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La Guerra Apache, una salvaje historia de exterminio

Juan de Dios Olivas
El Diario

2013-08-24

A paso lento avanzaban aquellos dos carruajes por el Camino Real en su ruta que llevaba de Chihuahua a Paso del Norte (hoy Ciudad Juárez), confiados sus tripulantes en que eran escoltados por una docena de hombres bien armados.
Apenas habían entrado al desierto de Samalayuca una lluvia de flechas y balas les sorprendió. En pocos minutos todos estaban muertos y sus victimarios, guerreros apaches, los despojaban de sus cabelleras, se apoderaban de sus caballos y pertenencias para después prender fuego a los carruajes.
Tras cometer el ataque, la partida de guerreros se dirigió a todo galope por las llanuras a la Sierra de la Candelaria, en el municipio de Ahumada, donde acampaban en unas cuevas localizadas en las inmediaciones de  las montañas.
Era el año de 1880, Chihuahua vivía el recrudecimiento de la Guerra Apache contra los blancos y pasajes similares se vivían lo mismo en el camino a Santa Fe, Nuevo México, como en Arizona, Texas y Chihuahua.
Los apaches habían decidido dar la última batalla por la subsistencia de su raza, rechazando ofrecimientos de paz del Gobierno de Estados Unidos y de los mexicanos, no por la benevolencia de los acuerdos, sino por las humillaciones recibidas en las reservaciones estadounidenses y asesinatos cometidos en contra de su pueblo tanto en un país como en el otro.
La confrontación se daba por las dos formas distintas de ocupar los territorios del norte de América. Los apaches, de vida nómada y dedicada a la cacería de búfalos y bisontes, eran empujados por la colonización blanca al oeste y al sur de Estados Unidos, hasta atravesar las fronteras con México donde librarían sus últimas batallas.
Los robos de ganado en haciendas y ranchos mexicanos se convirtieron en su única opción para sobrevivir haciendo inevitable el choque con los chihuahuenses.
Tras la guerra de 1848 entre México y Estados Unidos, las quejas de abigeato y contrabando se incrementaron y la situación se agravó, ya que en el producto de los robos participaba activamente el comercio estadounidense el cual intercambiaba armas y mercancía diversa a los apaches por ganado.
Los apaches verían su derrota en Chihuahua tras el retorno al gobierno del Estado del ganadero Luis Terrazas, en 1880, quien ya en 1863 los había combatido con fiereza.
“Estoy persuadido de que ese enemigo de toda civilización y sanguinario más bien por carácter que por ignorancia, solo cederá a la fuerza material”, decía el terrateniente más famoso que ha tenido el norte de México.

