Local

Antes de ser fusilado, Hidalgo repartió dulces a sus verdugos

Juan de Dios Olivas
El Diario

2013-09-15

El fúnebre redoble de tambores y el repicar de las campanas de los templos despertaron a los habitantes de la villa de San Felipe del Real de Chihuahua, aquella mañana del 30 de julio de 1811.
Momentos después, tras un breve periodo de silencio, tres disparos retumbaron en el antiguo Colegio de Jesuitas convertido en hospital militar. Los proyectiles se impactaron en el pecho de aquel hombre.
Segundos después, un cuarto tiro se escuchó y puso fin a la vida de aquél cuyo rostro sereno y tranquilo, mostraba un valor que momentos antes de ser ejecutado, impresionó a sus verdugos entre quienes incluso repartió dulces.
Eran las 7:00 de la mañana y el cura Miguel Hidalgo y Costilla moría así, fusilado a manos del Ejército Realista, tras iniciar, 10 meses antes, el 16 de septiembre de 1810, la guerra que llevó a México a obtener su independencia de España.
Así terminaba también en Chihuahua la primera etapa de esa lucha emprendida al grito de “Viva la religión. Viva nuestra madre Santísima de Guadalupe. Viva Fernando VII. Viva la América y muera el mal gobierno”, entendido este último como aquél que fue impuesto por el imperio francés y contra el cual conspiraban los criollos en la Nueva España.
Meses antes, tras ser derrotados y capturados el 21 de marzo de 1811 y en Las Norias de Baján, Hidalgo y 26 líderes insurgentes más fueron amarrados y conducidos a la villa de Chihuahua, donde la lucha que había emprendido no encontró mayor eco.
En efecto, en nuestro estado el apoyo a la causa se había traducido sólo en pequeños brotes de simpatía que no pasaron a la lucha armada y quedaron en meras conspiraciones descubiertas y sus participantes encarcelados o desterrados.
Por el contrario, acá las condiciones eran diferentes a las del centro del virreinato; fueron más evidentes y elocuentes las muestras de respaldo a la Corona española por ricos comerciantes y mineros, quienes incluso financiaron y mandaron voluntarios reclutados para combatir a los insurgentes.
Con el correr de la historia incluso se considera que este fue uno de los motivos por los que el Ejército Realista decidió llevar a Hidalgo y a los demás jefes al territorio de Chihuahua para juzgarlos, encarcelar a unos y ejecutar a los principales líderes.

Conspiraciones en Chihuahua

Los militares españoles, sabían que en Chihuahua los insurgentes no contaban con el apoyo popular que encontraron los rebeldes en otras partes del virreinato, principalmente en Guanajuato.
Sin embargo, los historiadores registran al menos tres intentos por organizar la lucha armada en el norte de la Nueva España, el primero con la finalidad de liberar a Hidalgo y a los demás insurgentes capturados en Las Norias del Baján, y el último para apoyar a José María Morelos y Pavón.
La primera conspiración, se registró el verano de 1811 y fue encabezada por el regidor del Ayuntamiento de Chihuahua, Salvador Porras y el presbítero Mateo Sánchez Álvarez, quienes fueron delatados y acusados de apoyar a los rebeldes.
Aunque la acusación no se comprobó, Porras fue degradado y multado con 300 pesos.
Unos meses después, en 1812, se registró otro intento, en esta ocasión en Basúchil, en el Papigochic, encabezado por Rafael Mingura, quien fue aprehendido junto con otros cuatro involucrados y tras ser juzgados, fueron sentenciados a varios años de reclusión en la Casa del Obraje.
El intento que se considera el más importante, fue la conspiración encabezada por el militar José Félix Trespalacios, Pablo Caballero y Gaspar de Ochoa, en noviembre de 1814.
Este grupo intentaba apoyar y secundar el levantamiento de José María Morelos y Pavón así como lograr que se restableciera la Constitución de Cádiz, expedida en marzo de 1812, la cual apenas había entrado en vigor ya que la mayor parte de España se encontraba en manos del gobierno pro francés de José I, hermano de Napoleón Bonaparte.
Trespalacios, quien también era síndico del ayuntamiento, fue aprehendido por el mariscal Bonavía, el comandante de las Provincias Internas, gracias a una denuncia de los vecinos de Chihuahua y en especial de su ayuntamiento.El conspirador, fue sentenciado a 10 años de presidio ultramarino y al destierro perpetuo de las Provincias Internas.

