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… y crucificaron al Mesías

Alejandra Gómez
El Diario

2014-04-18

La cruz, cuando fue alzada por el aire bajo el cielo nublado, portó sobre sí el cuerpo exhausto de Jesús y la posaron firme ante la mirada de miles de feligreses, mientras de la cabellera oscura del hijo de Dios brotaron una tras otra las gotas de sangre que lentas se esparcieron sobre su rostro y terminaron por estrellarse en el suelo árido del Cerro Bola, donde el camino de la cruz terminó.
Con un presuroso andar y forzado por empujones de los soldados romanos, Jesucristo llegó hasta Poncio Pilatos para ser castigado por andar “amotinando a la nación al decir que es el mesías rey”, y aunque se negó a proceder, las amenazas de los soldados lo obligaron a entregarlo y dejarlo a merced de la tortura, así inició el Viacrucis que los fieles de la parroquia Santa María de la Montaña dramatizaron ayer en Viernes Santo.
“Yo soy inocente, que la sangre de este hombre caiga sobre sus cabezas”, gritó Pilatos al entregar a Jesús, quien fue forzado a posar sus rodillas sobre el suelo y dejar su espalda descubierta para hacerla acreedora de numerosos latigazos que no tardaron en cambiar el color de la piel por rojo.
Bajo la túnica blanca y el manto rojo, Humberto Vázquez, de 26 años, se despojó del carisma que lo define para personificar por más de dos horas a Jesucristo y cargar sobre sus hombros una gran cruz de madera que tan sólo pesó dos kilos menos que él (51 kilogramos).
La sangre se esparció poco a poco por su frente y se deslizó por los surcos de su rostro hasta terminar por expandirse en el manto blanco que cubrió su cansado cuerpo, el brote surgió después de que su cabeza fue investida por una corona de espinas, la cual le fue puesta para simbolizar el rey que se proclamó ser.
Con el levantamiento de la cruz y la puesta de la corona, el viacrucis de Santa María de la Montaña inició a las 10 de la mañana y las dos primeras estaciones de la Pasión de Jesús fueron revividas al frente de la parroquia, en la calle General Lorenzo Ávalos, donde cientos de feligreses se dieron cita.
“No tenemos todo el día, Jesús”, gritaron continuamente los soldados romanos y para agilizar el paso lento de Cristo azotaron una y otra vez un látigo de cuero en su espalda, tras cada golpe el hijo de Dios no desistió de continuar su andar y aunque su rostro lució afligido no dejó de centrar su mirada hacia el cielo.
Durante el camino de la cruz de más de tres kilómetros, sobre las cabezas de los soldados, los fieles y Jesucristo nunca se reflejaron los rayos del sol porque éste siempre permaneció cubierto por las nubes.
Con golpes en la cara y saliva esparciéndose en sus mantos, Jesús fue forzado a ponerse de pie luego que por primera vez sus piernas flaquearan lo suficiente como para provocar que su par de rodillas terminara por precipitarse al suelo, esta fue la tercera estación que se representó en la avenida de los Aztecas.
“Éste es su rey, pueblo”, exclamaron entre sonoras carcajadas los soldados para burlarse de quien se proclamó a sí mismo el Mesías, pero obligado a ponerse de pie el calvario del camino de la cruz continuó.
Tras cada paso de Jesucristo, cientos de personas se unieron al viacrucis hasta sumar más de dos mil feligreses los que contemplaron la representación de las 15 estaciones por las que pasó el hijo de Dios en su Pasión y muerte. A la cima de las calles la multitud de gente sólo podía distinguirse por los llamativos colores con que cubrieron sus cabezas.
En el camino Jesús fue alcanzado por su madre, María, quien apenas y pudo dirigirle unas palabras de aliento porque no tardó en ser amagada por los soldados, quienes con una lanza en mano la alejaron de su hijo, así concluyó la cuarta estación
“Parece que no llega vivo busca a alguien que le ayude”, dijo un soldado a otro e inmediatamente sacaron de entre la multitud a un hombre que fue obligado a cargar la cruz, después el par de manos de Jesús fue atado con soga y jalado por un soldado que presidió el recorrido sobre una carreta jalada por un caballo.
Con un pañuelo blanco frotado sobre su frente, la Verónica limpió el sudor y la sangre que se esparcía sin cesar por el rostro de Jesús, quien una estación después volvió a llevar sobre sus hombros la pesada cruz.
Una vez más las piernas del hijo de Dios fueron vencidas por el cansancio y llevaron su cuerpo hacia el suelo, provocando que la cruz cayera sobre él, a pesar de ello nunca posó su cabeza en el piso pues entre el caliente asfalto y su nuca colocó sus sangradas manos, pero volvió a ponerse de pie.
“Hijas de Jerusalén, no lloren por mí, háganlo por ustedes mismas y sus hijos...”, dijo Jesús con voz entrecortada cuando tres mujeres se posaron bajo sus pies y lloraron, pero a empujones los soldados las alejaron y obligaron a Jesucristo a continuar el Viacrucis.
A paso lento y con la cruz sobre sus hombros caminó Jesús hasta que sus piernas volvieron a ceder y cayó por tercera y última vez, pero los látigos lo obligaron a levantarse y andar hasta las faldas del Cerro Bola donde fue crucificado y alzado por el aire con la cruz de madera tras de sí.
Una vez con sus pies suspendidos, bajo ellos se posó María y lloró por la tortura a que fue sometido su hijo. Bajo el cielo nublado y entre dos ladrones, murió Jesús; para comprobarlo, los soldados enterraron una lanza en su costilla izquierda, luego lo bajaron.
Envuelto en una manta blanca y ya sin su corona de espinas, quedó el hijo de Dios entre los brazos de María, quien no paró de llorar, a pesar de sus súplicas, el cuerpo de Jesús fue sepultado y así concluyó el camino de la cruz que revivieron los fieles de Santa María de la Montaña.
Al igual que ellos, los feligreses de las iglesias Jesús Maestro, Sagrado Corazón de Jesús, Corpus Christi, Santa Inés, Nuestro Señora del Refugio, Resurrección del Señor, San Lorenzo, Mater Dolorosa, Nuestra Señora del Sagrado Corazón, San Juan Apóstol y Evangelista, San Marcos Evangelista, Oratorio Lupita, Santo Toribio Mogrovejo, también hicieron sus representaciones.
agomez@redaccion.diario.com.mx

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