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Ahora plagas y hongos ‘enferman’ a Riberas

Antonio Rebolledo
El Diario

2013-09-24

La pesadilla en Riberas del Bravo tras la inundación de hace 11 días no ha terminado. Enfermedades respiratorias y gastrointestinales acompañan la aparición de hongos en la piel tras el contacto con el agua negra.
El agua potable, aseguran, sale sucia, con arenilla, tierra y una especie de gusarapos llamados alfilerillos.
Además de las plagas de moscas y mosquitos llegaron alimañas y bichos raros nunca vistos en la zona como lagartijas blancas, arañas amarillas y catarinas onduladas y verdes.
Con el arrastre de aguas negras desde los márgenes del Río Bravo, estos bichos se insertaron en los muebles anegados, en los electrodomésticos y en los rincones de las viviendas provocando picaduras y contagiando enfermedades entre los niños, principalmente.
Los vecinos en la Etapa VIII de Riberas del Bravo temen que las casas no alcancen a secarse en los próximos 30 días antes de las primeras heladas. Aseguran que los hongos invadirán las paredes durante el invierno.
Éricka Suárez, vecina de Riberas del Mezquite, mostró ayer a El Diario una roncha que le brotó en la parte alta de las piernas desde la semana pasada, y que después se volvió como un moretón que supura, provoca una intensa comezón y arde.
“Ya me puse alcohol y no se me quita. Estoy segura que es un hongo por tanto caminar entre las aguas negras mientras salvábamos nuestros muebles”, refiere.
Su vecina, María de Jesús de Santiago, presenta malestares similares: ronchas y piquetes en las piernas, además de que su hija de 10 años de edad no se alivia de fiebre, tos, vómito y diarrea desde la semana pasada.
“Necesitamos atención médica todos porque al que no le ha picado una alimaña, ya se le subieron los hongos por la humedad que guardaron las paredes, o no deja de toser por el mal olor que despiden los muebles que se pudieron salvar. De los baños emanan olores fétidos que contaminan la casa, es casi imposible estar adentro respirando lo que las aguas negras nos dejaron”, indicó María de Jesús de Santiago mientras mostraba los nidos que están formando las arañas en el marco de sus ventanas y en el patio, donde los registros del drenaje de su lavadora quedaron totalmente azolvados con la arenilla y el lodo que arrastró la corriente de agua negra.
En la calle Riberas de la Pradera, la otra zona inundada, Marisela Blanco asegura que el agua potable a veces sale de las tuberías muy contaminada, con arenilla y “alfilerillos”, unos gusanos negros muy pequeños, de no más de un milímetro de largo, parecidos a las larvas de los mosquitos.
“Yo ya le dije a mis vecinos que no beban agua de la llave, porque hasta los que tienen filtro les sale el agua contaminada”, indicó la mujer que perdió casi todos sus electrodomésticos y que esta semana recibió de parte de una organización religiosa, un refrigerador usado en funcionamiento.

El fierrero fue el ‘ganón’

En ambas calles el agua estuvo estancada cuatro días. Algunas casas pudieron limpiarse hasta el lunes 16, cuando el nivel bajó con la succión de las bombas que el Cuerpo de Bomberos instaló en las zonas inundadas.
Así, hasta la semana pasada los damnificados pudieron sacar de sus viviendas los colchones, las salas, los electrodomésticos anegados y la ropa inservible.
Cada pieza fue adquirida por los fierreros que incluso mojados se llevaron los colchones por los que pagaron a sus dueños cinco pesos, misma cifra que ofrecieron por los sillones malolientes. Por las estufas, refrigeradores y lavadoras inservibles pagaban hasta 50 pesos, como máximo.
“Por aquí no ha pasado el destilichadero, por eso aprovechamos a los fierreros para vender todo lo que olía mal, lo que quedó inservible”, apuntó Éricka Suárez.

Sobre bloques y tabiques

Pero no todos tuvieron daños en sus viviendas.
María de la Luz García Rivera, vecina de Ribera del Mezquite, aprendió en la inundación del 2006 que cuando el agua comienza a subir su nivel en la calle, es momento de subir el nivel de los muebles.
Antes de que las aguas negras entraran a su domicilio, subió las camas, el refrigerador, la estufa y los sillones sobre una línea de bloques y tabiques.
Cuando vio que el nivel seguía subiendo, incrementó la altura de sus muebles usando una segunda línea de tabiques.
“No podía quedarme cruzada de brazos. Junté unos bloques de las casas que están destruidas, y con eso salvé mis muebles. Hoy sólo las paredes están húmedas, pero no perdí todo esperando a que la ayuda llegue a mí para recuperarme. No podemos dejar a la caridad toda la carga de nuestra desgracia”, puntualizó.

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