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Un viacrucis, buscar en EU lo que su tierra no les dio

Alejandra Gómez
El Diario

2014-04-15

De algún lugar de Centroamérica o del interior de la República salen a diario cientos de personas con un sueño en común: cruzar la frontera que divide a México de Estados Unidos para encontrar “del otro lado” todo lo que su tierra no les dio. Ahí, en el momento en que abandonan su hogar, inicia el viacrucis de cada migrante.
“Lo viven a diario, los 365 días del año, y terminan con sueños frustrados porque no logran llegar a su destino”, contó Blanca Rivera, administradora de la Casa del Migrante, ubicada en la colonia Satélite.
Hace sólo un día pisó el suelo del lugar Daniel Sarda, de 39 años, quien después de 24 meses de prisión en diversos condados de Texas, obtuvo su libertad la noche del lunes.
Él salió de Tamaulipas hace más de dos años con un objetivo: reencontrarse con su esposa e hijos que residen legalmente en McAllen, Texas, pero atravesar las aguas del Río Bravo sólo le valió un mes con su familia y dos años en prisión.
“Cuando tienes la necesidad, cuando deseas ver a tu familia, sabes que no hay de otra y que te tienes que arriesgar. Yo quería ver a mis hijos”, dijo Daniel, mientras sostenía entre sus manos una pequeña Biblia.
Su viacrucis comenzó cuando decidió abandonar Tamaulipas para llegar al otro lado como ilegal. La frontera la dejó atrás solo, sin ayuda ni compañía, sólo se valió de una cámara de neumático para flotar sobre las aguas del Bravo.
Cruzó nadando hasta posar sus pies en tierra texana y reunirse con sus dos hijos, de 15 y 14 años, pero el gusto de estar con ellos sólo le duró un mes pues un día oficiales de Inmigración lo detuvieron en un negocio de autos en que trabajaba... los siguientes dos años los pasó en la cárcel.
“¿Qué vamos a hacer? Si tú corres, yo también”, le dijo Daniel a un compañero que también estaba ilegalmente en Estados Unidos y que se encontraba con él cuando fueron a detenerlos.
“Corrí hasta que ya no pude más”, contó y recordó que en su intento de huida pudo ver entre los cerros de la región algunas personas escondidas, hombres y mujeres, con la esperanza de que no los encontraran.
Lo encerraron en una prisión del Condado Starr, en Río Grande, ahí hizo parte de su condena, el resto la cumplió en San Antonio y finalmente salió libre la noche del lunes, cuando fue deportado por la frontera de esta ciudad.
“Nada de lo que viví lo quiero volver a pasar, no vale la pena entregarles tanto tiempo por nada”, dijo y se reconoció afortunado porque al menos logró volver con vida pues sabe que “hay gente que ahí se queda”.
Cada día a la Casa del Migrante llegan varias historias como la de Daniel, sólo en el transcurso del 2013 la sede de Juárez arropó a más de 5 mil 800 migrantes provenientes del sur de la República o países de Centroamérica.
En todo el país hay 55 casas que atienden con ropa, comida, médico y apoyo psicólogo a las miles de personas que abandonan su patria para buscar un medio por dónde cruzar la frontera y poder ingresar a Estados Unidos.
Daniel lo intentó por el agua del río, pero “El Güero”, un joven de 19 años, lo hizo bajo los rayos del sol por el desierto que se encuentra entre Chihuahua y Nuevo México, después de abandonar su hogar en Michoacán.
El viacrucis de “El Güero” comenzó hace un mes y medio cuando tomó un autobús a Morelia, luego a Guadalajara y después un avión a Juárez, un trayecto que le llevó más de 24 horas con el objetivo de encontrarse con su hermano en Wisconsin, quien partió a Estados Unidos hace siete años.
Para lograrlo recorrió caminando el desierto en compañía de otros seis migrantes, todos con el mismo sueño, pero antes de llegar a Nuevo México fue detenido por Inmigración a la mitad del desierto.
“De día te tienes que esconder entre los matorrales para que no te vean, luego continúas de noche”, contó.
Cuando lo detuvieron lo encerraron un mes en el Condado Luna, en Deming, estuvo preso en un “tanque” con otros 30 migrantes y algunos delincuentes. “Todo lo que habías soñado, ahí se acaba”, dijo el joven que ya planea su regreso a casa.


Llegar al desierto de Chihuahua le costó 10 mil pesos, cruzarlo le hubiera valido 4 mil 500 dólares, sólo por la explicación que recibió de cómo guiarse por el desierto y las formas de sobrevivir en él. “Los que te cobran no cruzan contigo y sólo si llegas les pagas”.
Cuando cumplió su condena fue deportado a esta ciudad fronteriza, tiene ocho días hospedado en la Casa del Migrante, lugar donde ha conocido historias peores a la que le tocó vivir, como la de un hombre que se perdió por días en el desierto.
Nicaragua, Salvador, Guatemala, Chiapas y otros lugares son los puntos de salida de las personas que pasan por la Casa del Migrante antes de intentar cruzar la frontera de México y Estados Unidos o volver a casa.
Alguien de Centroamérica puede quedarse de 10 a 15 días, los del interior de la República de 3 a 5, el 90 por ciento de los migrantes que llegan son hombres todos entre los 18 y 45 años, informó Blanca Rivera.
“El viacrucis de los migrantes es diario, muchos no logran llegar y terminan mutilados o golpeados”, dijo y contó el caso de un hombre que hace 20 días se fue de Juárez y dos semanas después encontraron su cuerpo sin vida en un vagón del tren que cruza por Torreón.
El 80 por ciento de los migrantes que llegan a la casa son personas que fueron deportadas, el otro 20 corresponde a quienes están en tránsito, es decir, van en busca de su destino. (Alejandra Gómez/El Diario).

agomez@redaccion.diario.com.mx

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