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Vive atrapada entre objetos

Francisco Chávez
El Diario

2014-10-19

Los objetos que Lorenza Díaz Romero recoge a diario de las calles de Ciudad Juárez, le han dado el sustento para subsistir pero también se han convertido en parte de su vida: ella duerme y come entre montones de artículos acumulados.
A sus 76 años, esta mujer tiene que agacharse y encoger los hombros para poder salir de la puerta de su casa. Con sus manos acomoda la ropa que sobresale de los montones de artículos viejos apilados en el patio, mientras que con los pies remueve las botellas y pedazos de madera que abundan en el piso de tierra.
Los cuatro cuartos de adobe que conforman la casa de Lorenza están invadidos de montículos de madera, botellas de vidrio y plástico, cuadros de bicicletas, patinetas, ropa colgada en ganchos, sillas, herramientas, juguetes, y otros artículos que son difíciles de apreciar a simple vista.
A la enfermedad que la mujer padece se le conoce como trastorno obsesivo-compulsivo, que puede ser derivado de un problema de angustia severo, que detona en un cuadro de ansiedad y requiere de atención especializada, informó Víctor Acosta, director del Centro de Atención Integral de Salud Mental (CAISM) y del Hospital Psiquiátrico Civil Libertad de Ciudad Juárez.
Víctor, hijo de Lorenza, sufre del mismo padecimiento; él se encarga de salir todos los días a las calles a recolectar cuanto objeto encuentre, para después venderlo en las recicladoras por unos pesos, dijo la mujer.
Dicho trastorno puede pasar desapercibido para muchas personas que lo padecen, pero de acuerdo con datos de la Secretaría de Salud, éste puede afectar al dos o tres por ciento de la población de una urbe como Ciudad Juárez, dijo el psiquiatra.
“Mucha gente tiene la necesidad de atesorar, de recoger, de coleccionar. La obsesión produce angustia y un acto ritual de recoger cosas que puede aliviar la angustia sobre algo”, refirió Acosta.

Para Lorenza Díaz Romero, el acumulamiento de objetos que ella y su hijo levantan de las calles y de tambos de basura, les ha dado un sustento para vivir al día.
“Hay muchas cosas ahí arrumbadas, pero es precisamente de eso de lo que nos ayudamos. Mi hijo no trabaja y de eso es de lo que vive vendiendo al yonke… pueden ser botes, aluminios y frascos que por ahí puede ver”, dijo la mujer mientras rasca su cabeza con su dedo índice de la mano izquierda.
La fachada de su domicilio ubicado en la calle Bario y cruce con Violetas, en la colonia Zacatecas, al norponiente de la ciudad, luce muy distinta a las demás casas de la zona.
En vez de rejas y ventanas, la parte frontal de la vivienda de Lorenza está conformada de montones de madera, bolsas de plástico y botellas de vidrio que cuelgan de los clavos sostenidos del techo.
La estructura de la vivienda está edificada a base de adobe y madera, cuyas paredes comenzaron a desgajarse a raíz de las recientes lluvias, se pudo observar.
Junto a Lorenza habitan su nieta Vania, a quien crió como su fuera su hija, así como sus bisnietos Ian de un año y Analí de seis, quienes viven entre bolsas de ropa que amontonados alcanzan hasta el techo.
De los cuatro cuartos que conforman la vivienda de Lorenza, dos de ellos están cerrados debido a que ya no caben más objetos.
Debido a los objetos acumulados, los cinco metros de ancho del patio de la vivienda se redujeron a sólo un pasillo de medio metro para caminar.
La familia vive en medio de cuartos apunto de colapsar por la humedad en el techo, incluso hay peligro de que un incendio consuma en un instante los bloques de madera asentados en el patio de la casa, resaltó la dueña de la casa. 
Otro riesgo que observa Lorenza es por la proliferación de alimañas que hacen sus guaridas entre las pacas de ropa vieja y pestilente a causa de la humedad.
Con dificultad, la mujer sale de su casa, cierra sus parpados como tratando de distinguir a las visitas; luego se sostiene de una de las rejas de la barda de su patio y acomoda la silla para sentarse en la banqueta, bajo una sombra.
Una vez descansada, Lorenza refiere que la dolencia de sus piernas y brazos es cada vez mayor con el paso de los años.
“Yo soy sobadora y de eso me mantengo… pero no da para mucho”, dijo la mujer de 76 años, ataviada con una blusa a rayas azul con blanco y pantalón negro. 
A pesar de vivir por años entre los montones de objetos inservibles, la mujer dijo que poco a poco ha buscado la manera de irse desasiendo de varios de ellos. Ya que en un principio se dedicaba a la venta de artículos de segunda mano.
“No crea… también he tratado de sacar algunas cosas para que se las lleven al yonke, porque a veces no tenemos ni pañales para el niño”, dijo.
Dijo que en varias ocasiones ha solicitado apoyo a la Secretaría de Desarrollo Social del Municipio, pero nunca le han dado respuesta a su petición de auxilio.
También pidió el apoyo de la Dirección de Servicios Públicos Municipales, para poder sacar de su casa todos los tiliches que abundan en el patio pero tampoco hubo respuesta.
Vania Lucero Díaz, madre de Ian y Analí, se muestra preocupada de que un accidente pueda poner en peligro la integridad de su familia y el poco patrimonio con el que cuentan.
“Sí se me hace peligroso porque ya una vez la casa se quemó, pero pues yo no les puedo decir nada porque no es mi casa”, dijo.
El trastorno obsesivo compulsivo puede tener un rasgo genético, es decir, que puede ser hereditario a un familiar directo, pero que aún así puede ser controlado con tratamiento, dijo Víctor Acosta, director del Centro de Atención Integral de Salud Mental (CAISM) y del Hospital Psiquiátrico Civil Libertad.
“Aquí (clínica) hemos recogido a pacientes de la calle con bolsas de supermercado, que cuando se las quitamos se angustian todos. Es como niños chiquitos que agarran cosas y ya no las sueltan”, dijo.
Al final del recorrido, Lorenza Díaz Romero se abre espacio de entre los objetos para poder caminar, se sostiene de la barda de su casa marcada con el numeral 1161, donde todos los días sale a tomar aire fresco debajo de la sombra de un árbol. (Francisco Chávez/El Diario)

fchavez@redaccion.diario.com.mx

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