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Inolvidables mujeres que dejaron su huella en la frontera

Juan de Dios Olivas
El Diario

2014-03-08

De entre todas las mujeres que han aportado su esfuerzo para hacer de Ciudad Juárez un mejor lugar, hay tres que se distinguieron por ser ejemplo para futuras generaciones de juarenses.
Aunque en la actualidad pocos conocen sus méritos, desde las aulas, las maestras María Martínez y Simona Barba pusieron su empeño y entregaron su vida para formar a los mejores alumnos de su tiempo, quienes a su vez se convertirían en los protagonistas de los destinos de esta ciudad.
En tanto, Bertha Chiu, desde los escenarios deportivos  pondría en alto el nombre de esta ciudad. Las justas en las que triunfó e impuso marcas difíciles de alcanzar, la convertirían en una leyenda admirada a nivel mundial y ejemplo a seguir por generaciones de deportistas no sólo de esta frontera.
Ninguna de las tres nació aquí, pero al igual que miles, migraron a esta ciudad y la eligieron para engrandecerla con su esfuerzo.
María Martínez, quien nació en 1880 en la ciudad de Chihuahua, llegaría a esta frontera en los albores del siglo XX para dar clases a sus primeros alumnos en una escuela fundada por el doctor Mariano Samaniego, para convertirse en pionera de la impartición de educación a los juarenses.
Simona Barba, nacida en 1893 en Tepatitlán, Jalisco, llegó a Juárez siendo una niña y en 1915 ingresó también al plantel de Mariano Samaniego para dar clases al lado de la profesora María Martínez e iniciar una trayectoria que se interrumpiría medio siglo después con su muerte, pero que le valdría ser distinguida con la medalla al mérito “Ignacio Manuel Altamirano”.
La leyenda del deporte Bertha Chiu, nacida en 1927 en Los Lamentos, municipio de Ahumada, arribó a Juárez en 1931 y desde pequeña destacó en todas las disciplinas deportivas pero sería el basquetbol, el softbol y el atletismo donde impondría récords difíciles de superar que la llevaron a ser considerada “La deportista mexicana más completa de todos los tiempos”, “La atleta del Milenio” y “La Deportista del Siglo”.

María Martínez (1880-1938)

El 7 de enero de 1908, la maestra María Martínez comenzó a impartir clases en Ciudad Juárez, en dos pequeños salones ubicados frente a la Aduana Fronteriza en la entonces avenida 5 de Mayo (hoy avenida Juárez).
El plantel era auspiciado por Ángel y Melchor Calderón, Guillermo Álvarez, Manuel Granados, María Hernández, Refugio y Regino Soto y por Mariano Samaniego.
La nueva institución pronto se vio rebasada por la demanda ya que despertó la inquietud de sus alumnos y el interés de los padres de familia, pues a diferencia de otros planteles en el país, permitía la asistencia tanto de niñas como de niños, una experiencia no vivida hasta entonces en la frontera.
Para atender a un mayor número de estudiantes, la escuela cambió sus instalaciones a la acera sur de la Calle del Porvenir casi esquina con Callejón del 57 (hoy Vicente Guerrero y Rafael Velarde). Sin embargo, todavía no era suficiente para atender a los estudiantes juarenses.
En plena Revolución Mexicana (1910), cambió su domicilio a la acera norponiente de la calle La Paz y Médanos (hoy Miguel Ahumada), donde empezó a impartir un año más de educación, pues en esa época sólo se cursaba hasta cuarto año de primaria, situación que obligaba a sus alumnos a estudiar en escuelas de El Paso, Texas.
Los años de guerra y la inestabilidad social afectaron todas las actividades de los habitantes de la frontera y la educación no fue la excepción. Por ello, la maestra María Martínez se vio en la necesidad de trasladar la escuela hacia el otro lado de la frontera para salvaguardar la seguridad de los niños.
De acuerdo con datos históricos recopilados por la asociación civil Juarenses, Francisco Villa intentó en 1913 obsequiar a la profesora Martínez una casa para que en ella instituyera su centro escolar, pero la maestra declinó el ofrecimiento.
Al concluir el peligro de la guerra, se reanudaron en Juárez las clases impartidas por la maestra.
Para 1934 se formó el Comité Pro Escuela María Martínez, presidido por Rómulo Escobar y Servando Esquivel, quienes empezaron a trabajar en el proyecto, que lograría cristalizarse en las instalaciones de la calle Madero y después en la Lerdo, donde se mantuvo por espacio de 21 años, hasta que la institución tuvo su propio edificio en la calle Madero 336.
En éstas, sus primeras instalaciones propias, fue donde tomó el nombre de María Martínez, en honor a su fundadora y quien habría de dirigirla hasta 1938, año en que murió.
Sus restos fueron llevados al panteón municipal de la Chaveña acompañados por decenas de juarenses que ella misma forjó en algún momento, mientras que la escuela que construyó fue cedida por su familia a un patronato que se comprometió a darle continuidad a la labor educativa de la maestra.

