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‘Tiran la toalla’ mitad de choferes de la 4A

Martín Orquiz
El Diario

2013-09-02

Al menos la mitad de los operadores de transporte que trabajan para la Ruta 4 A decidieron “tirar la toalla” ante el temor de que la mujer que mató a dos de sus compañeros la semana pasada repita el ataque.
“Ya no voy a trabajar, mi familia no quiere ya que trabaje aquí”, dijo José Castañeda, quien hasta la semana pasada laboró dando el servicio en esa ruta.
Incluso ayer mismo ya estaba preparando los papeles para vender su camión a alguien más que lo quiera trabajar porque él, de forma definitiva, no lo hará más.
Al dejar su trabajo como operador de transporte público, intentará obtener una licencia federal de chofer para irse de trailero, porque en definitiva no quiere regresar al volante de la “ruta amarilla”.
José recuerda que el jueves, cuando fue asesinado Alfredo Zárate, de 27 años, se lo topó frente al estadio Benito Juárez, sobre la avenida Heroico Colegio Militar, a tan sólo unos minutos de que lo asesinaran en el cruce con la avenida Universidad.
“Sacó la mano por la ventanilla para saludarme, eso hacemos todos cuando nos topamos en el camino”, recordó con la mirada clavada en el suelo y recargando la espalda en la pared de un local comercial ubicado frente a la parada de la Ruta 4 sobre la avenida Vicente Guerrero.
Poco después, sus compañeros comenzaron a avisarse unos a otros que le habían disparado, a través de los aparatos de radiotransmisión que usan para estar en contacto, aunque son pocos los aparatos que utilizan en esa línea.
Un día antes, el miércoles 28 de agosto, al parecer la misma mujer asesinó a otro de los operadores de la “ruta amarilla”, de nombre José Roberto Flores Carrera, de 45 años, en la intersección de la avenida David Herrera Jordán (Malecón) y la calle General Genovevo Rivas Guillén.
Ayer, algunos de sus compañeros tratan de animarlo para que regrese al volante debido a la urgencia de que más camiones salieran a cubrir el recorrido, pero él se niega de forma reiterada.
“Andan entre seis y siete camiones por turno, por lo regular son 15”, explicó.
Castañeda afirmó que aunque desde hace días cuentan con vigilancia policiaca no se siente seguro, al igual que su familia, por lo que decidió dejar el oficio que desempeñó por años para ganarse el sustento.
La situación ya causó estragos en la línea, la que desde el viernes anterior está trabajando con sólo la mitad de las unidades que se usaban de forma cotidiana, lo que generó que la Oficina de Transporte Público girara un oficio para llamarlos a cuentas dado que están circulando menos ruteras.
“Vamos a ir para allá (a la oficina de Transporte Público del Estado), para explicar lo que está ocurriendo, no es nuestra culpa, no sabemos lo que debemos hacer entonces, ¿dejarnos matar?”, comentó un hombre que prefirió no dar a conocer su nombre.
Fernando de la Cruz, uno de los despachadores de esa línea de transporte, indicó que desde el jueves –cuando ocurrió el percance más reciente– han estado improvisando las corridas luego que de los 30 camiones que trabajaban cada día sólo la mitad realiza ahora sus recorridos.
Acerca de la estrategia que utilizarán para enfrentar ambas emergencias, el riesgo de ser agredidos y la falta de operadores, señaló que sólo las autoridades podrían arreglar la situación.
Mientras, agregó, ellos sólo pueden seguir trabajando.
“Un poco asustados, pero ahí andamos”, expresó mientras revisaba las anotaciones en su libreta para determinar quién era el siguiente en salir.
Algunos de los usuarios que abordaron ayer alguna de las unidades de los dos ramales que cubre la “ruta amarilla”, el llamado Maquilas y el Ribereño, miraban con curiosidad a los trabajadores de la 4A discutiendo sobre la forma en que rellenarían los huecos provocados por las ausencias.
“Siempre uno es quien se friega, porque no hay camiones para llegar a la casa o al trabajo, ya deberían de ponerle remedio a esto, no podemos andar a pie hasta donde vamos”, expresó Andrea Solís, una mujer que utiliza el transporte público a diario.
Mencionó que ella tiene un pequeño puesto, pero que todos los días va al centro a surtirlo y debe cargar dos bolsas repletas de dulces y otros artículos que comercializa en el exterior de su vivienda.
“¿Se imagina? No puedo llevarme esto caminando, no pagar taxi porque cobran una barbaridad”, declaró mientras que el chofer la ayudaba a subir el contenedor más grande, al que le expresó agradecimiento con la mirada.

morquiz@redaccion.diario.com.mx

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