Comerciantes y mineros apoyan a España

En 1810, las ricas élites del norte del virreinato de la Nueva España, dueñas de comercios y minas, decidieron apoyar a la Corona española y financiaron milicias que combatieron con fiereza a los insurgentes en las provincias donde se presentaron los mayores brotes insurgentes.
Entre todos, lograron  reunir 430 mil pesos que fueron utilizados para sofocar la rebelión.
De esa suma, Don Ángel Bustamante, rico vecino de Batopilas, donó 100 mil pesos de plata en barras y además prestó, sin cobrar intereses, otros 150 mil pesos. En tanto, algunos sectores populares, alentados por curas leales a la Corona, se enlistaron como voluntarios y formaron parte de varios batallones utilizados para sofocar la rebelión.
Entre las fuerzas contrainsurgentes, destacan 300 flecheros tarahumaras, reclutados por el padre José Francisco Álvarez, en la zona del Valle del Rosario, tropa a la que se unieron vecinos de Cusihuiriachi, Parral y Valle de los Olivos.
Este batallón, fue puesto al mando del teniente coronel José Manuel de Ochoa y fue enviado a combatir en Durango, Zacatecas y Guadalajara.
En tanto, otro grupo denominado “Patriotas de Fernando VII”, fue conformado para cuidar el orden en sus respectivos lugares de residencia y conformado por vecinos de El Paso del Norte, San Francisco del Conchos, San Gerónimo, San Pablo y Carrizal.
Así, las provincias del norte del virreinato, con excepción de Texas y Coahuila, se habían mantenido ajenas la insurgencia.
Sin embargo, fueron afectadas por la suspensión del comercio con el centro de la Nueva España y algunas minas quedaron abandonadas y se inundaron.
En contraste, el aislamiento que provocó la lucha armada, generó beneficios ya que varios productos empezaron a elaborarse en la entidad, en particular surgieron telares que elaboraban productos de algodón, artefactos de cobre con materia prima extraída de las minas de Santa Rita del Cobre y se instaló también un taller de reparación de armas de fuego y otro de fabricación de lanzas y adargas.
También se abrieron establecimientos para elaborar cigarros, sombreros de castor, talleres de vaciado de hierro.
Para 1811, comenzó a funcionar la Casa de Moneda de Chihuahua, la cual en tres años acuñaría unos cuatro millones de pesos en monedas de plata y tlacos de cobre.

Llega la Independencia

Al paso de los años, la lucha insurgente siguió sin tregua, pero para 1821, las condiciones en España cambiaron así como los intereses de los principales militares del Ejército Realista en la Nueva España, quienes entablaron una alianza con el líder de la rebelión independentista.
El pacto quedó sellado en el Plan de Iguala firmado el 24 de febrero de 1821 por Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero, el cual acercó más a la anhelada independencia.
En los meses siguientes, los militares realistas en las distintas provincias, se vieron en el dilema de mostrar su lealtad a un bando o el otro.
En la intendencia de la Nueva Vizcaya, las tropas realistas al mando del general Pablo Negrete, muestran su simpatía a Iturbide y toman la capital, Durango.
En Chihuahua, coherentes con su postura mantenida durante una década, los vecinos financiaron la salida de tropas locales hacia el sur para combatir a quienes traicionaron a la Corona.
Cuatrocientos hombres fueron enviados por el comandante Alejo García Conde, a reforzar la capital de la Provincia, pero ya no llegaron, el 21 de agosto en San Bartolomé, decidieron cambiar de bando y secundar el Plan de Iguala.
García Conde también haría lo mismo el 27 de agosto, terminando ese día el dominio español en Chihuahua.
Un mes después, el 27 de septiembre de 1821, las tropas de Vicente Guerrero y Agustín de Iturbide, llamadas el ejército Trigarante, entraron a la Ciudad de México y consumaban la Independencia.

Nace el estado de Chihuahua

Después de la consumación de la Independencia, el nuevo país, México, se enfrascó en un periodo en el que se formarían tres corrientes fuertes, una de las cuales buscaba mantener el poder centralizado a la usanza del sistema colonial y otro influido por el federalismo adoptado por los Estados Unidos así como el que seguía la Constitución de Cádiz, que pugnaba por una fórmula republicana consistente en la unión de estados libres y soberanos con un poder local.
Esta última corriente tras la caída del imperio de Agustín de Iturbide en 1823 logró imponer algunas de sus posturas en la organización del país como una república federal.
En el acta constitucional de enero de 1824 promulgada por el Congreso General, la antigua Nueva Vizcaya sobrevivió y le fue agregado el territorio de Nuevo México para ser denominado Estado Interno del Norte.
Sin embargo, se registraron diferencias entre los políticos de Durango y los de Chihuahua para ubicar la capital de la nueva entidad por lo que en el verano de 1824 la solución que se encontró fue disolver el Estado Interno del Norte y crear los estados de Chihuahua y Durango así como un territorio federal, Nuevo México.
Los límites de Chihuahua se trazarían con los linderos disponibles, al norte el poblado de Paso del Norte y al sur la hacienda del Río Florido, en tanto al oriente y el poniente, el desierto y la Sierra Madre.
Aquí, nadie disputaría la elección de la villa de San Felipe del Real de Chihuahua como capital  y el 8 de septiembre de 1824 se instalaría el Primer Congreso Constituyente del estado, el cual nombró a José de Urquidi, primer gobernador provisional y a quien encomendaría la tarea de organizar el aparato político local.
Para el 9 de diciembre de ese año, el Congreso Constituyente expediría la primera Constitución Política del Estado, la cual estipularía que el Poder Ejecutivo quedaría a cargo  de un gobernador que sería elegido cada cuatro años y el Poder Legislativo estaría en manos de 11 diputados que durarían en el cargo dos años y tendrían la función de elegir al gobernador y al vicegobernador.
También se institucionalizó al Poder Judicial, el cual quedó formado por un Supremo Tribunal de Justicia, cuyos integrantes serían electos por el Congreso local. (Juan de Dios Olivas/El Diario)

Fuentes: Francisco R. Almada en “Visión Histórica de la Frontera Norte de México”; Luis Aboites, en “Breve Historia de Chihuahua”; Victor Orozco, en “¿Hidalgo o Iturbide?”; Graciela Altamirano y Guadalupe Villa en “Chihuahua, textos de su historia”; Martín González de la Vara, en “Breve Historia de Ciudad Juárez y su región”; www.inehrm.gob.mx)
 

X