Bertha Chiu (1927-2009)

En su infancia y junto con su familia, migró del municipio de Ahumada a Ciudad Juárez donde su madre consiguió trabajo en una maquiladora de mezclilla.
Su infancia y adolescencia transcurrieron llenas de carencias, pero eso no fue obstáculo para que se inclinara por el deporte y comenzara a destacar en basquetbol y softbol, en este último deporte sobresalió por su destreza como pitcher.
Mientras participaba en un torneo nacional de basquetbol en la Ciudad de México en 1951 representando a Ciudad Juárez, Bertha se enteró de que en un campo cercano se realizaban pruebas de selección de las atletas que participarían en los Juegos Centroamericanos. Pide permiso para ver las prácticas en las que seis mujeres disputaban tres lugares en la competencia.
Le llama la atención la jabalina e intuye que esa disciplina tiene que ver con la fuerza y la precisión que ella, entonces reconocida pitcher, empleaba para lanzar la bola en los juegos de softbol y pide una oportunidad para lanzarla.
Lo hizo con un solo brazo, sin tomar vuelo y no le fue mal. En una segunda oportunidad lo hizo corriendo y para sorpresa de todos, su lanzamiento pasó por encima de los periodistas que se habían situado cerca de donde se suponía caería la jabalina, que recorrió una distancia tan grande que los asombró a todos.
La hazaña provocó que varios atletas y los cronistas deportivos que la presenciaron, pidieran a los organizadores que Bertha fuera incluida en las pruebas de selección.
La juarense fue incluida, compitió por un lugar y fue seleccionada para ir a Guatemala donde ganó la medalla de plata.
“Debí haber ganado la de oro, pero tenía el viento en contra y no sabía que en ese caso había que lanzarla casi horizontal…”, contaba la atleta.
Sin embargo, su participación le aseguró un lugar para participar en los Juegos Panamericanos que ese año se llevarían a cabo en Buenos Aires, Argentina donde conquistó con facilidad la medalla de oro para México, la única en obtenerse en 50 años.
Con ese triunfo, Bertha había entrado por la puerta grande al mundo del atletismo y la cosecha de medallas apenas comenzaba.
La juarense participó en los campeonatos nacionales y ganó 13 medallas, y en uno de ellos, realizado en Monterrey, Nuevo León, igualó la marca mundial en lanzamiento de jabalina (43.95 metros) e impuso un récord nacional que en 25 años no fue superado por nadie.
En softbol también ganó la gloria y destacó a nivel nacional e internacional. Tomó parte en 12 campeonatos nacionales (6 oficiales y 6 por invitación). En 1950 fue designada la Jugadora Más Valiosa en el Campeonato Nacional de Softbol Rápido e impuso un récord de bateo con un porcentaje de .567; y también obtuvo récord de jonrones al lograr 12 en un campeonato nacional de 8 juegos; récord de pitcheo con 18 triunfos consecutivos sin derrota.
En 1972 participó en el campeonato mundial de softbol en Osaka, Japón y su equipo logró el cuarto lugar.
En basquetbol o baloncesto, Bertha formó parte de la segunda generación del legendario equipo Las Adelitas y participó en 13 campeonatos nacionales, siete de los cuales fueron ganados consecutivamente. Además en el equipo entrenado por Roberto “Che” Saldívar, obtuvo medallas de oro y plata en los Juegos Centroamericanos; cuarto lugar en los Panamericanos y el sexto en el Mundial de Santiago de Chile.
Al igual que en la actualidad, el apoyo gubernamental contrastaba con los logros obtenidos por la atleta  quien debía abordar un autobús de segunda a las 6 de la mañana en Juárez para viajar 28 horas seguidas a la Ciudad de México y participar en los torneos deportivos para después regresar enseguida a la frontera. Esto último porque no disponía de dinero para pagar un hotel ya que en ocasiones sólo era apoyada con el pasaje.

Simona Barba (1893-1965)

Por espacio de 50 años, la maestra Simona Barba García, fue forjadora de generaciones de juarenses.
Originaria de Tepatitlán, Jalisco, siendo una niña, fue traída por su familia a Ciudad Juárez donde estudió y se inclinó por la carrera de docente.
Tras recibirse como maestra, en 1915, fue comisionada para prestar sus primeros trabajos a El Carrizal del municipio de Ahumada.
Después regresó a la frontera e ingresó a la escuela “Mariano Samaniego” (hoy “María Martínez”), en la que permaneció impartiendo clases hasta el final de sus días.
Barba siempre atendió los grados de primero y segundo; era una maestra considerada muy eficiente, respetada y querida.
Cuando Simona Barba fungía como directora de la escuela María Martínez en 1958, la institución logró conjugar el equipo que la llevaría a entrar de lleno a la modernidad de la frontera: el primero y segundo grado eran impartidos por la propia maestra Barba, en tanto que María Dolores Álvarez se hizo cargo de tercero y cuarto, en grupos de hasta 60 alumnos.
En 1965 cumplió 50 años de desempeñarse como docente; ese año le fue notificado que le sería entregada la medalla al mérito “Ignacio M Altamirano” por el presidente de la República, Gustavo Díaz Ordaz, en la Ciudad de México el 15 de mayo.
Sin embargo, un mes antes, falleció, por lo que la maestra María Dolores Álvarez Aragón fue comisionada para recibir el galardón en su nombre.

jdolivas@redaccion.diario.com.mx

(FUENTES: Recinto de los Juarenses Distinguidos, Juarenses A.C.; Mujeres que engrandecen Chihuahua, Alma Montemayor; http://docentes2.uacj.mx)

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