Local

Concluyen festejos ‘santos’

Alejandra Gómez
El Diario

2014-04-19

Cada vez que la punta de la baqueta se estrella en el centro del tambor y hace resonar las figuras pintadas a mano sobre el cuero, se desata el movimiento incesante de sus pies curtidos y pareciera que se trata de una danza tarahumara más, pero ésta es diferente: representa la eterna lucha del bien contra el mal con la que la etnia rarámuri de Ciudad Juárez concluye los festejos de Semana Santa.
A las faldas del cerro “la Biblia es la verdad, léela”, la mañana del Jueves Santo la danza del fariseo comenzó al ritmo de los tambores y algunos de los hombres de la comunidad tarahumara bailaron por más de 48 horas para así cansar a los representantes del chabochi u hombre blanco.
Antes de pisotear el suelo terregoso que rodea la parroquia de Nuestra Madre de Guadalupe o Del Pinole, como la bautizaron ellos, los pintos tapizaron su cuerpo con manchas blancas hechas de cal, ataron en sus pies guaraches de llanta y pusieron sobre sus cabezas penachos de plumas de pavorreal o collares de colores.
Con mazorcas de maíz tatemadas bajo los rayos calcinantes del sol comenzaron los preparativos para la Semana Santa hace más de 10 días porque llegado el Triduo Pascual (Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús) las mujeres de la comunidad deben tener listo el tesgüino, una bebida alcohólica hecha con maíz fermentado y basiawari.
Durante la noche del miércoles algunos hombres colocaron a los alrededores de la parroquia tres arcos adornados con ramas verdes para ser empleados como estaciones durante el Viernes Santo, cuando la comunidad realiza su propio ritual para representar el Viacrucis de Jesús.
Al amanecer del jueves la danza del fariseo comenzó, con el objetivo de cansar a quienes simbolizan el mal, los partidarios del Judas mestizo, para que al llegar el enfrentamiento contra los soldados representantes del bien, estén débiles y pierdan la batalla sin dificultad.
Llegado el anochecer los danzantes ingresaron a la parroquia y uno por uno se presentaron ante Jesucristo con movimientos de pies que fueron guiados por la música que expidieron los tambores.
Los hombres, mujeres y niños se sentaron alrededor del seminarista Gabriel Valdez, quien impartió la misa de la institución de la sagrada eucaristía y al concluir no fueron 12 los fieles que pasaron al centro para que en símbolo de humildad sus pies fueran lavados, sino la comunidad entera.
Bajo la luz de la luna, los bailes continuaron hasta la medianoche e incluso en un breve lapso las mujeres rarámuris, vestidas con telas de diseños florales llamativos, se unieron a las danzas en que participaron niños y adultos.
Mientras en las calles de la ciudad se revivió el camino de la cruz con caracterizaciones del calvario sufrido por Jesús, la mañana del Viernes Santo el suelo árido del poniente retumbó ante el pisoteo constante de los habitantes de la colonia Tarahumara que bajaron de la Sierra y se refugiaron en esta ciudad fronteriza hace más de 20 años.
Al principio sólo eran cuatro familias, ahora suman aproximadamente 250 rarámuris que a las faldas de los cerros construyeron sus hogares, escuelas y templo, y que a pesar de su lejanía con la Sierra aún mantienen las tradiciones que allá aprendieron.
El Viacrucis de la etnia empezó a las 9 de la mañana, entre los brazos de los hombres y envuelto en un manto blanco el crucifico con Jesús fue pasado por debajo de cada uno de los arcos, los cuales representan las puertas por las que viaja el rarámuri al morir y si éste porta consigo demasiados errores se quedará a la mitad del camino.
Cada arco representó una estación en que se dio lectura a la Pasión de Cristo y se danzó constantemente en la procesión que duró más de 10 horas, hubo algunos recesos en los que los tarahumaras se retiraron a sus hogares y la figura de Cristo fue resguardada al interior de la iglesia por dos fariseos con lanza en mano.
A un costado de la parroquia también interpretaron las mujeres el baile del fariseo y entre ellas estuvieron Rosalinda y Herminia, la gobernadora y presidenta de la comunidad, quienes diseñaron las ropas de sus pequeños hijos para que se integraran a los danzantes como pintos.
La fiesta reinó por horas al poniente de la ciudad, los pies descalzaos o con guarache de llanta no pararon de seguir los movimientos del  capitán que portó alrededor de su par de tobillos cascabeles que vibraron al son de la danza.
Antes del anochecer los fariseos integraron a su baile la figura de trapo de un hombre, telas azules y rojas formaron el torso y la cabeza del Judas mestizo, vestido a la usanza occidental, que sobre la espalda cargaron los pintos hasta que el sol cayó.
Antes de concluir el Viernes Santo, los soldados se incorporaron al baile, a diferencia de los fariseos su cuerpo no quedó expuesto ni portaron taparrabos blancos o adornos en la cabeza, vistieron camisa y pantalón y en lugar de una bandera blanca menearon por el aire una roja.
La danza y el retumbar de tambores continuaron hasta el amanecer del Sábado Santo.
El enfrentamiento de cuerpos que no tardó en desatar bullicio fue la encarnación de la lucha por matar al traidor y los fariseos buscan su salvación, el baile que comenzaron la mañana del Jueves Santo los debilitó… las llamas en el cuerpo del Judas mestizo son la culminación del combate entre el bien y el mal y el término de la Semana Santa tarahumara en Ciudad Juárez.

agomez@redaccion.diario.com.mx

X