco conocía perfectamente el cauce caprichoso del Bravo, por lo que tras analizar el terreno eligió el sitio donde construiría la Misión de Guadalupe, cuyo edificio aún perdura y fue la base de la primera comunidad cristiana de esta región tras convencer a los indios nómadas de evangelizarse.
Para 1662 la Misión ya estaba consolidada y los nativos acostumbrados al catolicismo. En febrero de ese año Fray García de San Francisco celebró el primer matrimonio cristiano entre mansos, los primeros bautizos, pero también el primer entierro.
Cuatro años después la Misión ya tenía 400 habitantes, la mayor parte sumas y mansos. Contaba también con una acequia de agua y tierras cultivables.
En 1667 se establece un gobierno civil con un representante del gobernador de Nuevo México del que dependía la Misión y, dos años después de este hecho, ya contaba con más de mil habitantes de los cuales 830 eran indios mansos y 62 piros.
Fray García de San Francisco, quien alcanzó a ver las semillas que sembró en estas tierras, falleció el 22 de enero de 1673 en la Misión de Senecú, destruida dos años después por los apaches.
Sus restos se perdieron, pero los de aquellos integrantes de la primera comunidad que fundó, indios mansos, sumas, colonizadores españoles y religiosos, quedarían en el panteón que se estableció a espaldas de la Misión, que con el tiempo fueron trasladados al templo y colocados frente al altar. (Josefina Martínez/El Diario)

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