Victorio

Cuando una partida de apaches dirigida por Victorio, escapó de las reservaciones norteamericanas, y se asentó en las cercanías de la Laguna de Guzmán, en el noroeste del estado, justo donde Terrazas tenía parte de sus haciendas ganaderas, el gobernador mandó llamar a su pariente, el coronel Joaquín Terrazas y tras dotarlo de recursos, mandó combatirlos y exterminarlos.
Terrazas puso precio a las cabelleras de los indios y en particular a la Victorio, un hombre mestizo cuya leyenda señala que a la edad de 6 años, cuando se llamaba Pedro Cedillo, fue raptado de un rancho chihuahuense y adoptado por la tribu Chiricagua en la que ya adulto asumió el liderazgo de todas las tribus apaches, que lo siguieron en su guerra contra el hombre blanco.
Para exterminarlo, el gobernador de Chihuahua reorganizó las juntas de guerra que habían funcionado en años anteriores y acordó movilizar fuerzas en coordinación con el coronel Adolfo T. Valle, a cargo de tropas federales, para castigarlos por el abigeato que cometían continuamente y los asesinatos de rancheros, que se habían vuelto cosa común.
Sin embargo, en cuanto los apaches sentían la presencia de las tropas de Gobierno, se movilizaban y cruzaban a Estados Unidos a territorios donde los mexicanos no podían ingresar y en cuanto se retiraban, los indios regresaban a México.
Ante ello, Terrazas plantea y organiza una tercera expedición pero el coronel Valle se niega a cooperar.
Sin desanimarse, el gobernador sigue con sus planes y comisiona para ir en persecución de los apaches a su pariente Joaquín Terrazas, un militar que alcanzó el grado de coronel durante la intervención francesa en la defensa de la República. Con él se encuentra el mayor Juan Mata Ortiz, como segundo al mando.
Voluntarios de los cantones (hoy distritos) Guerrero, Benito Juárez, Satevó, Morelos y Galeana, se les unen y se dirigen al norte del estado, al municipio de Ahumada donde habían sido detectados los apaches.
En la columna de Gobierno suman 600 voluntarios y una fracción de seguridad pública y rural al mando de Mata Ortiz. Con ellos va un grupo de tarahumaras de Arisiachic, al mando de Mauricio Corredor y su compadre Roque, así como el apache Jari Manto Negro, un indio que años atrás sirvió de guía por Chihuahua a Benito Juárez durante la intervención francesa, refiere el cronista de Ciudad Juárez, Filiberto Terrazas Sánchez.
Vitorio, quien se encontraba acampando en la Laguna de Guzmán, es avisado por sus exploradores de la presencia de las tropas de Terrazas y decide dividir sus huestes entregando al capitancillo Nana una columna de guerreros y él se queda con el grueso de las familias apaches y 77 hombres.
Nana, quien tiene bajo su mando a Loco, conocido también como el indio Ju; y a quien a la postre se convertiría en el legendario Gerónimo, tiene la misión de distraer a las tropas, mientras Victorio deja a las familias en un lugar seguro y retorna para hacer frente a sus perseguidores.
Terrazas detecta la maniobra y hace lo mismo y desprende a una columna de soldados al mando de Juan Mata Ortiz para impedir cualquier escape.

La batalla de Tres Castillos

Ayudado por los tarahumaras, el coronel Terrazas encuentra la huella de Victorio y lo rastrea hasta la Sierra de la Amargosa, donde lo copa en la zona montañosa conocida como Tres Castillos (en el municipio de Coyame del Sotol) donde el 14 de octubre de 1880 al mediodía se encuentran frente a frente.
El grupo comandado por Vitorio se posesiona del cerro sur, mientras que el otro capitaneado por Nana, Ju y Gerónimo es atajado por Juan Mata Ortiz y su gente, quien a balazos les impiden ir en auxilio de su líder máximo.
Al atardecer, el jefe apache ve venir una columna de soldados y decide salir a su encuentro con un reducido pero selecto grupo de guerreros escoltas, mientras el grueso de su gente se parapeta en el cerro y se prepara a resistir.
En la columna de mexicanos va Mauricio Corredor, quien al estar a 50 pasos de la apachería, abre fuego con su rifle calibre .44 y pega en el pecho a Victorio, derribándolo.
El jefe apache es recogido por sus escoltas y llevado a la cumbre del cerro sur, donde ya se encontraban parapetados el resto de sus guerreros, así como las familias que intentaban resguardar. Dos horas después, Victorio muere y con ello, la derrota para los apaches es inminente.
Al amanecer del 15 de octubre, la masacre se inició entre ambos bandos, en los peñascos, incluso peleando cuerpo a cuerpo, con puñal y pistola.
Las mujeres y niños, al ver la derrota de sus guerreros, claman por sus vidas y son perdonados. Únicamente dos guerreros resisten dos horas más en una cueva, armados con fusiles de repetición y bastante parque, pero son abatidos.
Al mediodía todo ha terminado. Hay 72 apaches muertos, numerosos heridos y prisioneros.
El Gobierno decretó diversas recompensas por las cabelleras obtenidas y repartió entre sus combatientes 17 mil pesos, además de una prima de 2 mil pesos que fue entregada al tarahumara por la cabeza de Victorio.
Las celebraciones en la capital no se hicieron esperar. Joaquín Terrazas y sus hombres fueron recibidos como héroes.

Para ti: ¡lumbre!

La batalla de Tres Castillos es considerada la derrota de los apaches, ya que a partir de la muerte de su jefe máximo, las incursiones y asaltos sangrientos fueron de más a menos, hasta que los últimos rebeldes terminaron por acordar la paz y regresar a las reservaciones que se establecieron en Estados Unidos.
Sin embargo, la muerte de Victorio sería vengada por las hordas capitaneadas por el indio Ju, quien fue personalmente a cobrarse la afrenta.
Apenas terminaban las celebraciones por la victoria de Tres Castillos, cuando Ju y Gerónimo sembraban el terror en el noroeste del estado.
En Plan de Álamos, Ju con 50 guerreros ataca y da muerte a unos rancheros, días después hace lo mismo con un grupo de vaqueros en el Puerto de los Magueyes y a principios de diciembre de 1881 cae sobre la hacienda del Torreón y se roba las bestias.
Las incursiones continúan y en dirección al sur llega al Ojo de Venado y mata una partida de ganado y a 90 kilómetros de la capital, en Laguna de Encinillas, asalta una columna de viajeros, asesina a todos y destroza los carruajes.
Joaquín Terrazas sale a perseguirlo y los apaches nuevamente regresan a Estados Unidos, pero reaparecen en Galeana robando ganado para después volver a cruzar la frontera, matando a cuanto hombre blanco se le atravesaba.
En Estados Unidos, el Gobierno mueve tropas en Arizona al mando del general Crook con la finalidad de someterlos, lo que provoca que alrededor de 700 indios inicien una migración a la Sierra de Chihuahua liderados por Ju y Gerónimo.
Al verse copados tanto en Estados Unidos como en México y sin más camino que buscar la paz, los líderes apaches acuerdan en varias ocasiones encuentros con Terrazas, los cuales se ven frustrados por la desconfianza mutua.
Finalmente en Casas Grandes, Ju decide negociar la rendición y lograr una paz sin condiciones mínimas. Joaquín Terrazas no le cree y prepara una emboscada.
Los apaches instalan su campamento a orillas del rio Casas Grandes y al amanecer el ataque de Terrazas se malogra cuando las tropas de Juan Mata Ortiz adelantan antes de tiempo el combate y los indios salen disparados en todas direcciones abandonando caballos, armas y numerosos muertos y heridos.
Horas después, Joaquín y Juan Mata Ortiz ven aproximarse un jinete, lo identifican como el indio Ju, pero no disparan por creer que intenta negociar la paz. Al llegar hasta donde estaban los militares chihuahuenses, el apache amenaza:
“Tú, Joaquín, ¡traicionero!, ¡maldito!, y para ti ‘capitán gordo’, no balazos, no cuchillos, no lanza, no flechas; para ti… ¡lumbre!
A partir de ese momento, Ju no vuelve a solicitar paz ni tregua alguna, sólo el empeño de cumplir su juramento.
En septiembre de 1882 reaparece robando ganado y asesinando personas en la región del noroeste.
Juan Mata Ortiz, sin esperar refuerzos, sale a perseguirlo desde Galeana con una partida de 21 hombres, que el 13 de octubre por la mañana se encuentra con ellos en una loma cerca del Charco de los Arrieros, donde la superioridad numérica de los apaches se impone.
En esta batalla Ju cumple su promesa y, pese a perder numerosos guerreros por los disparos de los hombres de Mata Ortiz, logran capturarlo vivo y llevarlo a la cumbre del cerro donde, amarrado, lo quema en una hoguera.
Ju y sus hombres huyen a la sierra de Chihuahua y meses después, el jefe indio muere al caer con su caballo a un barranco en un accidente que algunas versiones señalan, fue provocado por sus subalternos para buscar finalmente la paz. Otras sugieren que fue por el estado de ebriedad en el que se encontraba el apache.
Tras su muerte, asumiría el mando Gerónimo, quien con 40 hombres logró mantenerse en pie de guerra otros 35 meses, a salto de mata a través de Arizona, Nuevo México, Sonora y Chihuahua, hasta que finalmente se entrega al Ejército de Estados Unidos, para luego ser recluido en una reservación con todo su pueblo.
Viejo y vencido, Gerónimo vio sus últimos días sobreviviendo de lo que los turistas le daban por tomarse fotos con ellos.

Fuentes y fotos:
Memorias, La guerra contra los Apaches, Joaquín Terrazas; Chihuahua, Textos de su Historia, Graciela Altamirano, Guadalupe Villa; Breve Historia de Chihuahua, Luis Aboites; La guerra apache en México, Filiberto Terrazas.

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